Francisco González Cruz
Uno de los factores más importantes del desarrollo humano integral y sostenible es la confianza, que consiste en la certeza de que tanto uno mismo como los demás van a responder adecuadamente a lo que se espera. Tiene que ver con las expectativas positivas que se tienen de las personas, de las organizaciones e instituciones. Así mismo se relaciona con la certidumbre, credibilidad, responsabilidad, aceptación y saber que se puede contar con que la persona, el funcionario, el negocio o la institución van a actuar o a responder de la manera correcta y honorable frente a uno situación dada.
Es parte sustantiva de lo que ahora se llama capital social, que incorpora además la solidaridad, el servicio a los demás, la participación en organizaciones civiles de voluntariado social o cultural, además de las redes que entrelazan dichas personas y organizaciones.
La confianza eleva la calidad de las personas, de las familias y las comunidades. Así mismo de las instituciones y hace que la vida social sea más segura y sosegada. La crisis de confianza en una de las peores cosas que pueden suceder pues si no hay crisis la provocan y si la hay la agravan. Cuando una persona, un líder o una institución pierde la confianza lo pierde todo. Y recuperarla es todo un desafío.
Con seguridad allí está el corazón de la tragedia que sufre Venezuela, donde existe una gravísima crisis de confianza, muy profunda y extendida. Sumada, quizás como consecuencia al déficit de participación en los asuntos públicos y en la membresía de las organizaciones de la sociedad civil, verdaderos motores del ejercicio ciudadano.
Existe una investigación promovida desde el Centro de Desarrollo Humano Sustentable de la Universidad Valle del Momboy que trata de documentar esta realidad, mediante encuestas para evaluar la densidad de capital social en sus componentes de confianza a personas e instituciones, participación en organizaciones civiles y en trabajo comunitario. En varios años de este trabajo, más de dos mil encuestas aplicadas en el estado Trujillo y unas 20 localidades del occidente del país, los resultados son patéticos.
La investigación revela un profundo y extendido déficit de confianza, tanto en las personas como en las instituciones, en particular con los que representan a los cuerpos de seguridad pública, el poder judicial y al poder público en general, incluyendo a los políticos. La desconfianza se extiende en menor medida a los religiosos y sus instituciones, periodistas y medios de comunicación social y la confianza es un tanto mayor en los maestros, profesores, las universidades y sobre todo los médicos. La única institución que se salva de la desconfianza es la familia, que aparece como el refugio más seguro y confiable, junto a los amigos más cercanos.
Casi nadie pertenece a una organización civil de trabajo voluntario y la mayoría confiesa que no participó en el último año en ninguna acción cívica en su comunidad. Prácticamente su participación se reduce a la interacción por grupos de Internet.
La construcción de confianza en uno de los más grandes desafíos que tenemos que enfrentar. Los caminos se conocen, pero entre los más evidentes está en la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y el deterioro del lenguaje es uno de los mayores logros de estos años de socialismo del siglo XXI.