Cristo, fuente de fe: hagamos de su presencia histórica una acción para la liberación de Venezuela

«Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad».

   2 Corintios  3,17

 

No porque se acerque una Semana Santa, es que debemos preocuparnos por  un supuesto «recogimiento espiritual» —que tiene supuesta explicación en los días de la cuaresma misma—,  para simplemente reafirmar con nuestras tradiciones que desbordan religiosidad e incompresible fe en todo tipo de esparcimientos y expresiones folclóricas, que incluso convierten su intención mística en pagana.

La reflexión que hemos de hacer sobre el personaje más encumbrado de la Tierra,  Jesús de Nazaret;  sin desmedro del ‘culto’ donde permanece, como si se tratara de un Ser nomás susceptible de devoción;   también debe ser reorientada  en función de las reivindicaciones colectivas. El sentido filosófico y teológico de la cristología,  sugiere seguir lo que ya muchos han venido proponiendo y  practicando en torno a la proyección del pensamiento cristiano, cual es el aprovechamiento dual de esa fe para  alcanzar el  bienestar material; o sea, humano;   y por supuesto la salvación.  Esto sería como robustecer y orientar la conciencia histórica del cristianismo para conquistar la felicidad terrena merecida en aras igualmente del trascendente destino espiritual.

Revisando las  enseñanzas del Nuevo Testamento —en las versiones sinópticas de sus autores—  explicación y motivo de la cristología, en sus dimensiones mística e histórica, observando a un Cristo de carne y hueso:   rechazado y aclamado, transformador, inclusivo, amante del prójimo;  también susceptible de diversas interpretaciones que lo colocan al margen de lo terrenal;  un ser que como humano experimentó igualmente iracundia,  tribulación y  abandono del Padre en los cruentos momentos de su pasión, del martirio y el suplicio;  es que debemos asumirlo como guía de los movimientos inequívocos de reivindicación humana, frente a los crueles oprobios de su opresión, que son una ofensa al Creador.

Considerando la terrible realidad venezolana;  en la que las opciones de lucha para salvar nuestro país —y con ello recuperar nuestro bienestar y felicidad individual y colectiva y el perfil institucional e histórico de la patria— se han minimizado;   debemos validar ideologías y  encíclicas políticas,  afines a la Teología de la Liberación  —y por ende a la cristología histórica— para rescatarnos a nosotros mismos.

En este sentido han de manifestarse  los líderes cristianos, sin que parezca eso sí:   que se le está haciendo el juego a los causantes de esta lamentable situación;  que se están colocando compresas de agua tibia a un  país que ya parece desahuciado;  y que estamos abandonados a la ‘voluntad  de Dios’ y en las férreas manos de quienes mantienen la tragedia que perjudica a millones de compatriotas y a otros más allá de nuestras fronteras.

Esa podría ser la actitud de los cristianos —preferentemente venezolanos—, asumida de manera regular y permanente;   ya no como una práctica meramente mística de rezos y oraciones, sino como una lucha efectiva de movilización y unificación de criterios y esfuerzos con los demás sectores de la vida nacional, para lograr la configuración real de una Oposición que coherentemente pueda producir el cambio político que espera Venezuela para su pronta reconstrucción.

Se trata de evocar y emular, sin rodeos ni acomodos, al Jesús monumental e histórico;  de utilizar su  energía, represada en los corazones de fe, para producir el bienestar humano, a través del cual hemos de cumplir nuestra misión, de ser merecedores de esta oportunidad maravillosa e incomparable que es la vida, partiendo del cuidado y amor por ella, en cada actividad en la que se reivindique claramente la condición humana y el respeto por su espacio.

¿Por qué conformarnos con una  posible salvación —que es bastante— solo porque estemos exentos de pecado o de abominaciones morales, o porque ya Jesús pagó por adelantado nuestros errores y excesos?  sin que se nos pase por la mente que Jesús en sus procederes se preocupó por los sufrimientos humanos, y encaminó su movimiento de seguidores a todos los lugares para dar a conocer la intención divina y realizar la lucha que ha de ser interminable mientras el drama de la iniquidad social y antipolítica persista.

Que sea nuestro caso —y este un mensaje crítico de la fe que atesoramos—,  otra de las transformaciones políticas que se  lleven a cabo en nombre de Cristo Jesús.

Luis A. Villarreal P.

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