Por: Nicolás Luco (*)
(Tomado del diario El Mercurio / Santiago de Chile)
No me nace el pesimismo, al revés.
Me rebota una escena de la película «El puente sobre el río Kwai» (1957): el actor Alee Guiness, como el coronel Nicholson, tras ser liberado de su prisión, una caja de latón, se yergue sucio y pálido, desempolva su gorra de soldado inglés y se alza como un amanecer: digno, ovacionado.
Levantarse.
Tan posible que es deprimirse. Dejar pasar.
El doctor Carlos Vignolo celebró sus 50 años de profesor en el Departamento de Industrias de la U. de Chile. Tan querido.
Asistió incluso la rectora, Rosa Devés. Vignolo abrió unas ventanas, aunque manifestó su no optimismo ante lo que él llamó «el colapso».
Éramos más de 70 en la mansión que había sido del presidente Arturo Alessandri, en República. Notable el parquet y la luz de mediodía, que no disfrutaron unos 800 conectados en línea.
Lo que yo diga no es la charla, dijo Vignolo, la charla es lo que cada uno escucha.
Mucho personaje, investigadores e investigadoras. Les dijo que no descubrían nada, sino que inventaban paradigmas.
Todo su decir fue invitarnos a conversar de otro modo. Dejar la idea de que somos lobos, egoístas, competitivos, malos. Abogó por reconocernos como seres biocola-borativos.
Humberto Maturana revoloteaba por ahí, con esa idea de que la realidad no existe, la construimos. Paradigmas y estados de ánimo.
Temprano, levantarse agradeciendo. «En este nuevo día que me concedes, ¡oh Señor!, dame mi parte de alegría y haz que consiga ser mejor», escribía Mistral.
Agradecer la vida, otro día. Y luego, dijo Vignolo ante esos escuchadores que reconstruían lo que oían, lo bueno es meditar. Salirse del pensar, encontrar el silencio. Todo esto lo fundaba en trabajos iluminadores: hablaba ante decanos, alumnos y alumnas, profesores y profesoras. Yo acogía su esperanza.
De hecho, esta misma mañana agradecí el día y luego encontré el silencio para meditar. Así escribo esta columna.
Después, Vignolo nos invitó a separarnos en mesas de a seis, ojalá desconocidos. Hablen tres minutos sin controles y, sobre todo, practiquen un escuchar reverencial.
Antes yo había conversado con Carlos Vial, que hacía 36 años me había hecho un favor maravilloso en Aysén. Con Francisco Brieva, con Sol Siré, con Eduardo Bitran… No quedaron en mi mesa.
Me tocó un grupo abierto, confiado. No puedo publicar quiénes ni qué dijeron. Practicamos el escuchar reverencial.
Después, la instrucción de Vignolo pedía practicar la aceptación, los paradigmas diferentes. Y las instrucciones siguientes resultaban más desafiantes: sentir el agradecimiento por el otro o la otra. Y, finalmente, abrigar la admiración.
Al cierre, me sentí acogido como el coronel Nicholson tras la prisión. Y fui reconociendo cuán posible era pasar por las etapas: escuchar con reverencia, aceptación, agradecer por el otro, admirar.
Desde esa interacción, es posible cambiar mis paradigmas, es lo que aprendí. Acometer tareas con otros. Y conversar. Quedamos, con dos que conocí, de juntarnos.
Para recorrer, sin eludir conflictos.
*NICOLÁS LUCO, periodista. Se formó en la Universidad de Chile. Fue docente de Periodismo en las universidades de Chile, Diego Portales y de la República. Trabajó durante 32 años en El Mercurio, dedicándose a diferentes secciones, destacando Ciencia y tecnología y el suplemento Siglo XXl. Actualmente escribe columnas semanales para El Mercurio.