David Barrado, científico: la astronomía puede hacernos algo más humildes

Madrid, 19 jul (EFE).- La astronomía puede hacernos algo más humildes, pero al final los conflictos humanos seguirán estando presentes, señala el científico español David Barrado Navascués, para quien, después de la pandemia, es un momento idóneo para «reiniciar las prioridades y volver a observar el mundo con asombro y humildad».

Este investigador del Centro español de Astrobiología (INTA-CSIC) acaba de publicar Exoplanetas y astrobiología: plus ultra (Editorial Catarata), una propuesta de la Real Sociedad Española de Física con la que quiere hacer al lector partícipe de «la fascinación del proceso del descubrimiento».

En una entrevista con Efe, Barrado señala que aunque es arriesgado intentar predecir cómo y cuándo se detectará vida fuera del Sistema Solar (asumiendo que exista), «estamos subiendo la escalera que conduce a esa meta» y añade: «la eventualidad de encontrar vida fuera de la Tierra nos pondría frente a un espejo».

PREGUNTA: En su libro habla de que la astronomía comienza en Sumeria. La exploración como necesidad innata, ¿ha variado?

RESPUESTA: Esta sigue ahí, por algo seguimos siendo primates, y el sentimiento de asombro también. En los 4.000 años que han transcurrido desde esas culturas en Mesopotamia hemos tenido la habilidad para entender casi completamente el universo en el que vivimos, pero siempre quedan sorpresas. De hecho, cuando hemos pensado que habíamos alcanzado los límites del conocimiento, los paradigmas se han roto y hemos descubierto nuevos fenómenos físicos. Esto nos permite encontrar respuestas, pero sobre todo preguntas adicionales.

P: El primer exoplaneta se descubrió en 1995, ¿cuándo se empezó a postular su existencia?

R: En realidad la especulación sobre su existencia se encuentra en los eruditos de la antigüedad, hace 2.500 años. Pero no fue hasta mediados del XIX cuando se iniciaron las búsquedas fundamentadas en principios físicos. Los cartografiados sistemáticos solo se iniciaron tras el hallazgo del primer exoplaneta por Michel Mayor y Didier Queloz (ambos nobel en Física junto a James Peebles).
En cualquier caso, para mí la figura clave es Otto Struve, que propuso en 1952 los métodos de detección más exitosos: el uso de las curvas de luz o el efecto Doppler, que tiene que ver con propiedades del espectro de la estrella central y el efecto que causa el planeta.

P: Hay identificados más de 4.000, ¿son muy distintos?

R: La variedad es extraordinaria, es un verdadero caleidoscopio de propiedades tan distintas que a veces pienso que englobarlos todos bajo la misma denominación es una excesiva simplificación.
Los escenarios son tan variados que hay ambientes verdaderamente exóticos, como planetas de masas similares a la Tierra que orbitan alrededor de estrellas de neutrones. O planetas sin estrellas, que viajan aislados por las inmensidades de los océanos siderales.

P: Afirma que solo hemos empezado a profundizar en una fuente inacabable de sorpresas, ¿a qué se refiere?

R: En realidad solo hemos explorado la vecindad solar, pero el universo es muy amplio. Los nuevos instrumentos y estrategias impulsarán una revolución del conocimiento. Por ejemplo, a final de año se lanzará el telescopio espacial JWST. Además, a mediados de la década la Agencia Espacial Europea pondrá en órbita PLATO, misión en la que España está invirtiendo muchos recursos humanos y económicos.
Esperamos que dentro de 10 años nuestro conocimiento sea tan profundo que entenderemos los procesos implicados y estaremos en situación de empezar a tratar de responder a una de las grandes preguntas: ¿existe vida fuera del Sistema Solar?

P: Menciona de hecho que el grial, la detección de agua líquida alrededor de análogos terrestres, parece ya no estar en un limbo imposible. Argumente esta idea.

R: Aunque es arriesgado intentar predecir cómo y cuándo se detectará vida fuera del Sistema Solar (asumiendo que exista), estamos subiendo la escalera que conduce a esa meta. Sabemos que prácticamente cada estrella contiene su propio sistema planetario, que existen miles de millones solo en la Vía Láctea y que una gran cantidad de ellos son rocosos. Las probabilidades están a favor de la existencia de genuinos gemelos terrestres.
Sin embargo, la verdadera detección de actividad biológica requerirá algo más de tiempo, nuevas tecnologías y una gran inversión de recursos. Pero ahora sabemos cómo proceder.

P: Entonces, ¿dónde está ahora el meollo de la investigación exoplanetaria?

R: Entre los problemas más interesantes se encuentra la composición de las atmósferas. Nos gustaría poder hacer análisis en análogos a la Tierra. También tenemos que entender los mecanismos de formación planetaria y los factores que determinan la evolución.
Posiblemente lo más importante es comprender todos los escenarios que, en principio, permitirían la aparición y mantenimiento de la actividad biológica. El Sistema Solar solo nos proporciona hasta ahora un hábitat, la Tierra, y lo que los descubrimientos nos han mostrado es que el antropocentrismo es una mala guía para marcar las estrategias de búsqueda y comprensión del fenómeno.

P: La eventualidad de encontrar vida ¿nos uniría más a los terrícolas?

R: Nos hará más pequeños, nos reducirá, parafraseando a Carl Sagan, a una mota de polvo en un vasto océano cósmico. La astronomía puede hacernos algo más humildes, pero al final los conflictos humanos seguirán estando presentes. Creo firmemente que muchas respuestas a las preguntas esenciales de la humanidad pueden encontrarse en la historia y reflexión colectiva.

P: Dice que es un buen momento para volver a observar el mundo con asombro, humildad y reconocimiento. ¿Lo habíamos dejado de hacer?

R: La tecnología y el gran salto en la capacidad de controlar la realidad pueden proporcionar la falsa sensación de omnipotencia. El universo y su complejidad nos indican de manera prístina que somos solo un accidente, pero uno capaz de hacer cosas extraordinarias. Que pervivamos depende de que ahora tomemos las decisiones correctas y este proceso implica aceptar esa humildad. Vivimos en un planeta maravilloso, pero no es nuestro. Volviendo a parafrasear, esta vez a Napoleón, 5.000 millones de años de evolución nos contemplan. No seamos un punto y final, sino parte del proceso.

 

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