La primera vez que campesinos sin tierra sembraron en uno de los desbocados y apartados lugares de este singular sitio, el agua de lluvia que bajó con barro y piedras por el zanjón acabó con las siembras, la crecida del río se llevó a los animales y hubo difuntos. Fidel Rivas le comentó a Mitrídates:
– Qué fiera tormenta, de la que nos salvamos compadre. Rosnaba como si fuera el demonio, nunca había escuchado algo así de feo. “Mitri”, que era más baquiano y conocedor del mundo de las cabrillas le respondió a su joven montonero lo que causaba ese sonido tan misterioso.
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Extraordinaria, creativa y poética imaginación, la de los Bomboyes, nativos y primeros pobladores de La Puerta. Le pusieron como topónimo a esa boscosa e intrincada montaña y a su Chorrerón, un nombre de instrumento musical: “Maraquita”, maraca pequeña.
Localización:
“La Maraquita”, es hoy una quebrada de tipo intermitente, que se desprende de las Siete Lagunas, con altitud en su parte baja o zanjón bajo, de 1.849 msnm, cercana a la posesión “San Pedro”, y “El Pozo”, y colindante también con la población urbana de La Puerta, río Bomboy de por medio, al que nutren sus aguas. En la parte baja, lamentablemente hoy, se encuentra intervenida por anárquicas y masivas urbanizaciones, con incidencia de daño ambiental.
Ubicación: Parroquia La Puerta, Municipio Valera, Estado Trujillo, Los Andes, Venezuela, Sudamérica.
Breve reseña histórica:
Siguiendo la paralela trayectoria del lecho de este derrame, existe un zigzagueante borde que desde tiempos ancestrales, siempre sirvió de camino a los aborígenes Bomboyes, de nación Timoto, para trasladarse desde los pueblos del lago Coquivacoa (Maracaibo), por la vía intermontana, de las Siete Lagunas (Maen Shombuk) hasta el valle de Bomboy, donde tenían establecida su aldea indígena, y viceversa. Considerado como uno de los pueblos de la Sierra de La Culata.
De Tulio Ramón Rivas Ramírez, cronista popular de estos páramos, aprendimos que históricamente este es el primer camino indígena de La Puerta, el gran camino indígena que lleva a las Siete Lagunas, vía que se remonta a unos 500 a 1.000 años antes de Cristo, usado por los primeros pobladores Bomboyes de la gran nación Timoto, involucrada con la civilización Chibcha Muisca, en su proceso de expansión y dominio de la Sierra Nevada hasta el lago Coquivacoa. Algunos comentan que por aquí entró el pirata Gramont, en 1678, para evadir enfrentamientos con la milicia real y poder sorprender y saquear a los habitantes de la ciudad de Trujillo.
En la memoria colectiva la tradición ha conservado relatos que revelan que fue “La Maraquita”, el camino indígena de conexión entre el Páramo de las Siete Lagunas y el valle; inclusive, era ruta de huida y de resguardo de los nativos a los páramos, en la época de la invasión hispana. Forma parte de este valle. Documentalmente, la primera referencia de Bomboy, la encontramos en el título de la “Encomienda Valle de Vomboy”, del capitán Juan Álvarez de Daboín, del 18 de julio de 1611, que da cuenta que su padre el capitán Tomé Dabuyn, la había dejado el 26 de marzo de 1601, es decir, que para 1.600, ya se había otorgado dicha encomienda, localizada en lo que hoy constituye la parroquia La Puerta. En 1608, se le señaló por parte del Obispo fray Antonio de Alcega, como “Pueblo de indios” Cabecera de la Séptima Doctrina.
Razones de índole etnográfica y documental, así como su ubicación en área de frontera, califican a los Bomboyes como de nación Timoto, es decir, a pesar, de lo errado de clasificarlo en una insubsistente nación Timoto-Cuica. Era “La Maraquita”, una inmejorable zona de cacería de lapas, báquiros, conejos y picures, que fortalecía la dinámica del nativo y complementaba su ingesta alimenticia.
En 1891, La Maraquita”, se convirtió en uno de los puntos de lindero, en la partición fraudulenta de las posesiones del Resguardo Indígena de La Puerta. Al desalojar a la comunidad indígena Bomboy en dicho año, los nuevos “propietarios” se disputaron estas tierras, pero la misma naturaleza los fue combatiendo, arrasando con sus cultivos y sus criaderos.
Mitrídates, viejo montonero del tiempo de caudillos, lugarteniente del coronel Sandalio Ruz, y dirigente agrario, promotor de esta área de producción, históricamente se considera como el último montonero de La Puerta, porque sobrevivió a su jefe y a los varones nacionalistas de la Cordillera de La Culata.
Cuando “Mitri”, como le llamaban sus parientes y amigos, intervino y venció con sus compañeros Juan Torres y Delfín Rivas y otros, la intrincada vegetación boscosa, subiendo por el primer camino indígena parameño, en el llamado “Derrame o Chorrerón de La Maraquita”, que se desprende del páramo de Las Siete Lagunas, sobre la tercera década del siglo XX, se fue perfilando el comienzo de la historia de este caserío. Su nieto Ramón Volcán “el Cholito”, hizo un importante esfuerzo por el mejoramiento del Dique de “La Maraquita”.
Al tener dominio sobre las aguas, mediante construcción de dique y canales, y haber deforestado gran parte de esa inhóspita zona, fue organizando parcelas de labor, dadas a campesinos pobres, divididas con pretiles de piedra en su mayoría, convirtiéndose en un área fértil de producción agrícola, que a la vez, fue generando la necesidad de ocupar espacios, para vivir los peones, ayudantes, en el área adyacente a La Maraquita, que es lo que hoy constituye el sector La Flecha; fueron pocas casas las que se levantaron, todas de bahareque y techo de fajina de caña.
El sugestivo y musical topónimo
Los indios bomboyes deseosos de transmitir el fenómeno y sus vivencias en este lugar, lo bautizaron con un nombre que era un alerta que impresionaba en su imaginación: la maraquita. Significa voz derivada del guaraní mbaracá (DRAE), instrumento musical sudamericano, que consiste en una calabaza, tapara o totumo con granos naturales o de maíz en su interior, usado por los aborígenes para acompañar el canto de faena, rito o festivo.
Cuando se movieron al son de La Maraquita. El fenómeno natural
Era analfabeto “Mitri” y le fue explicando a Fidel Rivas, el fenómeno natural y atmosférico que ocurría en ese sitio. Las grietas de la inmensa montaña, hacen un sonido como de maraca, qué anuncia minutos antes a los de abajo y a los de arriba que el invierno se aproximaba, es decir, que en la cabecera cerca de las Siete Lagunas se aproximaba la tormenta, porque comenzaba a llover mucho, y por eso ese sonido que alerta, es el retumbar de los truenos. Es un sonido subterráneo con el que alcanza un máximo volumen, que permite a la gente ponerse atenta y movilizarse, tanto a los viajeros del Páramo, como a los que viven en La Puerta. Los indígenas lo llamaban la música de la montaña, la maraca. Luego los nuevos pobladores lo siguieron llamando “La Maraquita”, en su creencia mitológica era considerado una de las hermosas crinejas de la Kusman de las grandes aguas de la Cordillera. Este sonido de la maraca fue lo que salvó a los despreocupados o tranquilos indios del Valle, de algunos cataclismos.
Se han tejido leyendas sobre la aparición en esta zona de gigantescas culebras y reptiles, aunque se han encontrado “tragavenado” u otras del mismo tamaño, temidas y veneradas a la vez por los indígenas, especie de deidad en su cosmovisión, entendiendo en su simbolismo que este reptil cambia de piel y se fortalece y renueva, por ser esa su naturaleza.
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Un boscoso zanjón que domina la entrada y salida del lecho natural del derrame de “La Maraquita”, que en el pasado constituía la entrada a una hermosa caída de agua o balnearios indígenas, para ir por ese mismo atajo hacia los páramos. Sin ser senderistas, un baño fresco en estas aguas, una peyita de chimó, comer moras piñas silvestres y una buena conversa, generaba en los siglos anteriores, un buen efecto reconstitutivo tanto en lo físico, como en lo espiritual.
Insertarse, bien a caballo o a pie, para explorar o como paso hacia las Siete Lagunas, es un paseo delicioso y fresco, siempre bordeando el lecho de esta gran vertiente de agua, vestida por un simulacro de selva. Montaña arriba, se logran conseguir quebradas e hilos de aguas cristalinas, llamativas, apadrinadas por hermosas y colgantes matorrales y espigados árboles. Este hermoso lugar, forma parte de esa ruta profunda de turismo, que todos debemos conocer.