Por: Luis A. Villarreal P.
Tal y como nos lo explican las circunstancias —las mismas que la gente común puede percibir y padecer en su contacto con las demás personas, de su familia disgregada, de la decadente actividad laboral cualesquiera que esta sea, traducidas en limitaciones y frustraciones, personales y colectivas— estamos viviendo un estado de impotencia que solo la esperanza y la resiliencia pueden aguantar.
Por un lado, está la decepción personal por las necesidades y penurias individuales, soportando la pobreza, la miseria y ruina de unidades productivas, del empleo y su salario, de jubilados y pensionados, de la seguridad social, del derecho al estudio, y la imposibilidad de no poder realizarse como debiera.
Por otro lado, la preocupación ciudadana que tiene que ver con la actitud que hemos de asumir ante la comunidad —urbana y rural— de la parroquia y el municipio; del estado, donde vemos infuncionalidad y carencias por dondequiera.
Sin luchas genuinas por el mejoramiento de nuestro hábitat, del ambiente, de nuestra actividad cultural libre y no oficializada, con servicios decadentes, estamos viviendo ‘constreñidos’, como en un simple refugio en el que pulula la mentalidad neutra y el conformismo. Así vamos languideciendo a diario, observando el desgaste o desaparición de las instituciones democráticas de nuestro país.
Mostramos la terrible realidad a cuestas, ante naciones que sí propenden al trabajo y civilismo en aras de su bienestar y futuro promisor, porque sencillamente cuentan con dirigentes formados para hacer política y no antipolítica, que concursan por hacer servicio público a la nación y no enrolarse en en el poder para lucrarse en beneficio personal y de quienes los acompañan en sus egoístas e irresponsables ambiciones de sojuzgamiento.
Venezuela ha contado con mucho apoyo de la comunidad internacional y de sus organismos multilaterales, pero ha sido insuficiente para alcanzar las metas de libertad y cambio, debido a otros problemas que han requerido prioridad. No obstante, nuestras circunstancias aun con las esperanzas electorales para 2024 siguen siendo inciertas.
Estamos atentos a cuál va ser la actitud del próximo gobierno de Colombia, presidido por Gustavo Petro, de quien se conocen sus filiaciones castristas y guerrilleras, porque suponemos actuará en la misma dirección que Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina, México y Perú, y otros países, que han optado por apoyar el régimen venezolano que tanta debacle y sufrimiento ha causado.
De haber resultado Rodolfo Hernández presidente, tampoco traía buenas nuevas a la causa democrática de Venezuela. Y es que aun viendo la posibilidad de ganar las elecciones, se expresó de manera absurda y retrógrada al asegurar que ‘no intervendría en el problema venezolano’, por cuanto eso era ‘asunto de venezolanos’ y para evitar que tampoco se metieran en los de Colombia’.
El gobierno de Petro ya ha creado expectativas —por no dejar, o actuando con demagogia— invitando a asumir un ‘Gran Acuerdo Nacional’, e incluyendo en tal determinación al preclaro expresidente Álvaro Uribe Vélez, a quienes muchos le han dado por muerto, sin darse cuenta que ‘no no, no estaba muerto… ‘. Lo que da a entender en cierto modo que si hay algún líder acatado y respetado —no por sus rivales, obviamente— es Álvaro Uribe.
Pero más allá de Uribe —que no ha necesitado ser presidente para luchar por la proyección de Colombia y por la democracia americana—, también figuran las soleras partidistas liberales del Partido Liberal, Partido Conservador, entre otros, que en conjunto con el Centro Democrático, conforman una holgada mayoría parlamentaria [que ejercerá hasta el 2026] en las dos cámaras. Pese a las dádivas que le puedan ofrecer, será el atenuante del gobierno colombiano en ciernes.
Además, se espera que el comportamiento de la justicia colombiana y demás poderes no pierdan su autonomía para hacer respetar el estado de derecho, y que el pueblo no permita reformas que tuerzan el propósito democrático en favor de aspiraciones dictatoriales.
Petro, expresó: «He invitado a Álvaro Uribe Vélez, al que me he opuesto durante todo este siglo, a hablar conmigo sobre temas de país. Pero es simbólicamente porque, adicionalmente, lo que queremos es que en realidad millones de colombianos y colombianas se pongan en modo diálogo. Diálogo vinculante, es decir, no es diálogo simplemente por hablar [¿?], y diálogo para tomar decisiones”.
Álvaro Uribe Vélez, aceptó la invitación a sentarse con el próximo presidente, cuando aclaró: «Agradezco la invitación del Presidente Gustavo Petro». «Acudiré a la reunión en representación del Centro Democrático. Son visiones diferentes sobre la misma patria».
Estados Unidos, solo espera la continuación del diálogo en México, con la premisa de ‘ir aliviando sanciones, según se vaya viendo la disposición democrática del régimen por las Elecciones Libres’. Pero según se ve hay renuencia de la parte oficialista a reactivar las conversaciones, porque no las reinician. Tal vez por eso Rodríguez y Blyde fueron invitados a Oslo para la realización de un ‘retiro’ en el que se abordarían aspectos atinentes a la continuación del diálogo.
La Plataforma Unitaria Democrática debe abrir otros frentes de lucha sin desentenderse de las actuales ocupaciones, principalmente para mantener latentes los buenos oficios de otros países en torno a los mismos objetivos. Muy principalmente ante EUA, Colombia, la OEA y la ONU.
Hasta ahora, las circunstancias favorecen al oficialismo, y no se ve el queso en la tostada de la oposición.
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