Me levanto muy temprano. Soy mañanero. Salgo a dar una vuelta de una media hora por los alrededores de la urbanización “La Arboleda” donde resido para estirar los pies y además combatir la tensión. Claro, esto cuando los achaques de salud me lo permiten. La chochoteca, diría don Luis González. Me topo con unas montañas muy bellas, el trinar de los pajaritos, entre ellos aquel que canta, “Cristofue” . Oigo el deslizamiento del río Motatán proveniente de la parte alta de nuestra cordillera. Le doy gracias al Todopoderoso por darnos vida para presenciar la hermosura de la naturaleza, ese regalo tan maravilloso que nos ha dado, mientras observamos las nubes que ocultan al astro Rey a punto de llegar con toda su energía y fortaleza.
De repente un estremecimiento sacude nuestro cuerpo. Encontramos una realidad que es inocultable. Existe, está a la vuelta de la esquina. Se nos viene a la mente el nombre del amigo, el conocido o alguien muy cercano, en nuestro caso particular porque hay hogares con la desgracia encima atacados por el virus asesino, el mismo que tuvo su génesis en China y ha recorrido el planeta atacando sin piedad a la humanidad.
Tristeza, llanto, dolor. A cada rato llega a nuestros oídos la noticia de un afectado por el Coronavirus ingresado a un centro de salud, o de alguien que se trata en su propio hogar. Una de esas malas nuevas me trajo la muerte de Nelly, “la primera dama de la Plata 3”, como saludaba a la esposa de R.J mi compadre cuando la veía. Trabajadora incansable, madre de Lenín y Andreina. Muy conocida en nuestra urbe valerana. Nelly murió. Otra víctima del citado mal. Daboín lucha contra el Covid según conocimos. Primero lo llevaron al “Pedro Emilio Carrillo” y ahora está bajo los cuidados de una profesional de la salud en su residencia de la Urbanización Libertador. R.J es un guerrero y ganará esta batalla como lo hacía cuando defendía su territorio en un partido de fútbol pese a que el contrario casi lo duplicaba en kilos y en estatura o a la hora de agarrar un micrófono para sostener sus argumentos en cualquier discusión como profesional de la narración deportiva.
Este año hemos sentido la desaparición de varios amigos en Valera entre ellos algunos médicos muy cercanos. Mientras La Parca se ríe a mandíbula suelta, con preocupación observamos como contribuimos con el mal. El tapaboca a veces es un adorno. Hay quienes lo cargan en la mano dejando al descubierto boca y nariz por donde penetra la enfermedad. El distanciamiento es una utopía. El amorochamiento en las calles y avenidas de Valera es infernal. Las consecuencias vienen después.
A este irresponsable proceder se une la actitud del gobierno con la falta de un plan masivo de vacunación. Aún faltan muchos profesionales de la salud por recibir la primera dosis. Qué podemos esperar los demás. En Estados Unidos, cito este ejemplo, en algunos parques de la MLB al fanático que acude a los encuentros le colocan la vacuna gratis. Lean bien. Gratis. En mes y medio de temporada el 70 por ciento de los asistentes al béisbol están bajo la protección de la vacuna. Así son las cosas parafraseando a Oscar Yánez.
Al escribir esta nota me llega la información que Rangel Silva, Gobernador de Trujillo, anuncia el desplazamiento de una ola de Covid-19 por el occidente del país. “Esta semana tenemos menos gente en los hospitales no porque se hayan recuperado, sino porque se han muerto. Tenemos el caso de contagios intrafamiliares”. Esto para los pelos. Lo admite el premier de la Gobernación.
Apunta el Mandatario Regional, como la gente a veces sale de su casa sin necesidad. Correcto, sin embargo existe el caso de las personas que deben trabajar, conseguir la papa, gasolina, medicinas, etc, y encerrados se quedan con el estómago vacío. Esa es la verdad verdadera.
Sigámosle pidiendo a Papá Dios, a José Gregorio Hernández y a nuestra virgencita por la extinción del mal y así como llegó, se vaya. Mientras tanto. Vamos a cuidarnos. El tapaboca es un escudo contra el Covid-19. Penetra por la nariz, llega a los pulmones y adiós luz que te apagaste. Para bailar pegado el bolero. Guarda el distanciamiento y a lavarse las manos con frecuencia. Tampoco son horas de estar recibiendo o visitando a alguien. El virus criminal anda por ahí. Es una realidad. Está vivito y coleando.
Dios nos agarre confesados.