Consultorio para el alma: un sacrificio extraordinario

 

 

Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas. (Romanos 9:1-4a).
Hace unos años, cuando leí por primera vez el pasaje de hoy me sentí confundido. Pensé: «Espera un minuto Pablo, ¿no acabas de enseñarnos que nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús?, ¿No incluirá eso abandonar su salvación por alguien más?. Sabemos que nosotros nunca podemos rendirnos o perder nuestra salvación porque la buena obra que Dios ha comenzado en nosotros, Él la terminará. (Filipenses 1:6: «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.») Entonces ¿Cuál es el punto de Pablo? Creo que su pena y angustia eran tan grandes por su gente que él haría cualquier cosa por hacerlos conocer a Jesús.
Piense en esto durante un minuto, éstos eran la misma gente que lo apedrearon y le pegaron en múltiples ocasiones, planeó su asesinato, y siguió adelante a las ciudades que él visitaría para promover el malestar y amotinamiento contra él. Ellos parecían más enemigos que alguien a favor de quien usted sacrificaría su propia salvación”.
Cuando me dispuse a escribir el tema de hoy, el Señor me trajo algunos episodios desagradables de las profundidades de mis bancos de memoria. El Señor sabe que, como Pablo, puedo ofrecer un gran sacrificio a cambio de la vida de uno de mis miembros de familia que amo profundamente (mi gente). ¿Pero haría yo algo así por un vecino poco amistoso, alguien que sostiene un punto de vista político o moral contrario, o uno de nuestros «enemigos profesos nacionales»?. Probablemente no, pienso que es el punto del mensaje de Pablo hoy: Si realmente entendemos la profundidad y la anchura del amor de Dios por nosotros, como expresó la muerte de su hijo Jesús, entonces queremos hacer sacrificios extraordinarios a favor de la gente. Incluso a aquellos que no conocemos, que no nos gustan, o a quienes no les gustamos nosotros.
¿Quién le resulta difícil de amar? Lucas 6:32, 35-36: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?. También los pecadores aman a los que los aman… Pero ame a sus enemigos, hágale bien a ellos… Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien… y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sé, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Esta es probablemente, una de las Escrituras más difícil para nosotros de seguir porque es contra intuitivo (esto va en contra de nuestra naturaleza). Pero ¿no va en contra de nuestra naturaleza pecadora la mayor parte de lo que Dios nos llama a hacer?, ¿A quién tiene usted que amar hoy? ¿Cómo lo hará usted?

Salir de la versión móvil