A los tres años, Iván solo decía tres palabras con claridad, mientras pasaba horas frente a la tablet. Expertas consultadas por Crónica Uno advierten que la interacción real es clave para el desarrollo del lenguaje, la atención y las habilidades sociales en los primeros años de vida.
Caracas. Zulay notaba algo distinto en Iván. A sus tres años, su hijo solo decía con claridad tres palabras: “papá”, “mamá” y “agua”. No era como su hija mayor, que a esa edad ya hablaba con fluidez. Aunque Iván podía tararear melodías y repetir sonidos de las comiquitas que veía en la tablet, su lenguaje no avanzaba.
Esa diferencia la inquietó. La preocupación la llevó a consultar a varios especialistas de distintas áreas. Finalmente, llegó a una terapeuta del lenguaje, quien le hizo una pregunta que marcaría un antes y un después: “¿Cuánto tiempo pasa el niño frente al televisor o el teléfono?”.
“Lo llevé al pediatra y me dijo que el niño tenía un retraso en el lenguaje y me lo refirió a la terapeuta del lenguaje. Fue en esa consulta, luego de varias pruebas, donde la especialista preguntó si el niño utilizaba por mucho tiempo el televisor o el teléfono”.

La pregunta no fue casual. La terapeuta explicó que el tiempo que Iván pasaba frente a la tablet, viendo videos o comiquitas, aunque pareciera inofensivo, le restaba espacio al cerebro para interactuar, escuchar y responder en conversaciones reales.
Iván pasaba varias horas al día frente a dispositivos, una práctica común en muchos hogares. Tras varias consultas, se determinó que su retraso en el lenguaje no se debía a una discapacidad, sino a la falta de estimulación provocada por la exposición excesiva a las pantallas.
Especialistas consultadas por Crónica Uno explicaron que el desarrollo cognitivo —que abarca atención, memoria, pensamiento y lenguaje— depende principalmente de la interacción social, la lectura y el juego.
Advirtieron que el tiempo prolongado frente a pantallas reduce las oportunidades de interacción con otras personas, lo que puede retrasar el lenguaje y dificultar la comprensión de señales sociales.
Lenguaje limitado
La experiencia de Zulay no es un caso aislado. Uno de los estudios más robustos hasta la fecha, publicado en 2023 en la sección pediátrica el Journal of the American Medical Association (JAMA por sus siglas en inglés), evaluó a más de 7000 niños y concluyó que los bebés de un año expuestos a más de cuatro horas diarias de pantallas tenían hasta cinco veces más probabilidades de presentar retrasos en la comunicación.
Veronica Reni, terapeuta en lenguaje y comunicación, señala que la principal dificultad con las pantallas es que ofrecen una interacción unidireccional, a diferencia de las relaciones sociocomunicativas bidireccionales esenciales para el desarrollo humano.
“Cuando un niño recibe información de la pantalla, esta no le exige ni le modela una respuesta. El cerebro infantil, aún en formación, es bombardeado con estímulos excesivos (imágenes, música y colores) que no corresponden con lo que neurológicamente puede procesar, lo que genera una sobreestimulación del sistema nervioso”,
menciona.
Reni añade que esta sobreestimulación hace que actividades fundamentales para el desarrollo, como los juegos didácticos que requieren esfuerzo creativo e interacción, empiecen a parecer aburridas o lentas para los niños. El uso excesivo de pantallas retrasa la adquisición de vocabulario y habilidades lingüísticas.

“Provoca un retraso clarísimo en la adquisición de vocabulario, palabras y frases nuevas. Afecta tanto el lenguaje expresivo (lo que el niño dice) como el comprensivo (lo que el niño entiende)”,
afirma sobre las consecuencias en el uso prolongado de las pantallas.
Daños Cognitivos
Andrea Cimino, directora de Criando Entre Pantallas, advierte que el uso excesivo de dispositivos puede afectar funciones cognitivas como la planificación, la resolución de problemas y la autorregulación, habilidades asociadas a la corteza prefrontal del cerebro.
También señala que interfiere con el aprendizaje por exploración, pues el cerebro infantil necesita experiencias reales e interacción humana para desarrollar conexiones sólidas, algo que las pantallas no pueden ofrecer.
“Estos contenidos hipersensoriales y de gratificación inmediata entrenan al cerebro a buscar constantemente nuevos estímulos, lo que genera patrones de atención fragmentada y dificulta la concentración en la lectura o el mantenimiento de conversaciones”.
Reni también advierte que el uso excesivo de pantallas puede afectar la conducta social y emocional de los niños, al limitar el desarrollo de habilidades como la empatía y la resolución de conflictos.

“Aunque hay programas infantiles sin violencia o elementos inapropiados, muchos muestran un exceso de estímulos visuales diseñados para enganchar, como ‘Coco Melón’ y ‘Baby Shark’, lo que puede afectar el sueño”,
enfatiza Reni sobre los contenidos que ven los niños y niñas.
Además, la exposición a contenido inadecuado puede normalizar comportamientos agresivos y fomentar una dependencia emocional de los dispositivos. Esto dificulta la gestión de la frustración o el aburrimiento.
Recomendaciones
“Fue difícil al principio, pero reducimos el tiempo de pantalla. Empezamos a buscar más juegos de mesa, a leerle cuentos antes de dormir, a salir al parque y a hablarle mucho más”,
relata Zulay.
La terapia del lenguaje, junto con estos cambios en casa, permitió que Iván progresara. “Ahora arma frases y nos pregunta cosas”.
Frente a los riesgos cognitivos y emocionales, diversas organizaciones han emitido advertencias sobre el uso excesivo de pantallas. La Asociación Española de Pediatría (AEP), por ejemplo, sugiere evitar su uso en menores de seis años. Asimismo, recomiendan limitar el tiempo frente a las pantallas a una hora diaria para los niños entre los 6 y 12 años.
Las expertas consultadas por Crónica Uno coinciden en que es fundamental que los padres supervisen el contenido que ven sus hijos, establezcan límites y hablen con ellos sobre lo que consumen.
“Es importante promover momentos de vinculación familiar sin tecnología. Establecer rutinas de juegos, conversaciones afectivas y paseos familiares que estimulen”, recomendaron las especialistas.