Miles de personas marcharon en Colombia este domingo en repudio al coche bomba que mató a 20 jóvenes de una academia policial y al presunto agresor, en un ataque atribuido al ELN y que hizo estallar los esfuerzos de diálogo con esa guerrilla en Cuba.
“Nos manifestamos para rechazar toda forma de violencia, sea contra los policías o los líderes sociales”, dijo a la AFP Yeison Torres, un universitario de 19 años.
Epicentro de la movilización, en Bogotá la jornada prevé concluir con un oficio religioso en memoria de las víctimas de entre 17 y 22 años que dejó el jueves el peor ataque con explosivos registrado en la ciudad desde 2003.
“Creo que un grupo que se dedica al narcotráfico, secuestro y vuela oleoductos no da muestras de querer la paz, y menos con acciones como esta de matar a 20 jóvenes”, sostuvo Amanda Ramírez, de 49 años y empleada de un centro estético.
El gobierno y algunos líderes de oposición se sumaron a la convocatoria y caminaron por las custodiadas calles de la capital colombiana.
Varios de los manifestantes se acercaron espontáneamente a los policías para abrazarlos o expresarles su agradecimiento, un gesto que era respondido con lágrimas por algunos uniformados, según observó un periodista de la AFP.
Protesta polarizada
El mandatario, que tras el ataque decidió cancelar los esfuerzos de diálogo que en 2017 había iniciado su antecesor, el Nobel de la Paz Juan Manuel Santos, también invocó apoyo para “doblegar esta amenaza“.
En un país todavía divido por el pacto de paz de 2016, que desarmó a la entonces poderosa guerrilla FARC y legalizó su lucha política, Duque enfrenta críticas y llamados a revisar su decisión frente al ELN.
“Por la vida, negociar es la salida”, gritaron algunos manifestantes en medio de los insultos que le espetaba otro grupo abiertamente contrario a dialogar con “terroristas”.
Última guerrilla reconocida en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) aún no se ha pronunciado sobre las acusaciones del gobierno y la fiscalía que le adjudican el atentado contra la principal escuela de formación de policías en el país.
Aun así, Duque decidió el viernes reactivar las órdenes de captura contra los negociadores del grupo rebelde en La Habana y anunció que redoblará la persecución contra lo que describió como una “máquina criminal de secuestros y atentados”.
Al mismo tiempo ha exigido al gobierno cubano que detenga y le entregue a Colombia a “esos criminales para que se haga justicia”, lo que ha generado una controversia diplomática con la isla.
Anfitrión y garante de las frustradas negociaciones de paz, el gobierno de La Habana aseguró el viernes que cumplirá con los compromisos fijados ante la ruptura de las conversaciones que pretendían acabar con un alzamiento armado de más de medio siglo.
Los protocolos comprenderían la intervención de un país amigo para el retorno de la delegación de la guerrilla.
Según Duque, Cuba no debería ofrecer ninguna garantía a los rebeldes, puesto que su gobierno no se sentó a la mesa de negociaciones precisamente a la espera de que “liberaran a los secuestrados y que cesaran los ataques terroristas”.
Entre los dirigentes políticos que participaron en la marchas llamó la atención de la prensa el expresidente Santos, retirado de la actividad política tras su salida del poder en agosto.
El exmandatario (2010-2018) evitó referirse a la decisión de Duque de clausurar el diálogo con el ELN.
“El país necesita unirse, dejar atrás la polarización, unirse en torno a una causa importante que es no a la violencia, No al terrorismo”, apuntó.
Con unos 1.800 combatientes y una extensa red de apoyo en ciudades, el ELN opera en una docena de los 32 departamentos colombianos.
Surgida en 1964 bajo el influjo del Che Guevara, esta organización reivindica una política nacionalista y es junto a disidencias de las FARC y bandas narcotraficantes de origen paramilitar, el principal desafío en seguridad que enfrenta Colombia.