Chegué, histórico, fenomenológico y místico / Por Oswaldo Manrique  

Sentido de Historia

 

 

El espacio geohistórico

 

 

Desde los primeros años de expansión y desplazamiento de la civilización Chibcha – Mukus desde Tunja, y la nación Timoto hasta las inmediaciones del lago de Coquivacoa (Maracaibo), como salida al mar Caribe, este lugar de paso intermontano, tuvo y tiene su importancia. Nuestro vecino Ángel Alfonso Araujo, ex Prefecto de la parroquia La Puerta y nativo de Chegué, nos reveló que <<Chegué queda cerca de «Los Asientos», donde se origina el agua que va a dar a la Quebrada de San Martín, cerca de La Lagunita,  forma parte del Parque Nacional Sierra La Culata. Para llegar a Chegué, desde El Paramito, a pocos pasos de La Lagunita, a pie, se pueden gastar unos 40 minutos, esos eran antiguos caminos de caudillos, que se trasladaban en mulas>> (Conversación con Ángel Alfonso Araujo en La Puerta, 3 enero 2024), caminos construidos, andados y usados por los indígenas para el traslado de carga a pie, desde los pueblos andinos hasta el Lago de Maracaibo.

Como  complemento Araujo nos explicó que, <<es un sitio por donde se llega a la Cañada Grande, donde hubo el accidente en el año 51 y se ve la Cruz Colorada, desde este punto se ve también parte de lo que es el Lago de Maracaibo. Cañada Grande queda frente a la Laguna Negra a una hora y 20 minutos a pie>> (Conversación citada), se cumple una jornada de camino, tanto a pie, como en bestias para trasladar los productos, los viajeros lo tenían como sitio de paso y de durmienda, para continuar la marcha al día siguiente.

Por su parte, Esteban Quintero, nuestro baqueano y conocedor, agrega que, <<de la Cruz Colorada hay un camino que lleva a la Cañada Grande y a Monte Carmelo y la otra que va a las Escaleras de Piñango>>. (Conversación con Esteban Quintero. La Puerta. 17 marzo 2024); nos ubica en el Páramo de La Puerta, Siete Lagunas, a más de 3.500 msnm.

Igualmente Araujo nos  indica que,  <<hay sitios cercanos ahí, que se llaman la Laguna El Perol, otro sitio se llama Los Chorotes, otro se llama La Gallera, otro se llama El Purgatorio, donde realmente lo que hay es cría de ovejos y las famosas vacas lanudas, que es muy escasa. Se sembraba en mi época de infancia mucha papa del tipo “Negra”, la “Carraca” y la denominada “Acema”, además, del trigo que se sembraba para el alimento de nuestras familias>> (Conversación con Araujo), esta producción se da, a pesar de la debilidad de su suelo y el severo clima que allí abruma.

Se puede apreciar que los caminos, incluyendo las famosas “Escaleras” de piedra bruta, tanto las que dan a las Lagunas, como las dirigidas a Piñango, obra precolombina, su ubicación cercana  al Santuario Indígena Maen Shombuk (Siete Lagunas), se condensa  en un sitio aislado, como protegido tanto por la naturaleza con el torbellino del viento, la oscuridad y el arcoíris, como por la poca afluencia de los seres humanos, como si fuera la divina providencia, por eso, me atrevo a señalar que en Chegué pareciera que lo místico y fenomenológico y sus características reales y atmosféricas, se confunden con lo místico y lo ancestral.

El geógrafo trujillano, Francisco González Cruz, en su trabajo sobre geografía del estado Trujillo, indica que, dentro de los tres grandes relieves, de esta entidad, se encuentra la Sierra de La Culata, que precisamente,  <<penetra por el sur del estado en el páramo Chegué o Malpica (3.894 msnm) y va descendiendo paulatinamente en dirección noreste a través de los páramos Siete Lagunas (3.724 msnm), de La Puerta (3.331 msnm)>> (González, 250). Este importante dato, nos responde varias interrogantes, que existen en relación a este interesante y excepcional lugar.

 

 

Algo de Historia: Chegué, gélido, histórico y mítico

 

 

Los primeros pobladores se asentaron y vivieron en dichos páramos y en el valle de Bomboy, alrededor de 3.000 años antes de ahora, como parte del proceso de expansión de los Chibchas-Mukus, de donde se desprende la nación Timoto, tomando en consideración el espacio que conduce al lago de Maracaibo  (Coquivacoa) como salida al mar Caribe.

Sobre noticias de vida prehispánica en este lugar, existe una interesante referencia, en la investigación del arqueólogo Kider, al encontrar una reliquia o figura de barro, de  <<Cabeza ovalada, cuerpo hueco, un espécimen tosco del Páramo Alto Chequé, Distrito Valera, Trujillo, tiene patas, muy juntas y otras características no inusuales. PL XVIII es probablemente andino, aunque se dice que proviene de Maracaibo>>. (Alfred Kider. Arqueología del noroeste de Venezuela, Vol. 26. Pág. 133. 1944); muy posible que, si no fue elaborada allí, haya sido usada y dejada en este sitio de paso, por algún transeúnte venido de algún pueblo del Lago de Maracaibo o de la Sierra Nevada o Tunja. Otros investigadores como Vellard, han encontrado más vestigios de ese periodo, pero localizados en el Páramo Siete Lagunas (cercano a Chegué, La Puerta), como los que se encuentran en exhibición en el “Museo del Hombre”, en la ciudad de París, y en el “Tulene Bertoni”, de Valera.

Por la poca información existente, recurrí al testimonio de personas vinculadas con este sitio. Nos relató Ángel Alfonso Araujo, ex prefecto de La Puerta, y nativo de Chegué, que a comienzos del siglo 20, de forma rápida, comenzaron a aparecer casas de tapiales, construidas por la familia Araujo, en su ancestral técnica de barro, con la intención de poblar el sitio y de explotar la agricultura y la cría; <<La familia Araujo fue de las pocas y más antiguas  que compraron algunos pedazos de tierra, quizás a finales del siglo XIX, compró el señor Fernando Araujo mi bisabuelo y se mudó con su señora María Fermina Salcedo de Araujo, allí establecieron sus espacios de hogar,  siembra y de cría>>. (Conversación citada); este Fernando, fue adquiriendo otros lotes de tierra adyacentes.

Recuerda que cuando era niño lo llevaron <<al matrimonio de Crucito Villarreal, en Cañada Grande, que fue a todo dar porque hubo música de violín, cuatro y a pesar del sitio que es muy templado, muy frío, allí hubo grandes mesones de comida, baile, pasteles, ovejo guisado, que al ser servido en el plato se congelaba, dieron café, a los mayores les daban sanjonero, y bailaron,  mucha gente que llegaba de Monte Carmelo>>. Fernando Araujo, de los primeros pobladores de Chegué, bisabuelo de Ángel Alfonso Araujo, nació en 1889,  murió en 1971, a la edad de 90 años.

En otra conversación, con nuestro vecino Antonio Araujo, el popular «Cuyusa», nativo de esa zona, y pariente de Ángel Alfonso Araujo,  nos ratificó que allá, apenas se levantaron 15 casas, que hoy están en calidad de ruinas, se cayeron las tapias, producto de que los animales las empujaban y se fueron demoliendo y destruyendo.

Por su parte, el vecino y ambientalista Esteban Quintero, buen conocedor de esa zona, nos relató que  << La Casa y  los llamados “Los Asientos” (tapias), solían funcionar como sitio de paso para los viajeros que venían de Piñango, rumbo a Montecarmelo>>, como sitio para dormir, pasar la noche, y continuar la marcha al día siguiente.

Agregó el mismo Quintero que, <<allí se conocen como pobladores de ese Páramo, a la familia Araujo, y a la familia Toro>>. Se le preguntó acerca de la importancia histórica y paisajística de Chegué y rápidamente respondió: <<es que allí están las legendarias “Escaleras”, obra indígena milenaria prehispánica, el antiguo camino de recuas, ajustado ancestralmente con piedras, que conducía a Palmira, Timotes y los Aposentos>>; muchos de nuestros caudillos de finales del siglo XIX, lo usaron como vía de escape, ante sus perseguidores.

Los datos proporcionados por los Araujo y Quintero, nos sugiere que además de la difusión de este excepcional y hermoso lugar, se debe proteger y conservar como patrimonio natural del estado Trujillo y particularmente de La Puerta.

Los habitantes de este lugar los venció lo inhóspito, lo gélido del sitio y la mayor parte, se mudó a La Puerta y otros lugares, buscando mejores oportunidades de vida.

Hoy, en estos menesteres de descolonización de la historia y la cultura local, comprendo lo que quería decir mi abuelo Concio Rivas, hace varios años, sobre el “joven viejo” y el “viejo joven” Chegué, que vigilaba el cauce de los acontecimientos de su gente, según él,  y en efecto así lo entiendo, que en la ruta hacia las Siete Lagunas, existía este sitio agreste, casi glacial llamado Chegué, a quien se le sumaban características superiores en los primeros pobladores, y luego por los grupos de indígenas trasladados al pueblo de concentración y esclavitud llamado Pueblo de Indios Cabecera de Doctrina Nuestro Señor San Pablo Apóstol, hoy La Puerta.

Dicen nuestros mayores, que el personaje indígena Chegué vivió unos 150 años, en ese Páramo se alimentaba de díctamo real amarillo y de pasta de frailejón. Hoy en Chegué, sitio abandonado hace más de medio siglo, existen solo unas 15 casas totalmente en ruinas.

 

 

Páramo de Chegué y su fenomenología natural o atmosférica

 

 

La  elevada ubicación de este Páramo, explica lo de las aguas cristalizadas o espejos de hielo que allí se acostumbra ver. Solo los que han habitado en ese lugar pueden dar fe de un fenómeno natural meteorológico concurrente,  como lo es el remolino de viento que allí se produce, por eso algunas personas lo llaman “ventisquero”, quizás con desdén, para no hablar bien del sitio.

En esa zona se forma un remolino muy curioso y  persistente, porque llegan vientos de los dos lados y se encuentran y abrazan en este punto, es decir, uno que viene de Monte Carmelo y otro que llega de Piñango, formando un torbellino o el denominado Remolino de Chegué, que se alza en dirección al cielo, de forma maravillosa, combinando la pureza del blanco con los afectivos azules, todo un espectáculo.

También se observan los momentos de oscuridad en pleno día, especie de curiosos eclipses. A raíz de estos fenómenos naturales y meteorológicos, se comenzaron a comentar los famosos encantos, mitos y leyendas de que era un sitio de mucha penumbra y crepuscular, como defensa y protección, es decir, que cuando llegaba gente nueva, extranjera, forasteros y caudillos a quedarse, aquello se ponía oscuro, todo el lugar en penumbras, y también surgían los famosos arcos iris, entonces salía el sol nublado.

Es precisamente en Chegué, donde se produce además del torbellino del viento, la oscuridad en el día, el fenómeno de la lluvia parcelada y selectiva, que cuando está molesto, llueve en un sitio y en el que está a pocos metros, no llueve, permanece seco, esto, como ambiente fenomenológico natural, y hasta como creencia o superstición, es interesante.

 

 

Tierra de indígenas, caudillos, mitos y leyendas

 

 

Fue obra precolombina para el intercambio de productos, y además, camino de caudillos; a raíz de lo agreste, altitud y lo apartado del sitio, nos dijo Ángel Alfonso Araujo, <<se comenzaron a comentar los famosos encantos, mitos y leyendas de que era un sitio de mucha oscuridad, es decir, que cuando llegaba gente nueva, forasteros y caudillos aquello se ponía oscuro, todo el lugar en penumbras, y también los famosos arcos iris, entonces salía el sol nublado>>; asimismo, las historias y versos relativos a nuestros caudillos de la Cordillera de La Culata, el coronel Sandalio Ruz, que decían tenía pacto con el demonio, porque desaparecía, y el coronel Américo Burelli García, que en su huida hacia Palmira, le tapó los ojos a los “chácharos” del dictador Gómez. Los amparó Chegué.

Indagando sobre el período prehispánico de La Puerta, que tanto nos entusiasma, recordé una noche en la que estábamos alrededor del fogón, en nuestra casa en el Xikoke, Páramo de La Puerta, viendo todos los movimientos y escuchando los decires de mi abuelo “Concio” Rivas, que nos transportaban al mundo de la leyenda y de lo mágico. En esa oportunidad, nos dijo que,  <<así como existían los cuidanderos de las Siete Lagunas, viejitos que viven en las lagunas, también en la antigüedad, hubo personas que vigilaban y estaban pendientes de los asuntos del pueblo>>; fue cuando nos habló de Chegué, el joven viejo o el viejo joven, que según mi taita había durado vivo más de 150 años, y  había peleado en la guasábara contra el conquistador García de Paredes. Yo, el único nieto, en esa conversa, solamente me entretenía con lo que nos decía de los cuidanderos de las lagunas, que son mucho más de siete lagunas, de diferentes colores, altitudes y tamaños. Y le pregunté: – ¿Abuelo antes qué había en esas montañas? El taita con su pie montado en el borde del fogón, se quitó el sombrero y parsimonioso, señalando con el dedo índice hacia arriba: contestó: – Lo que había antes, solo lo saben los que están en el cielo. De modo que con su respuesta, nos dejó todo un mundo de explicaciones por conocer. Solo nos miramos, y le sonreímos la salida.

 

 

Chegué, el topónimo indígena y el sumo sacerdote

 

 

El término Chegué, de origen muisca, de donde deriva la lengua de la nación Timoto, de acuerdo a su transcripción fonética y las antiguas versiones ortográficas, significa dignatario religioso. La investigadora colombiana María Stella González de Pérez, ha indicado que historiográficamente, tanto Chegué, chiqui, chuque, xeque, ieque y jeque, se refieren a sacerdote o mohan muisca.

Los primeros cronistas españoles entre ellos fray Pedro Simón, nos dan una orientación para interpretar este asunto, particularmente para la historia temprana de La Puerta y la estructura de poder tribal existente al momento de la invasión europea.

Fray Simón, en su <<Tabla para la inteligencia de algunos vocablos»,  define con toda claridad el significado del chyquy o jeque: «leque, es el sacerdote de los Ídolos, el que ayuna, y hace las ofrendas· es vocablo corrompido por los Españoles, porque en su propiedad, se llama cheque, es lo mismo que mohán en otras provincias>> (María Stella González de Pérez. Los sacerdotes muiscas y la paleontología lingüística. PDF. Colombia. 1996).  

En su estudio, María Stella González de Pérez, señala que, en buena parte de fuentes históricas, <<se siguió usando chyquy para designar al sacerdote o chamán indígena>> (Ídem), onomatopéyicamente Chegué.

Aparece en los documentos doctrinales, particularmente en los Autos por Juicios de Idolatría, que ha destacado Amílcar Fonseca, en su obra Orígenes Trujillanos (Tomo I, págs. 43 a 47), cuando se caracteriza al mohán o mohana, su rol en el señorío tribal, su vestimenta con plumas de guacamaya, sus utensilios: sonando el caracol y quiteros, sus ídolos y chorotes, los ritos bendiciendo conucos, bestias y ganado, curaciones de enfermos, castigo a los  amancebados  <<y en la tarde hacía la mojanería, según las necesidades del tiempo, a oscuras>>,terminando con un festín,  nos sugiere que se trata del sabio anciano, el sacerdote, guía o maestro ave.

Según lo anterior, Chegué significa una especie de sumo sacerdote y personaje que expresaba la religión indígena, así como, guía y maestro en los símbolos y ritos diversos del temor a sus deidades, y según los demás seres y los astros silbando y cantando al cielo.

Chegué, es una especie de deidad para los indígenas, a la que le rendían culto en ese realismo mágico de nuestros ancestros. Al sitio, quizás respetado y solemne,  acudían y salían en procesión para realizar los rituales de la lluvia y en el tiempo de las cosechas y sus rendimientos. Chegué, era el representante de Kachuta (Dios) en la tierra, lo más alto y sagrado para los indígenas. Dentro de su tribu gozaba de autoridad y dignidad para abordar problemas generales de religiosidad y cosmovisión, así como, de su gente y costumbres mágico religiosas. Era el sacerdote dedicado y consagrado por Kachuta para celebrar, hacer y ofrecer ritos y rezos, inclusive, sacrificios.

Los caminos tan antiguos como las enigmáticas “Escaleras” indígenas, hechas de rocas traída de otros lugares, la altura de su ubicación, la cercanía al santuario aborigen Maen Shombuch (Páramo Siete Lagunas), nos indica que el nombre Chegué sirvió y sirve de topónimo indígena de ese lugar, y a la vez, nos indica, nos induce a pensar, que fue el espacio natural de ese Sacerdote, dentro de la composición de poder y el señorío tribal de esta zona indígena.

 

 

Conclusión

 

 

Más que un topónimo, Chegué es un espacio significativo dentro del universo simbólico de los indígenas.

El lugar, sin duda, tiene una importancia atmosférica, meteorológica, científica, paisajística, espiritual, cultural e histórica para la humanidad, y puede  ser ideal, para excursionistas, alpinistas, senderistas, entre otros.

Del mismo modo, reúne las condiciones para considerarlo un espacio fenomenológico y único, es decir, aquel en el que todos los elementos señalados, tangibles, reales, naturales, perceptibles, constatables, se mezclan con las imaginarios, ideales, místicos, leyendas, historias, conformando un tipo especial de realidad, de vida y cotidianidad andina. Los trujillanos que tenemos el privilegio de poder disfrutar y tenerlo, debemos promover su estudio y conservación como lugar excepcional.

La fotografía que se acompaña, es colaboración de la ingeniera Yadira Rivas. El peto sagrado (en reverso), que se observa en la parte inferior, es de un sacerdote o maviskey; fue encontrado a mediados del siglo XX, en el Páramo de las Siete Lagunas, colección privada.

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