Cultura de calidad para soportar la sordidez cotidiana

 

Siempre tenemos que esforzarnos por vivir de acuerdo a la manera en que pensemos, porque si no lo hacemos así, entonces corremos el riesgo de pensar de acuerdo a la manera en que vivamos. Puede parecer que es lo mismo “vivir como se piense” y “pensar como se viva”, pero no es lo mismo. Porque cuando nos vemos obligados a vivir de una manera mediocre y sórdida, el riesgo es que terminemos acostumbrándonos a vivir de esa manera y también nos acostumbremos a tener nuestro cerebro ocupado todo el tiempo con lo mediocre, lo trivial, lo chabacano y lo sórdido.

En nuestro país actualmente el ciudadano se ve obligado a vivir de una manera abominable: Estar en una fila de vehículos durante horas o hasta días para poder poner gasolina, recorrer muchos negocios comparando precios de productos, vivir golpeado por el creciente costo de la vida y la especulación, alimentarse de manera deficiente, vivir enfermo sin poder curarse por no tener dinero ni para hacerse exámenes, etc.

Entonces, ante esta realidad en la cual sentimos que la calidad de nuestra vida se degrada horriblemente, podemos descubrir que la cultura de calidad constituye un bálsamo que nos ayuda a ocupar nuestro cerebro con cosas elevadas y bellas, para sobrellevar esa aterradora sordidez cotidiana.

Veamos varias citas hermosas sobre el valor de la cultura ante la fealdad cotidiana. El gran filósofo francés René Descartes (1596-1650) en su obra: ‘El Discurso del Método’ (1637) dice: “La lectura de buenos libros es como una conversación con los mejores hombres de siglos pasados – De hecho es como una conversación preparada, en la cual ellos revelan solamente lo mejor de sus pensamientos” (Parte I). Asimismo, el gran escritor cubano José Martí (1853-1895) dijo: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura” (‘La República’, Honduras, 12 de agosto 1886, ‘Carta de Nueva York’, nota al final sobre Samuel Tilden).

De igual manera, el gran escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900) en su ensayo: ‘El Crítico como Artista’ (1891) dice: “Solamente el arte nos preserva de los peligros sórdidos de la existencia real” (Dicho por el personaje Gilbert en la ‘Segunda Parte’).

No hace falta analizar estas bellas citas porque son demasiado elocuentes. Pero la buena cultura y la formación teórica también son imprescindibles para transformar y mejorar la sociedad. En tal sentido es pertinente recordar una anécdota de Karl Marx (1818-1883). El 30 de marzo de 1846 se reunió en Bruselas el ‘Comité de Bruselas’ y entre los asistentes estaba Wilhem Weitling (1808-1871) que era un sastre autodidacta. En sus intervenciones Weitling subestimaba la necesidad de educar a las masas con la teoría y Marx perdió la paciencia y exclamó indignado: “¡La ignorancia no sirvió nunca a nadie para nada!”.  Eso que dijo Marx es una gran verdad. Desgraciadamente la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas en nuestro país que se autodenominan ‘izquierdistas’ y ‘revolucionarios’ son espantosamente ignorantes y desconocen hasta las obras fundamentales de los autores revolucionarios clásicos. Por eso es muy importante la formación teórico-cultural de la población.

Por otra parte, es muy bien conocido que la buena cultura es una gran fuente de felicidad y entonces lo ideal sería que en un futuro toda la población de nuestro país tenga el mayor acceso a la buena cultura, el buen arte, y la buena música.

 

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