Colombia va bien. Está progresando en la misma dirección en que lo hizo Venezuela en la segunda mitad del siglo pasado: progreso político, económico y social. Deben ponerle atención al tema de la desigualdad. Para Venezuela es buena noticia que a Colombia le vaya bien. El progreso de ellos anticipa el que tendremos nosotros en el futuro próximo. Además, son muchas las familias colombianas que han venido de Colombia. Ahora es Colombia la que está recibiendo a muchas familias venezolanas. Las cosas no han sido fáciles ni para colombianos ni para venezolanos. La guerra de la independencia la libramos juntos. Fue una guerra muy cruel y muy sangrienta. Después de la independencia en Venezuela tuvimos la guerra federal que duró cinco años.
En Colombia se produjeron por lo menos ocho guerras civiles que culminaron con la llamada “guerra de los mil días” que costó la vida a más de cien mil colombianos. Rafael Núñez, líder de la llamada “Regeneración” y dos veces presidente llegó a decir “la regla en Colombia ha sido la guerra civil, la excepción ha sido el orden público”.
Por cierto, que mientras en Colombia se libraba la guerra de los mil días, el naciente imperio norteamericano aprovechó para tomar el canal de Panamá. En esos mismos años los venezolanos estábamos distraídos con una de nuestras tantas confrontaciones internas, la Revolución Liberal Restauradora y el imperio británico aprovechó para despojarnos de la Guayana Esequiba.
El siglo XX colombiano también estuvo plagado de violencia. Basta con recordar el asesinato, en el mes de abril de 1948, de Jorge Eliezer Gaitán que desató el bogotazo, y un largo período de violencia que todavía no termina de extinguirse completamente. A mediados de los años noventa, Colombia fue calificada por el director de la DEA José Toft como una “narco democracia” y la revista Foreign Policy consideró a ese país como un “estado fallido”.
Al momento de tomar posesión de su cargo como Jefe del estado colombiano Álvaro Uribe convoca a sus compatriotas a “retomar el lazo unificador de la ley, la autoridad democrática, la libertad y la justicia social, extraviado en momentos desapacibles de la historia”, pero advertía sobre las dificultades que tenía que afrontar su gobierno: millones de ciudadanos viviendo en la miseria. Más de la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza y un cuadro de violencia y de inseguridad incompatibles con el orden democrático y con el progreso económico.