Crueldad, postmodernismo y ética | Por: Ernesto Rodríguez

 

 

Varios autores han justificado la crueldad. Por ejemplo el Marqués de Sade (1740-1814) en sus obras refiere situaciones de personas que derivan placer haciendo sufrir a otras (sadismo) y en su obra: ‘Filosofía en el Tocador’ (1795), el personaje Dolmancé, trata de justificar sus ideas: “¿Por qué habríamos de tener consideración con un individuo que no nos afecta para nada? ¿A santo de qué hemos de evitarle un dolor que nunca nos costará ni una sola lágrima, cuando sabemos que de ese dolor ha de nacer un placer muy grande para nosotros? ¿Acaso sentimos alguna vez un solo impulso de la naturaleza que nos aconseje preferir a los otros en lugar de a nosotros mismos, y acaso no está cada uno en el mundo sólo para sí mismo?. Nos habláis de una quimérica voz de la naturaleza que nos diría que no hay que hacerles a los otros lo que no quisiéramos que se nos hiciera. Pero este absurdo consejo siempre nos ha venido exclusivamente de los hombres; y de los hombres débiles. El hombre fuerte nunca pensará en hablar con semejante lenguaje (…) la naturaleza, nuestra madre común, siempre nos habla únicamente de nosotros mismos; nada más egoísta que su voz y lo más claro que en ella reconocemos es el inmutable y sagrado consejo de deleitarnos sin importarnos a expensas de quien (…) la crueldad, lejos de ser un vicio, es el primer sentimiento que la naturaleza imprime en nosotros (…) La crueldad está en la naturaleza; todos nacemos con una dosis de crueldad que sólo la educación modifica (…) por lo tanto la crueldad es una virtud y no un vicio”.

De manera similar, el filósofo F. Nietzsche (1844-1900), en su obra: ‘Genealogía de la Moral’ (1887) dice: “ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía – ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano – demasiado humano (…) Sin crueldad no hay fiesta” (Tratado segundo, sección 6). Más adelante Nietzsche dice: “Hablar en sí de lo justo y lo injusto es algo que carece de todo sentido; en sí, ofender, violentar, despojar, aniquilar, no puede ser naturalmente ‘injusto’ desde el momento en que la vida actúa esencialmente, es decir, en sus funciones básicas, ofendiendo, violando, despojando, aniquilando, y no se la puede pensar en absoluto sin ese carácter” (Tratado segundo, sección 11). Estos planteamientos del Marqués de Sade y Nietzsche son absolutamente falsos porque algunos humanos pueden ser crueles, pero muchos también pueden manifestar bondad, compasión, altruismo y solidaridad.

Por otro lado, el llamado ‘postmodernismo’ ha considerado a Nietzsche como uno de sus precursores. En efecto, el postmodernismo plantea el escepticismo y la incertidumbre en ética (1). Es decir, ‘todo vale’ porque no hay ningún principio moral que pueda orientar. Eso quizás explique que ciertos autores postmodernistas sean verdaderos artistas de las volteretas en cuestiones de ética. Por eso un día pueden aparentar que defienden una causa y al día siguiente dan una voltereta y defienden lo contrario, El caso del crítico literario belga Paul de Man (1919-1983) es ilustrativo. Este autor introdujo en Estados Unidos las doctrinas del filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976) y la llamada ‘Desconstrucción’ del filósofo francés postmodernista Jacques Derrida (1930-2004). Paul de Man decía que en la Segunda Guerra Mundial había luchado en la Resistencia anti-nazi, pero después de su muerte se supo que en realidad había sido colaborador de los nazis y había publicado escritos antisemitas elogiando “el alma hitleriana” en la revista pro-nazi ‘Le Soir’. Entonces Derrida salió en defensa de Paul de Man diciendo que “el concepto de hacer una acusación pertenece a la estructura del ‘falogocentrismo’”. El término ‘falogocentrismo’ fue introducido por Derrida para hacer referencia a ‘privilegiar lo masculino’….¿Qué tiene que ver eso con las fechorías de Paul de Man?…Asimismo Paul de Man en un estudio sobre Rousseau en 1979 publicó: “Siempre es posible excusar cualquier culpa, porque la experiencia siempre existe simultáneamente como discurso ficticio y como evento empírico y nunca es posible decidir cuál de las dos posibilidades es la correcta” (2)… ¡En otras palabras nunca se puede condenar nada!!!.

 

NOTAS: (1) Pags. 112-113 en Dave Robinson and Chris Garratt (1996) ‘Introducing Ethics’. (2) Pags. 242-243 en Timothy Ferris (2010) ‘The Science of Liberty’.

 

 


Ernesto Rodríguez

ernestorodri49@gmail.com

 

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