Por: Cassiana Tardivo*
“Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él” (Proverbios 26:2)
Antes perdíamos hijos en los ríos, en los matorrales, en los mares, hoy los hemos perdido dentro de su habitación. Cuando jugaban en los patios oíamos sus voces, escuchábamos sus fantasías y al oírlos, a la distancia, sabíamos lo que pasaba en sus mentes.
Cuando entraban en casa no existía una TV en cada habitación, ni dispositivos electrónicos en sus manos. Hoy no escuchamos sus voces, no oímos sus pensamientos. Los hijos están allí, dentro de sus habitaciones, y por eso pensamos que están seguros. Cuánta inmadurez la nuestra.
Ahora se quedan con sus auriculares, encerrados en sus mundos, construyendo sus saberes sin que sepamos lo que es… Perdiendo literalmente la vida, aún vivos en cuerpos, pero muertos en sus relaciones con sus padres, encerrados en un mundo de Tecnología que en nada contribuye a la formación de niños seguros y fuertes para tomar decisiones moralmente correctas y de acuerdo con sus valores familiares.
Dentro de sus habitaciones perdemos a nuestros hijos con las drogas, las conversaciones con malos amigos, la pornografía, inmersos en un mundo de fantasía. Muertos de su identidad familiar… Se convierten en una mezcla de todo aquello por lo que han sido influenciados y los padres no siempre saben lo que sus hijos son o hacen. Como Psicopedagoga he visto tantas familias enfermas con hijos muertos dentro de la habitación, entonces te hago una invitación y, por favor acepte: Te invito a sacar a tu hijo de la habitación, de la tableta, del celular, del ordenador, del auricular, te invito a comprar juegos de mesa, tableros y tener hijos en la sala, a tu lado por lo menos 2 días establecidos en tu habitación semana a noche (más allá del sábado y del domingo).
Y juegue, diviértete con ellos, escucha las voces, las palabras, los pensamientos y que tengas la gran oportunidad de tenerlos vivos, «dando trabajo» y que ellos aprendan a vivir en familia, se sientan pertenecientes en el hogar para que no necesiten aventurarse en esos juegos locos para sentirse alguien o tener un poco de adrenalina que antes tenían con las bromas en el patio. “Con sabiduría se edifica una casa, y con prudencia se afianza” (Proverbios 24:3)
*Psicopedagoga
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