Pekín, 26 feb (EFE).- Las calles de las ciudades chinas amanecieron hoy adornadas con llamativos farolillos de color rojo, llamados «huadeng», para celebrar el conocido como Festival de los Faroles, con el que se cierran dos semanas de festejos por la llegada del Año Nuevo lunar.
Se trata de rendir tributo a la primera luna llena del año, y lo más típico en el país asiático es reunirse, ya caída la tarde, en torno a parques y avenidas para contemplar los espectáculos de luces de estos farolillos esféricos, que pueden tener formas de animales o flores y se adornan con caracteres chinos que desean buena suerte.
En la capital, Pekín, decenas de residentes se acercaron este viernes a zonas aledañas al pintoresco lago de Shuizhui, en el céntrico distrito de Chaoyang, para pasear y hacerse fotos ante los faroles minuciosamente colocados allí, la mayoría de ellos de color rojo, el más utilizado durante las festividades chinas y sinónimo de felicidad, belleza y éxitos.
Otras de estas piezas iluminadas, que suelen fabricar los artesanos a partir de papel y piezas de bambú, estaban inspiradas en las leyendas tradicionales chinas y en animales mitológicos de buen auspicio como el fénix, el pegaso o los dragones dorados.
También son comunes los espectáculos de acrobacias y las danzas folclóricas, dos de las cuales están reconocidas como patrimonio cultural intangible de China: es el caso del «wuchaozi», un baile con platillos con más de 300 años de antigüedad, y del «chonggehui», otro tipo de danza proveniente de la provincia de Hebei (norte).
El festivo también se celebra en familia con cenas frente a la televisión y preparando unas bolitas dulces llamadas «yuanxiao» o «tangyuan» -dependiendo de si se trata del norte o el sur del país- que se hacen de harina de arroz glutinoso y se rellenan de cacahuetes, sésamo, frutos secos y otros sabores.
La salud, la paz, la virtud, el honor y la riqueza están detrás del significado de ese carácter «yuan», o «redondez», que da nombre tanto al postre como al festival.
Y es que los juegos de palabras -a menudo con base en las supersticiones- son habituales en China hasta el punto de que en la provincia meridional de Cantón sus residentes preparan lechugas la noche anterior porque su pronunciación en chino, «shengcai», se asemeja a los caracteres que tienen como significado «ganar dinero».
Asimismo, es típico juntarse para adivinar los acertijos escritos sobre la cubierta de los farolillos -que también tienen modalidades voladoras que se sueltan al cielo- o de pequeños trozos de papel que cuelgan de los mismos.
El Festival de los Faroles se celebra en China desde hace más de dos milenios y tiene su origen en la época en la que el budismo se popularizó en el país, cuando los monjes iluminaban sus templos como muestra de respeto.
Las dinastías imperiales, que imponían toques de queda durante la noche, permitieron entonces a las clases populares salir a colgar sus faroles de fabricación casera, con lo que gradualmente tal actividad se convirtió en tradición y en un festejo propicio para socializar.
Hoy día, el Festival de los Faroles es laborable para la mayoría de los chinos, aunque registros históricos señalan que en tiempos imperiales era una jornada de asueto, al menos para los altos funcionarios de la corte.