Venezuela en los últimos años ha pasado por diferentes coyunturas que han impactado negativamente la situación económica del país, la línea de separación entre la clases sociales cada vez son más evidentes y para muchos, esalínea que dividía la clase alta con la baja se disolvió.
Frases como “tierruo” y “niche” son algunas de las palabras que diariamente se repiten en la sociedad hacia los menos privilegiados; desafortunadamente en Venezuela el salario mínimo no llega a los 7 dólares mensuales y la mayoría de la población desempeña labores en instituciones públicas.
La ENCOVI 2022, publicada por la Universidad Católica Andrés Bello, arrojó que la pobreza afecta a 81,5 % de la población, es decir, 8 de cada 10 venezolanos no cuentan con los recursos suficientes para adquirir la canasta básica.
En un país donde la mayoría de la población es pobre, el clasismo parece una idea absurda, sin embargo, con frecuencia se evidencia el uso despectivo – racistas incluso – de los términos mencionados por parte de una minoría que vive en riqueza hacia una mayoría que vive en pobreza y también, en un ejemplo aún más triste, por parte de personas que viven en pobreza, hacia otras personas que viven en una pobreza extrema.
La generación de relevo se ha encargado de venir arrogantes e indiferentes, orgullosos de su presunto clasismo y privilegio, tal como el video viralizado de Emely Barile por Tik Tok, quien afirma no mezclarse y no salir con gente “pela bola”, porque la incomodan, la envidian y “son niches”.
La desinformación y el eco en redes sociales de una “Venezuela se arregló”, justifica de manera racista y discriminatoria, un discurso de “sifrino” victimizado y despectivo, sin empatía por la precariedad o falta de oportunidades en una Venezuela que se las niega a los más jóvenes y vulnerables.
Por ende, el clasismo hoy día se trata de un fenómeno que merece un estudio y una reflexión como mínimo, para tratar de cortas los daños colaterales que traería el auge de este flagelo en la sociedad.
Por: @delgadomeiler ECS