Cuando el virus es tu nuevo compañero de trabajo

Si bien las estadísticas actuales revelan que son una mayoría aquellas personas que o bien no están trabajando o bien lo hacen desde sus hogares, hay, aparte, una porción de la población que, por el tipo de labor  que desempeña, debe salir a la calle, con todo y pandemia. Una médica, un abogado y una empleada de un minimarket nos cuentan en este Día del Trabajador,  en qué medida la  pandemia del Covid-19 ha cambiado sus trabajos y, en cierta forma, sus dinámicas de vidas.

El mundo celebra un Día del Trabajador pasado por la crisis del Covid-19. Muchos trabajadores vencen el temor a la enfermedad y las limitaciones para ir cada día a cumplir con sus funciones.

 

Trabajar nunca había sido tan difícil. Y esa dificultad nada tiene que ver con aquella sentencia bíblica “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, proferida hacia Adán en el inicio de los tiempos. Es el contexto el que se ha movido, como quien tira de repente – cual broma cruel –  de la alfombra en la que todos estábamos parados.

Celebrar el Día del Trabajador en medio de una pandemia

El Día del Trabajador 2020 que se ¿celebra? este Primero de Mayo en todo el mundo, viene envuelto en  los efectos de la pandemia generada por la enfermedad Covid-19, cuyos devastador impacto no sólo hay que contarlo por muertes o enfermos sino también, por el número de desempleados.

La realidad de este poco halagador momento laboral en todo el planeta, fue retratada de forma contundente en el documento denominado “El COVID-19 y el mundo del trabajo. Estimaciones actualizadas y análisis”, preparado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y presentado a mediados de abril.

El  informe de la OIT no es precisamente un texto optimista. Considera el ente que estudia las condiciones del trabajo en el mundo, que estamos viviendo, en este preciso momento, “la peor crisis desde la II Guerra Mundial, que al final podría dejar un saldo de desempleo y precariedad en el trabajo”.

En cifras, la fiesta del Día del Trabajador 2020 dejará este año por fuera a “2 mil 700 millones de trabajadores”, lo que, siguiendo con el informe de la OIT, representa “alrededor del 81 por ciento de toda la fuerza de trabajo del mundo”.

Remata la OIT caracterizando el momento laboral como de una “incertidumbre extraordinaria”,   ambiente que pone a la humanidad bajo un signo de interrogación sobre la duración y magnitud de esta coyuntura planetaria.

Crisis con varias pieles

En América Latina y el Caribe, el documento “El COVID-19 y el mundo del trabajo”, de la OIT, revela que durante el segundo trimestre de este año se espera la pérdida de 14 millones de empleos.

La situación para nuestra región, y para Venezuela en especial, es que  “más de 50% de todos los trabajadores se desempeñan justamente en los sectores más expuestos a una crisis como son los de comercio y servicios, según datos el último informe Panorama Laboral de la región, presentado en enero justamente antes que se iniciara el contagio global del COVID-19”, revela el informe.

Pero, a diferencia de lo que ocurre en otros países, incluso de la región, en los que las economías recién empezaban a dar traspiés antes del Covid-19, Venezuela viene transitando varios años con una economía por el suelo. Las consecuencias del Covid-19 sobre el sector laboral, no son más ni menos  que una piel adicional a la crisis preexistente, lo cual no es ninguna buena noticia.

El Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), según reveló una investigación publicada en noviembre de 2019 por el portal periodístico Efecto Cocuyo –  presentó datos de desempleo en el país, que, como mínimo, siembran razonables dudas sobre su veracidad.

Según la referida investigación periodística, el INE estimaba a finales del año 2018 que  el desempleo se había reducido. “Esto a pesar que el Banco Central de Venezuela también actualizó cifras que revelan una pronunciada reducción de la economía desde 2013. Así que aunque el BCV reporta que entre el primer trimestre de 2017 y el primer trimestre de 2018 el PIB cayó 18,6%, el INE asegura que en el mismo período el desempleo permaneció en 7,8%”. En pocas palabras, un desempleo estable en una economía en picada. Algo no cuadra.

Más confiables, las cifras ofrecidas por el proyecto Encuesta Nacional  de Condiciones de Vida (ENCOVI), para el año 2018, surgida a partir del trabajos de investigadores de las universidades UCV, USB y UCAB, situaba en un 10% la desocupación en el país. Pero “además de la falta de empleo hay otros desequilibrios del mercado laboral que afectan 25% de la fuerza de trabajo”, advertía la ENCOVI.

En realidad, el drama laboral en Venezuela no está retratado solo en los porcentajes de desocupación. Los que tienen un trabajo formal deben lidiar  con un salario que mira desde el suelo el vuelo estratosférico  de la cesta de alimentos. En dos platos: 8 de cada 10 trabajadores no ganan lo suficiente para cubrir sus necesidades mínimas.

La calle los espera

Con todo y las desoladoras cifras que hablan de una actividad precaria en todos los sectores de la economía de Venezuela, con todo y el desempleo, y pese a la arremetida del Covid-19 en suelo nacional que, cuarentena y confinamiento social mediante, implica una semiparalización de las actividades, hay en la calle trabajadores que cada día salen a cumplir con sus responsabilidades, en unas condiciones sanitarias atemorizantes y sin el apoyo eficiente de servicios como el transporte, el agua y la electricidad, por sólo nombrar algunos de los más problemáticos.

A continuación, tres voces representativas de esos trabajadores nos comentan sus vivencias de lo que implica tener un trabajo que, por sus características, obliga a salir a la calle cada día. Son mujeres y hombres que reconocen la necesidad de responder cabalmente a sus labores, y que constituyen la evidencia de que pese a la pandemia, la vida en comunidad debe seguir su curso.

“El día a día es diferente”

Dra. Rosselyn Zapata

La doctora Rosselyn Zapata (38) es médico cirujano especializada en ginecología y obstetricia. Antes de que la pandemia trastocara la vida de la humanidad, dedicaba su tiempo a atender su consulta privada y en las tardes hacía lo propio de su especializada en el Ambulatorio El Llano, en el centro de la ciudad de Mérida. “También cumplía guardias en el Materno de Ejido”, refiere la profesional de la salud.

Pero una vez que Venezuela pasó a engrosar la lista mundial de  los países con presencia del Coronavirus causante del Covid.-19, y, por ende, se tomaron las actuales medidas de confinamiento y distanciamiento social, además de la suspensión de actividades no esenciales, la rutina laboral de la Dra. Zapata cambió radicalmente. “Ahora debo ajustar mi tiempo al horario establecido  para la cuarentena, que va de 8 de la mañana a 2 de la tarde. Eso implica que tuve que dejar de atender mi consulta privada para dedicarle tiempo a la atención en el Ambulatorio El Llano y a las guardias en el Materno de Ejido”, explica la profesional sobre las implicaciones económicas que estos cambios han producido en su vida.

Aparte, cada día debe enfrentarse a  ambientes en centros de salud que implican, por la propia naturaleza de estos establecimientos, la posibilidad de encontrarse con el virus que mantiene en vilo a medio mundo. “No tenemos  equipos de bioseguridad así que nos toca comprarlos”, resalta Rosselyn Zapata sobre su labor. Con todo, cada día toma sus herramientas de trabajo y se pone a disposición de aquellas que la necesitan.

“No todo volverá a ser igual”

Abog. Manuel Castro

Manuel Castro (43) posee varias profesiones: es abogado, licenciado en administración de recursos humanos y técnico en relaciones industriales. Además tiene una maestría en gestión de recursos humanos. Actualmente  trabaja en el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente, del Municipio Libertador, del estado Bolivariano de Mérida.

“Ejerzo como abogado pero también cumplo funciones administrativas”, explica Castro en cuanto a su labor y aclara que las suyas son responsabilidades muy delicadas porque no tienen horario como tal ya que se trata de “ejercer el trabajo de  defensor del cumplimiento de lo establecido en la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNA), dictando, cuando el caso lo amerite, medidas de protección”.

El funcionario estima que trabajar en estos tiempos de Coronavirus implica una actitud de cuidado constante ya que “en mi caso me  toca  ir, eventualmente,  a espacios como hospitales en los que hay  un riesgo de contraer la enfermedad del Covid-19”.

Sobre su trabajo, Manuel Castro señala que  “no es igual que antes de la aparición de la pandemia”, porque incluso ahora hay que “ajustar la dinámica de las citas, llevarse mucho trabajo a casa, utilizar los mecanismos de comunicación como internet, redes sociales, teléfonos”, todo ello para mantener una cierta eficiencia en la labor de resguardo a los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

“Esta realidad que vivimos con el Covid-19 – reflexiona Castro – nos causa mucha incertidumbre y estrés ya que nadie tiene claro en este momento hasta cuándo dudará. Lo que sí parece claro es que no todo volverá a ser igual”.  La presencia del virus hará que la vida – y las responsabilidades de trabajo –  al menos en el mediano plazo, se tengan que enfrentar con la “expectativa de que en cualquier momento el Coronavirus puede volver”,  advierte el abogado.

 

“El trato con el público ha cambiado”

Lic. Giselly Reinoza

Giselly  Reinoza (33) es licenciada en educación preescolar, además de estar graduada como higienista dental, por parte de la ULA. Desde hace 5 años se desempeña como cajera y realiza otras funciones administrativas en la empresa Distripollos  Aeropuerto C.A, un negocio que funciona como minimarket en la populosa zona de la avenida  Cardenal Quintero, en la ciudad de Mérida.

Afirma Reinoza que desde que se aplicaron las medidas de cuarentena y otras vinculadas a evitar la propagación del Coronavirus, la actividad comercial ciertamente ha cambiado. “Hay dos factores que son muy distintos: las medidas de higiene y seguridad, en cuanto a la salud de empleados y público que ingresa al local, pero también ha cambiado el horario de trabajo, el cual ha quedado cortado a la mitad”,  refiere Reinoza sobre su labor.

Acompañada de Alexandra Rivas, quien también es parte del equipo de trabajo de Distripollos Aeropuerto, Giselly Reinoza explicó que el trato a la gente también ha cambiado en cuanto a la labor que deben cumplir en el día de la empresa. “Por ejemplo, hay que llamarle la atención a las personas que ingresan sin tapabocas. Algunos atienden el llamado, otros se molestan pero tenemos que estar muy atentos a esa nueva realidad”, contó la trabajadora.

Mirando a futuro, estiman las empleadas que habrá cambios en la forma de ejercer el trabajo. “Tal vez nos queden hábitos de higiene y atención más marcados, luego de esta experiencia”, considera. Pero también ese futuro es incierto: “Ha habido un impacto económico fuerte en todos nosotros. Da un poco de temor pensar que la recuperación económica no será  tan fácil”.

 

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