Crónicas Municipales. Joaquín Delgado / Por Pedro Frailán (*)

Sentido de Historia

 

Joaquín Delgado el autor de las novelas trujillanas: Mana Juana, Ni Cobro andino ni pago caraqueño. Oriundo de la parroquia Chiquinquirá de la ciudad de Trujillo, cabecera del valle de los Mucas, bordeado por la quebrada de Los Cedros. Lugar también de la Virgen del Carmen, de Radio Trujillo 1280 AM, del Grupo Escolar Estado Carabobo, de la desaparecida colita champaña.

Tierra de don Pedro Torres, Lorenzo Ávila, Quintín Uzcátegui, Faustino Ojeda, Humberto González Albano, Jesús Cegarra, Blanca González, Carmen Lugo, Josefina Tavera de Rosario, Elena de Ojeda, Margarita de Torres, Carmelina Sarmiento de Pacheco, Ramoncito Aranguren.

Don Joaquín Delgado, se inicia como escritor ejerciendo la profesión minuciosa, primero como aprendiz de tipografía y luego como un trabajador destacado en el arte de la imprenta. Más adelante por un tiempo fue cronista de la ciudad Trujillo, la ciudad pacífica de acuerdo a Briceño Perozo, la tierra de María Santísima, según Briceño Iragorry.

Este libro titulado Crónicas Municipales, es una serie de ensayos cortos, publicados en periódicos locales entre los años de 1950 a 1960 y editado como libro en 1962. En donde se pueden apreciar relatos biográficos de personajes relevantes de Trujillo contemporáneo como Laudelino Mejías y su vals Conticinio, don Rafael Antonio Pernalete, don Napoleón Coronado entre otros.

Leyendas como: La Piedra y la Llorona, esta es una fábula nacional, pero, cada pueblo la adaptaba a su circunstancia, en este caso, como se dice a manera pueblerina. Cuenta la historia, yo no sé ¡Pero eso dicen!, que una mujer vivía en las cercanías de la Quebrada de los Cedros, con la esquina de San Francisco. Teniendo un niño chiquito, que lloraba mucho, la fastidió y esta optó, por pegarle con la piedra de la cocina en la carita, matándolo. Luego arrepentida del crimen, llegó a la piedra a consolar su dolor, de hecho, la roca tenía marcada las huellas de los pies de una mujer y un niñito.

Por las noches en las casas se reunían a contar pequeños relatos, fantásticos, tenebrosos y escalofriantes de algunos hechos ocurridos como el Toro de la otra vida. También la búsqueda de entierros, el encuentro de una botija podía solventar la situación económica de una familia.

Otra tradición el Rosario de las Animas, esto ocurría en la parroquia Chiquinquirá, que en el mes de noviembre. El mes de las ánimas un grupo de rezanderos, pedían limosna, para comprar velas y aguardiente. Rezarle a las ánimas saliendo, desde la iglesia hacia el cementerio ubicado en la Calle Arriba en las faldas del cerro Must Abás. Al llegar se le rezaba con más fuerza, se lograba visitar y limpiar las tumbas de los difuntos, además, ese día dejarle un alumbrado al pie de la cruz.

La Cruz de Mayo es una fiesta popular nacional, en la ciudad de Trujillo tiene su propia consagración. Se celebra el 2 de mayo, con el rosario y cantos. Acompañada de una pella de chimó y un palo de aguardiente. Estaba ubicada en cuatro lugares de ciudad, además la protegía.

Bibliografía: Delgado, Joaquín. Crónicas Municipales. Imprenta del Estado. Trujillo. 1962

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