Allí roznó, al principio, el escándalo de unos pocos y su gritería, subían por la Calle Real, desde las mecedoras de piedra del Padre Rosario, en La Hoyada. Luego, el ambiente fue cambiando, al escucharse el repiqueteo de las bestias en galopa desenlazada sobre la fría tierra, cuando de repente, se escucharon unos balazos, que trocaron vidas, junto al desgarrador grito:
- ¡Viva el general “Arujo”!
- ¡Mueran las lagartijas!
- ¡Vivan los ponchos coloraos!
Fue el enfrentamiento, de unos montoneros liberales, contra otros mestizos, chontales y macheteros seguidores del “León de la Cordillera”, venerado general Juan Bautista Araujo.
Alguno ha escrito, que, de pléyades de difuntos, está hecha la historia. Suena cruel y parece cierto. Se puede pensar que estoy tocando aquí las tumbas de los “Ponchos” y de los “Lagartijas”, olvidados por la historiografía moderna, aquella que insiste en que la historia de La Puerta comienza en 1900; a pesar de eso, se debe reconocer también, aquellas almas godas que se atrevieron a reclamar derechos y justicia, y se enfrentaron a los gobernantes liberales, para frenar su plan de la muerte.
Una Crónica de Difuntos:
En la vieja Casa Municipal de La Puerta, van llegando más detenidos. Corría el año 1887, de mucha agitación política; se sentía la caliente tensión entre los “lagartijas” gobernantes y los “ponchos” opositores, por el triunfo reciente en las elecciones de abril, y asume el poder el Dr. José Emigdio González, ex conservador y ahora gobernante liberal, arbitrario y sectario. A los días, se alebrestaron más las pasiones y la sed de venganza política, al ser convocadas a unas segundas elecciones, para el mes de agosto. En el recibimiento que se le hizo al Dr. Pedro Arnal, Presidente del Gran Estado Los Andes, en tierra Trujillana, <<hubo un choque entre los bandos políticos de la localidad y resultaron muertos y heridos>>, el Presidente de la República, Guzmán Blanco, envió al general Aristiguieta, como Delegado “apaga fuego”, quien fue recibido por los colaboradores “Ponchos” araujeros (La Riva, 107), y estos, se apoderaron de la situación.
Durante el periodo guzmancista, de inclinación liberal, consideraban a los indígenas como ciudadanos, con iguales derechos a los no indígenas; sin embargo, su forma de vida y organización social comunitaria en posesiones que comprendían una legua a los cuatro vientos, eran motivos para que fueran agredidos y acosados por los hacendados y gamonales de los pueblos vecinos, que los despojarían de sus tierras y de su existencia. Aparte de estas arremetidas contra la comunidad Bomboy, para este tiempo le fueron ocupando tierras. Siendo lo más cercano a Timotes, sede de los poderes del Gran Estado Los Andes, y no estando La Puerta bajo el control absoluto de los Araujo, los liberales lo asumieron como parte de su espacio político, de violencia, despojo y de correrías militares.
Un atentado político de los liberales contra los araujeros
Los liberales se fueron acercando al lugar de los acontecimientos. El “Maese” Felipe, liberal de naturaleza y convicción, apoyaba al Jefe Civil, en su plan de reivindicar a los liberales de tantas décadas de gobierno araujo-baptistero. No eran flores y villancicos lo que recibieron de los “Ponchos”.
- ¿Qué le parece, ahora me abrieron un juicio criminal porque estoy haciendo justicia y he metido en cintura a varios araujeros? Usted los conoce, saben cómo actúan. Felipe Uzcátegui, el coronel liberal, que lleva rato viendo que el Jefe Civil, camina de un lado a otro preocupado, le replicó:
- Pues claro, si no somos capaces de enfrentar a estas culebras, no tenemos derecho a llamarnos liberales. Fue una conversación corta en el pórtico de la Casa de la Jefatura Municipal, estaban esperando a los de la Junta de Fomento quienes iban a inspeccionar cómo iba la obra del camino del Portachuelo-La Mocotí, decretada por el Gobierno Federal.
- Lo único que ordené fue, la captura de los araujeros, de la forma que fuera, porque siguen alzaos y siguen matando nuestra gente. Eso sí, si se resisten a la captura, que le “echaran plomo”. Le justificaba este personero, recién designado por el Concejo Municipal del Distrito Valera. El “Maese”, sin cuestionarlo, pero claro del momento político, le rebatió:
- Pues, si el gobierno liberal no resuelve, seguiremos ensartaos por los “ponchos colorados”.
*
En 1887, hubo mucho desplazamiento de personas, debido a que estaba en pleno desarrollo la construcción del nuevo camino de Valera a Mérida, por el sector La Mocotí, que conduce a Timotes, la capital y el centro del poder político del Gran Estado Los Andes. Varios indígenas de La Puerta, se les veía en la madrugada caminar en fila, con su machete o pico sobre el hombro, o llevando sus yuntas de bueyes, desde El Pozo, por el camino real de Quebrada Seca, hasta el lugar de la obra. Todo esto coincidía, con el plan que se venía desarrollando para arrebatarles las tierras a los analfabetas indígenas.
– ¡Qué de cosas nos tocará ver Coronel! Se maulearon! Le expresó el jefe civil al coronel Felipe Uzcátegui, el “Maese” liberal de la Mocotí, casado con doña Mercedes Cols Arvelo.
– Paciencia y barajar Natividad; la suerte está echada. Le dejó estas palabras alentadoras, como para que no sufriera más rubor de temor por las acusaciones, pues sentía su causa liberal, con realidad impaciente.
- Guabinas y truchas disque “guzmanistas”. ¡Colaboracionistas impostores son lo que son, unos oportunistas! Me denunciaron como criminal, asegún, por los muchos crímenes que he cometido, pero no dicen quiénes fueron las víctimas. Si casi convierten en difunto a Miguelón González, que es compañerito nuestro y de la “Gonzalera”. Dijo la molesta autoridad civil. El coronel le seguía dando ánimos positivos:
- Pero si hasta los indios de La Puerta saben que esos difuntos los causó la refriega de parte y parte, pero no ayudan.
- Coronel Felipe, le voy a decir, como dijo una vez mi amigo Federico Vetancourt, usted lo conoce, «ahora no nos queda otra que entretener a los godos y matarlos en las pasadas, prefiero que me salga lana antes que rendirme» (“El Trujillano”. 15- 3 -1880). Uzcátegui, al escuchar eso, siendo un liberal moderado, le respondió:
- Compañerito, la revolución liberal no se perderá si no tiroteamos a los godos. Aunque estén alzados, como colaboradores del Presidente Guzmán.
- ¿Cómo aseguran que juí yo? Esos son los kari-kari, ni lavan ni prestan la batea. ¡Que presenten pruebas, a mí no me van a jorobar con eso de «según se dice», no me jodás! Parece la mismita forma de evadir su responsabilidad.
- Llegaron los de la Junta de Fomento. Dijo el Coronel.
La crueldad militar de las enviciadas montoneras andinas
Fueron muchos los campesinos de la serranía de La Puerta y de otros pueblos, que marcharon como prisioneros a la cárcel de Valera y de Trujillo. Igualmente, se recordaba los que fueron objeto de una implacable persecución, bastaba que fueran parientes, amigos o correligionarios de los Araujo. También ocurrieron otros hechos deplorables, el 25 en Betijoque asesinaron a una niña de 12 años de edad, hija del perseguido político Salvador Guerrero, y el 26 en La Quebrada, se da una riña entre los Brillenburg y los Pizani, con muerto de ambos lados. En julio de 1887 en la Vichú, Federico Antúnez fue asesinado en su casa por pertenecer al círculo araujista de Betijoque. En la misma ciudad, <<Felipe Matos muerto por la salvaje golpiza que le propinaron agentes de policía en complicidad con el Jefe del Distrito>>. Además, hubo persecuciones políticas contra los políticos y dirigentes sociales Pablo Antonio Salas, Nicomedes Antúnez, Félix Berroterán y Víctor Viloria, Ignacio Castellanos y otros araujistas. En <<Santa Ana, el coronel Benjamín Villegas trató de asesinar a Alfredo Vale. y más tarde, junto a Alejandro Urbina, Jesús María Blanco y Juan León Canelones, trataron de matar al araujista Juan Bautista Rojas a quien le dispararon a quemarropa>> (Colménter, 90-91). La violencia y el derramamiento de sangre, se ubica en la zona de los “Ponchos”.
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Llegaron muchos efectivos militares del gobierno. Todos bien armados, intentando mantener el orden en aquel solitario pueblo indígena. El temible y aguerrido Jefe Civil de la comarca, había ordenado la persecución de los “Ponchos” araujeros. Los capturados, lo que temían, era la posibilidad de salir en parihuela. No era ningún convento de aislamiento donde estaban, era la fría celda de La Puerta, pueblo aislado de la serranía de La Culata, en el estado Trujillo.
Desde que hirieron a uno de sus amigos y copartidario, se envalentonó y mantenía lleno “el pote” de la Jefatura Municipal, con los sospechosos o involucrados en la trifulca del 10 de junio de 1887. Este día, ocurrió un suceso, que perturbó la tranquilidad pública. El historiador trujillano, Felipe Colménter, reseñó en su tesis universitaria, este hecho de armas, así: <<El 10 en la parroquia La Puerta hubo varios muertos a causa de una riña colectiva>> (Semanario “El Trujillano”, N° 504, de junio de 1887. En: Felipe Colménter. Economía y Política en Trujillo durante el Gusmancismo 1870-1887. Páginas 90 y 91. Impresos Urbina. Caracas.1983). Pero días después, se le presentó gente armada de Jajó y La Mesa de Esnujaque, se concentraron en la plaza real, y recorrieron el pueblo, como para exhibir la dignidad del partido conservador. Pero mucho más temor lo abrumó, cuando bajaron los montoneros de la Cordillera de La Puerta.
Podemos afirmar que en ese tiempo, la principal tropa de La Cordillera, la comandó el legendario coronel Sandalio Ruz, quien tenía una respetable organización de parentelas, con campesinos, indios, parceleros y arrendatarios, que se convertían con un solo llamado, en hoscas montoneras macheteras, cuya participación era necesaria para cualquier movimiento en el vic vac de toda la Sierra de La Culata, entre Trujillo y Mérida. Al coronel Sandalio, lo llamaban el “Justiciero”, a raíz, de que hizo su propia revolución contra los liberales, saqueó y quemó la casa y hacienda de los González, en El Burrero, como ajuste de lo que le habían hecho con sus bienes de “Los Aposentos”; para esa jornada se llevó a los “Zarcilleros”, unos montoneros gitanos de pelo largo y aretes, que se movían a caballo en los pueblos del sur del Lago de Maracaibo y las islas del Caribe. La memoria familiar recuerda que, no era Araujero, pero coincidía con las ideas de defensa de la propiedad privada y de la autonomía de Trujillo; con los Baptista tuvo mayor afinidad y acercamiento y los siguió años después, en campaña y varias de sus acciones militares.
La otra tropa, era la del “Jurungo” Giuseppe Burelli, quien para este tiempo ya se hacía entender con los de la Cordillera, y tenía su pequeño grupo de parientes, parceleros, arrendatarios, medianeros y amigos, entre los que se recuerda a Cesáreo Parra, el “Roble” Pabón, los Paredes, con los cuales constituyó una incipiente montonera, para defender las posesiones de su esposa doña Petra Cantalicia García, terrateniente y dueña de posesiones como “El Contrafuego” en Valera, otra en las “Vegas de Motatán”, y las de “El Censo”, “Media Loma”, “San Martín” y “Quebrada Seca” en jurisdicción de La Puerta, la coincidencia en cuanto a la defensa de los bienes, además del carácter inquieto, aventurero, conspirador, jugador del “Jurungo”, lo llevó a sumarse a las huestes conservadoras, que jefatura el general Araujo y luego los Baptista.
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En esta ocasión, tanto el Cura León, como el Mayordomo de la Iglesia, fueron llamados para los actos fúnebres de los caídos en la “riña colectiva”. Estuvieron pendiente esos días, para mantener abierto el viejo templo de San Pablo Apóstol.
- Como que les están cobrando las que debían y las que no, también. Fue lo que le dijo el padre José Asunción León al mayordomo de la iglesia. Se encontraban –como rareza-, sentados en uno de los escaños, cerca del armonium.
- No Padre, lo pasado pisado, eso quedó en el pasado. Son araujeros, también son colaboradores en la pacificación de la región, Ño Fuan, ha sido llamado por el general Guzmán a Caracas. Le respondió Miguel Aguilar, el mayordomo de la iglesia. El cura no estaba muy enterado de las razones de tanto muerto, porque vivía en Mendoza y venía dar misa una vez por mes, no lo querían los indígenas.
- ¿y por qué tanto muerto, Miguel?
- Asegún me comentó el amigo José Miguel Bustos, que ha estado aquí, la mortandad de araujeros de esa refriega, se debe a que las lagartijas, tomaron definitivamente el toro por los cachos. En efecto, el legendario general Juan Bautista Araujo, se encontraba en Caracas.
- ¿No serán lavas de Ño Fuan? Dijo el cura, mientras se levantaba a apagar la vela que recién había encendido a San Pablo Apóstol.
El comentario del cura, vino por lo de la muerte reciente de Filadelfo Araujo, <<hijo del General Juan Bautista Araujo a causa de una herida que le ocasionó Carlos Briceño Vázquez, hecho ocurrido en Trujillo el 4 de diciembre de 1886>> (Colménter, 90). Gabaldón.
Al retomar la conversación, el padre León, se volvió a sentar, y Aguilar le comentó:
- Dicen que fue que al jefe civil “se le fueron las tapas”, porque ordenó que le echaran plomo “por parejo” a los godos.
- Es lamentable, es buena persona, pero se apasiona. Dijo el cura.
- Eran vecinos en su mayoría, gente valiosa, agricultores, su único delito es ser “ponchos”, que es como decir, seguidores del “León de la Cordillera”.
- Si y ardidos también, por haber sido derrotados por los lagartijas. Le expresó el sacerdote.
El 18 de junio, varios de los apacibles moradores que no pasaban de 230 aborígenes y vivían en menos de 70 casas dentro del perímetro del Resguardo, presenciaron la discusión entre partidarios de los conservadores “Ponchos” y los “Lagartijos” del partido de gobierno liberal, que se transformó en una pelea con armas, denominada por las autoridades y la historiografía como “riña colectiva”. En el mismo Semanario “El Trujillano”, se reseña este deleznable suceso, <<El 18 se denunció al Jefe Civil de La Puerta por proclamar el crimen como necesidad, perseguir padres de familias ordenando incluso que los maten donde los encuentren, por heridas de bala causadas a Miguel González, por ordenar matar a todo aquel que se haga llamar Araujista>>, (Colménter, 90). Sin duda, es uno de los más severos y graves transgresiones en la sociedad, la propia barbarie, el jefe civil se arrogaba ser la justicia y la ley, se limpiaba el rastro con el ejemplar de la Ley Penal y el de la Constitución, que tenía en el escritorio. El poder y la ley lo imponía solo él y el revólver que llevaba ajustado al cinturón.
A quien le dieron los tiros, fue al hacendado Miguel González conocido como «Miguelón», quien era un apasionado luchador liberal, de armas tomar, casado con Bárbara González, padres de Clemencia González, esposa de Abdón Lamus, rico comerciante y benefactor de la iglesia de La Puerta, hijo de Juan Pedro Lamus, terrateniente de la Medía Loma, El Pozo y La Puerta.
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- Aguilar, fíjese que en Mendoza, por estar más cerca de Valera, ya se están preparando para la de guerra <<por parte de las autoridades liberales, causando zozobra y alarma a los ciudadanos a quienes imponen empréstitos y bagajes forzosos>> Mendoza, por tradición es zona goda. (Colménter, 91). Le comentó el Presbítero merideño.
- Padre, el mismo Ño Fuan ha pedido garantías. Agregó el mayordomo.
Aguilar quien vivía también en Mendoza, era hacendado, ahora de tendencia liberal. Tenía gente que lo ayudaba en su función de cuidar del templo San Pablo Apóstol de La Puerta, de sus bienes y terrenos. Se afirma en las actas que cuando el gobernador Gral. Trinidad Baptista, le informaron que fue el más votado por la feligresía para dicho cargo, le dio el nombramiento <<despachándole titulo en propiedad, con fecha 2 de marzo de 1882>> (Libro de Fábrica San Pablo Apóstol de La Puerta. Archivo Histórico Diócesis de Trujillo).
- Le voy a decir una cosa, estos hechos dan una idea de la anarquía reinante, y los eternos sectores en pugna, logran rápido con cualquier pretexto, la inestabilidad política en la región, lo que va en contra de la gestión mejoradora o modernizadora de Guzmán Blanco quién para colmo de males, se va del país. Le respondió el Cura León.
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- Mirá aquellos indiecitos malartes, averiguando y revisando las mortajas de los que van a enterrar. Se le percibió apenas al Sacerdote. Coincidiendo con el parecer de este, casi con fastidio, Aguilar respondió:
- Cuando será que se van a decidir a aplicar el decreto de partición, casi toda la tierra la tenemos dividida. Manuel González y yo, ya le dimos poder en el tribunal de Jajó, al Dr. Onofre. Los Quevedo no se deciden, porque disque Leopoldo Baptista y los Araujo no les han dado las órdenes.
Fue durante estos días del gobierno del carachero y viejo Gral. Juan de Dios Perdomo, cuando se planifica el zarpazo y se introdujo la demanda para apoderarse de las tierras del Resguardo Indígena, donde hoy se encuentra ubicada el área urbana de La Puerta. En la fase inicial del juicio de partición, en mayo de 1887, en el Tribunal de Trujillo, demanda Samuel Quevedo, un gamonal lugarteniente del jefe de los oligarcas general Juan Bautista Araujo, como apoderado de unos supuestos indígenas (Gabaldón: 41). Y, como demandados, aparecen los supuestos indígenas: Miguel Aguilar, hacendado de Mendoza y Mayordomo de Fabrica de la Iglesia de La Puerta, Manuel González, integrante de la “Gonzalera”, así como, un Rubén Carrizo, y Gregoriana Moreno, quienes tenían como apoderado a un pariente de aquel Quevedo, de nombre Onofre Quevedo. Contestada la disfrazada y fraudulenta demanda, el tribunal designó Partidor de las tierras al Agrimensor y Bachiller Leopoldo Baptista, personaje que ya se convertía en un encumbrado “Poncho” trujillano (Archivo histórico Registro Principal de Trujillo. Actas del Expediente de Partición, 1891).
- Si, amigo Miguel, seguiremos esperando, a mí también me toca un pedacito, yo no pido mucho. Acuérdese que cuando uno muere no tiene cómo llevarse las fincas ni los barbechos, pa’ donde nos toque. Le expresó el Cura.
- Padre, voy a tocar campanas, porque llegó otro muerto.