<<Alistemos otro ejército, para luchar contra la tierra bravía y reseca, clamorosa de riego de humano sudor para vestirse de opulentas cosechas. ¡Y que halla en ella también, junto a los huertos preñados de verdura, verde la yerba para el terco caballo de la final liberación!>> (Mario Briceño Iragorry. El Caballo de Ledesma).
(2ª. Parte)
Doña Catalina Fajardo, fue encomendera respetada, pero sin la gloria del maltratador. Hay un dato histórico interesante, encontrado en un documento recién paliografiado, que habla muy bien de Catalina, en cuanto al trato que dio a sus indígenas encomendados. Cuando ella, viuda, se casó con el capitán Cristóbal Hurtado de Mendoza, y este pidió la agregación de la encomienda de ella (San Pablo de Bomboy), a la que él había heredado de su padre don Hernando Hurtado de Mendoza, o sea, la de los Timotes, la autoridad en Venezuela al concedérsela, señaló que le otorgaba en posesión: <<al principal don Julián con los demás indios, sus sujetos, de nación cuycas, que viven y están mandados poblar en el pueblo de San Pablo de Bomboy, según y de la manera que los tuvo la dicha Cathalina Faxarda…para que como libres vasallos del Rey, nuestro Señor, los curéis en sus enfermedades, ayudéis y favorezcáis dándoles la doctrina que les está repartida, procurando su conversión y conservación>> (Zambrano: 11); esto nos da una idea, por lo menos documentalmente, del trato que dio doña Catalina a sus encomendados.
Paulista, devota que era de San Pablo Apóstol, se preocupaba por colaborar con la incipiente iglesia y con el padre Antonio Montero, cura doctrinero de las familias indígenas que le trabajaban tres días en sus sementeras y hatos, pero tenían que vivir obligados por orden de las autoridades españolas, en el “Pueblo de Indios San Pablo de Bomboy”, cabecera de Doctrina, ubicado en La Puerta, zona sur del valle, a varias jornadas de camino, apartados de su lugar de origen, esto es, San Pablo de Bomboy, al norte del valle (zona de Mendoza); una de las obligaciones principales de los encomenderos, en las que insistió el Gobernador Diego de Osorio, en su visita a Trujillo en 1595, ante tanto maltrato a los aborígenes fue, «cristianar al indio, enseñarle a leer y escribir, y algunos rudimentos de agricultura, artes manuales , tratándolos con benignidad, contribuyendo a su conservación y mejoramiento» (Relaciones Geográficas y Descriptivas. pág. 130); fue alarmante, el informe presentado en 1579, por los Alcaldes de Trujillo, según el cual de 15 ó 16 mil indígenas que habían al tiempo de la Conquista, solo quedaron con vida unos 5 ó 6 mil, por razones de belicosidad ante el proceso de despojo de tierras y esclavización (Relaciones Geográficas, 141). Era obvio que Doña Cata se preocupara en la evangelización y fomentara aceptables relaciones interreligiosas, asimismo, para que las condiciones de vida fueran adecuadas, para la preservación de esas familias, en su particular concepción de las enseñanzas de San Pablo, aportando a la consolidación de este “Pueblo de Indios”, llamado también San Pablo Apóstol de Bomboy, de La Puerta, cuyo inicio de formación data de la primera década del siglo XVII.
Pero a la final, 17 años después, litigando contra la autoridad española, le negaron la fusión de las dos encomiendas. A pesar de eso, de hecho, así se fue poblando y fomentando en ganado y sementeras, lo que se llamó «San Antonio Abad», que hoy constituye Mendoza del Valle del Bomboy, y también un asentamiento social, conocido como San Pablo de Bomboy, hoy simplemente San Pablo, comunidad y caserío que ha persistido en el tiempo, vinculada a la explotación de la vieja hacienda o fundo San Pablo, donde llegaron los viejos colonos del Tocuyo, a avecindarse y a echar raíces, como lo testimonian sus descendientes.
Doña Cata, sabía donde le apretaban las alpargatas
Ya era tiempo de decidir su destino. La costumbre para los de su estirpe, por diversas razones era la alianza con sus iguales. Mujer decidida, sin protagonismos, con firmes y claras convicciones, seguía avanzando en sus propósitos, se puede entrever de la documental existente, como enfoque integral, que, la alianza matrimonial, familiar, societaria y como grupo económico, contenía otros proyectos importantes, que ella, mujer, con su propia fortuna económica, aceptó, apoyó e incidió de forma proactiva: 1) fusionar las dos encomiendas, la del esposo que heredó de Don Hernando (en los Timotes), y la de ella, “San Pablo de Bomboy”, y así poder diversificar y ampliar la productividad de las tierras, al unir la fuerza de trabajo indígena; 2) la construcción en 1630, de un puente sobre el río Motatán, para el comercio entre el Virreinato de Nueva Granada y la Provincia de Venezuela, lo que le traería importantes beneficios; 3) la adquisición de nuevas posesiones de tierras en sociedad con su esposo, sí, como socios y destacando ella, como contratante; nada la contrariaba, todo o casi todo, lo lograba, a pesar que en algunas obras o emprendimientos, estuvo representada por su esposo Cristóbal Hurtado de Mendoza; y 4) la consolidación de la comarca colonial, que de hecho, llegaría a llamarse San Antonio Abad y posteriormente “Mendoza del Valle de Bomboy”.
Y los metió en el cincho. El asentamiento
de San Antonio Abad (hoy Mendoza del Bomboy)
Siendo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, entre 1616 y 1622, Don Francisco de la Hoz Berrío y Oruña (1579-1622), se abrió un periodo favorable para los encomenderos, colonos y curas doctrineros, inclusive para los indígenas encomendados, al prohibir el servicio personal de estos. Contó con el apoyo del nuevo Obispo, Gonzalo de Angulo, quien colaboró con De la Hoz, en el otorgamiento de encomiendas, así como, la asignación y reparto de tierras para los aborígenes. Algunos encomenderos de este Valle, incluida Catalina Fajardo, la más afectada por la situación de sus encomendados, plantearon al Gobernador el problema de la distancia y jornadas de camino entre el sitio donde estaban congregados y la ubicación de las tierras donde debían laborar, inclusive, de donde eran originarios; la mayoría de los encomenderos no eran partidarios de crear nuevos pueblos, se negaban porque significaba les disminuyeran sus buenas tierras, y por el gasto que tenían que hacer para construir templo, acondicionarlo, comprar campanas y proveerlo de mobiliario y lo necesario para la actividad doctrinera.
Doña Catalina, regentó la encomienda “San Pablo de Bomboy”, y sus indígenas que fueron trasladados al Pueblo Cabecera de Doctrina (hoy La Puerta), la ayudaron a prosperar aquellas feraces tierras, por lo que estuvo trabajando así por un tiempo, sin hacer los trámites para que el Rey y el Consejo de Indias, en España, le confirmaran sus derechos en la encomienda. Gozaba de la virtud de convocar y aprontar voluntades para el engrandecimiento de las empresas en aquellas virginales y enmontadas posesiones. Ella, deseaba convertirlas en sementeras opulentas y cargadas de buenas cosechas, y los potreros y hatos, verlos repletos de buen pasto para la cría y engorde del ganado, y para sus recuas de mulas y machos de carga, lo que requería de esfuerzo humano y organización para lograrlo, principalmente resolver el problema de la lejana distancia entre el sitio donde vivían los indígenas de trabajo, y las tierras de labor.
En 1620, año en el que Francisco de la Hoz Berrío, Gobernador de la Provincia de Venezuela, en la revisión que hizo del valle de Bomboy, los curas doctrineros, y algunos hacendados y ganaderos encabezados por Doña Catalina, una de la más interesadas, hicieron la solicitud y observó que tras la reducción y concentración de los indígenas, <<floreció en el surgimiento de pueblos que ensancharon el ámbito de la comarca trujillana, tales:…Mendoza>> (Briceño Perozo: 60); sin embargo, siendo objetivos, el estado de avance económico, de la cría de ganado que existía en la zona, motivó a que se autorizara la formación de este nuevo pueblo; se entiende por lo que se asentó en realidad, por empeño e interés de los solicitantes, que fue un pequeño “pueblo de indios”, San Antonio Abad, dicho nombre, en virtud del desarrollo de la ganadería, y le pusieron esa advocación, por ser el conocido patrono protector del ganado, logrando con esto Doña Catalina y el resto de los encomenderos y colonos, evitar el sacrificio físico de los indígenas, de agotar varias jornadas de camino desde el “pueblo de indios” cabecera de Doctrina San Pablo de Bomboy (La Puerta), hasta la zona de Mendoza, en el norte del valle, para que trabajaran tres días a la semana.
La cabecera de Doctrina, era lo que hoy constituye el área urbana de La Puerta, donde se agruparon y nuclearon varias encomiendas, solo vivían exclusivamente indígenas, no blancos ni negros, luego sería el Resguardo Indígena de la Puerta, hasta 1891 (distinto a la comunidad aborigen San Pablo de Bomboy, el fundo y el área natural de los aborígenes de la encomienda del mismo nombre, son 4 instituciones diferentes que no se deben confundir), que abarca entre otros lugares, Cañada de Mendoza, Guaná, San Pablo de Bomboy, El Hatico, Dorokokoe y el Cucharito, dentro del espacio histórico donde hoy se encumbra la parroquia Mendoza (antes San Antón Abad). Las tierras de Doña Catalina, es decir, las de San Pablo de Bomboy, el historiador Vicente Dávila, lo confirma <<por quedar esta posesión donde al presente existe el Municipio Mendoza, es de suponer que su nombre se le dio en recuerdo de estas poblaciones>> (Dávila: 229). Este nuevo pueblo, representaba para los hacendados y ganaderos de la zona norte del valle, un ahorro en los costos y tiempo de la producción.
De la gestión de Berrío, según la historiografía, destacan las ordenanzas para Trujillo del año 1621, en las que dio instrucciones para que los indios se reunieran en pueblos, fue así como por orden suya, se desprende y crea San Antonio Abad, en tierras de Juan Álvarez Dabuyn, asimismo en el caso de Jajó, cuyas encomiendas formaban parte de la Doctrina de Nuestro Señor San Pablo Apóstol, grupos indígenas concentrados en el Pueblo de Indios, ubicado en La Puerta. De esa forma Catalina Fajardo, la viuda, “metió en el cincho” a los encomenderos. Movió su influencia, sus ideas, la ley, su poder y su convicción de propósitos y tomó las riendas y dominio en el Valle.
«Cada quien con lo suyo, y Dios en lo de todos»
Se pudiera aplicar ese antiguo dicho, al interpretar esta declaratoria contra Catalina, como signo de un conflicto entre encomenderos y terratenientes, movido por ambiciones. Ella se sobrepuso a dicha contingencia y lo más importante, logró la creación del pueblo San Antonio Abad (Mendoza), a donde se mudarían y regresarían sus indígenas laborantes, los que obedecían sus órdenes. Al parecer, les demostró que en este Valle reinaba su particular influencia y poder. El gobernador de la Hoz Berrío, decidió compensar al reclamante.
En 1621, el hijo del exterminador de Nigale y las fuerzas indígenas rebeldes del lago de Maracaibo, Juan Álvarez Daboy “el mozo”, beneficiario por heredero del capitán Juan Álvarez Daboy, titular de la “Encomienda Valle de Bomboy”, solicitó al Gobernador, Francisco de la Hoz Berrío, que le compensara en vista que se utilizaron para constituir el nuevo pueblo San Antonio Abad, parte de sus mejores tierras, e hizo mención de que Catalina, la viuda encomendera tenía muchas y grandes posesiones. Al parecer ésta, aprendió a “correr la cerca”, porque a pesar de los conflictos de justicia, sabía que podía “Compensar” con la gente del Rey.
Para Doña Cata, este era uno de los más relevantes aspectos de su orgullo. Desde la Cañada de Mendoza, el Llano de las Catiras, Guaná, San Pablo de Bomboy, Conchemira, Dorokokoe, Cucharito, en su privilegiado Hatico, con los mejores animales de cría, inclusive, en posesiones cercanas a Escuque, allí fue creando prosperidad económica, agrícola y ganadera, y fue captando el interés por aquella tierra dominada y domesticada por ella. Fue sorprendente la variedad y riqueza de los productos agrícolas y pecuarios que se obtenían.
El 12 de julio de 1621, el gobernador de la Hoz Berrío, en la causa de compensación de tierra, le concedió título y recompensación a Daboy, de <<las tierras de los indios de la encomienda de la dicha Catalina Fajardo, de siete mesetas de sabanas que caen de la otra parte del rio de Bomboy, a mano izquierda yendo al valle arriba>>; también le concedió los potreros del jefe indígena Aymaro, vecino de doña Catalina, y otras tierras de los indios del Capitán Baltasar de Aguilar y las dejadas por Francisca de Segovia (Pinto, Manuel C. Noticias documentales del Estado Trujillo. pág. 56. Biblioteca Venezolana de Historia. Cuaderno N° 12. AGN. Caracas. 1970). Esta decisión, desfavorable para la encomendera, seguramente justificaba su gran logro: la erección del pueblo de San Antonio Abad (hoy Mendoza).
Los otros encomenderos y sus herederos, como La Bastida, Gómez Carrillo, de la Piñuela, y Briceño, se dedicaron a la producción de cañamelares y sus derivados, luego al trigo, y posteriormente al café. Hernando Hurtado de Mendoza, su suegro y el capitán Blas Tafallés, padre de Catalina, se dedicaron a la empresa cacaotera, sus parientes Pedro y Juan Tafallés, fueron aquellos fuertes comerciantes de cacao, cuyos depósitos en Trujillo saqueó en 1678, el pirata Granmont. Paralelo a esto, el capitán Juan Álvarez de Dabuyn “el exterminador”, que tuvo enormes grupos de indígenas esclavos, de la “Encomienda Valle de Bomboy” y la de “Quebrada de Comboco” y “Lomalla de Busandi”, se dedicó a la explotación del tabaco, con enormes posesiones en Barinas, y con barcos en el lago de Maracaibo, en sociedad con los hermanos Fernández de Saavedra, llevando este producto a Europa. Faxarda, como mujer de poder, preocupada hacendada, ganadera, comerciante, admirada por todos, sabia de sus responsabilidades en el mejoramiento de aquella comarca, lo que significaba también, el esfuerzo esencial de construir patria trujillana.
Catalina Faxarda o Cathalina Fajardo o Fajarda, nacida alrededor de 1588, era hija del Capitán Blas Tafallés, encomendero del Bomboy, Alcalde de la Santa Hermandad en Trujillo, en el año de 1607 y su esposa Marina de Ledesma y Mateos, bautizada en 1570, esta, a su vez, hija del épico Capitán Alonso Andrea de Ledesma, símbolo y ejemplo de lucha por la pertenencia de la tierra y de ciudadanía.
Se casó en primeras nupcias aproximadamente en 1605, con el capitán Francisco Botello, de los primeros colonos de Trujillo, primer beneficiario de la “Encomienda San Pablo de Bomboy”, quien pudo haber muerto cercano al año 1619. Es bastante probable que este Capitán, cuando se casó con Catalina, fuese algo anciano, puesto que acompañó a los fundadores de la ciudad, en la entrada contra los Cuycas, en 1557.
La viuda sorprendió un día a la nobleza trujillana; se casó con un clérigo, es decir, con Don Cristóbal Hurtado de Mendoza y Márquez de Estrada, quien había recibido primera tonsura en Trujillo, en «1607, de manos del Ilustrísimo Señor Alcega, pero dejada la carrera eclesiástica, fue después Alcalde Ordinario y de la Santa Hermandad» (Briceño Iragorry, Mario. Fundadores de Trujillo. En: https://www.anhvenezuela.org.ve/). Era hijo del Capitán Hernando Hurtado de Mendoza y de María Estrada, hija ésta del Capitán Juan Márquez, de los fundadores de Mérida.
Su otro gran proyecto: La familia
Otra de sus aspiraciones personales, fue la maternidad. Con Botello, hombre mayor, no tuvo hijos. Con el clérigo Cristóbal, de acuerdo con la información genealógica aportada por Briceño Iragorry, procreó ocho hijos. Catalina Fajardo o Faxarda, la encomendera del Bomboy, forjadora del pueblo de Mendoza, es la tatarabuela del Dr. Cristóbal Mendoza, el leal, eficaz y honesto funcionario público, amigo de Bolívar y primer Presidente de Venezuela republicana y libre, era su tataranieto o tercer nieto, el cual tiene el 4° grado de consanguinidad en línea recta descendente.
Conclusión:
En el documento comentada, encontramos datos reveladores, de los orígenes coloniales esclavistas de los dos pueblos del valle de Bomboy: La Puerta y Mendoza del Estado Trujillo, y la actividad desplegada por una de sus constructoras principales: la encomendera Catalina Fajardo.
Se intuye de la conducta y proceder de ella, la vena y la fuerza moral de una mujer, en una contienda por sus derechos, en circunstancias históricas desfavorables y particulares de los comienzos coloniales, que por esfuerzos en solitario, conviniendo alianzas y con largos litigios, iniciativas y emprendimientos, va superando y obteniendo resultados, unos inciertos y otros que le fueron favorables, en sus planes de dominar la feracidad y dureza del Valle de Bomboy.
Justo es, que se haga el reconocimiento histórico que se merece Catalina Fajardo, como ilustre matrona que cimentó larga estirpe en la que figuran libertadores, y también como forjadora de pueblos, por su aporte a la consolidación del “Pueblo de Indios San Pablo de Bomboy” (hoy La Puerta), y a la formación desde sus inicios, de esa hermosa e histórica comarca, que es el «Pueblo San Antón Abad», hoy Mendoza del Valle de Bomboy.