Juancho José Barreto González
Cada quien es un camino. Así como existen formas de hablar o de soñar, existen formas de “abrirse camino”. Abrir es un verbo que se orienta hacia adelante. Cerrar se orienta hacia atrás. “Ella o él se devolvió a cerrar la puerta (del pasado). “Se hace camino al andar”.
Hay quienes pretender ponerle puertas cerradas al futuro, la utopía vuela, salta puertas y ventanas, es más, no tiene fronteras. Aquí estoy entendiendo la utopía como la capacidad de llevarnos los mejores sueños a la realidad para alterarle sus voluntades, sus decisiones y mantener la puerta abierta para que entren todos los vientos. Es una forma, de tantas, de volar y aterrizar en la posibilidad de ser mejores seres humanos, forma inconclusa, siempre estará abierta a la posibilidad.
Cerrar esa puerta es morirse en el pasado, repetirse, volver a la historia ya hecha, incidir en la gramática de lo repetible. Si camino hacia atrás es para buscar algo valioso guardado en el olvido. Hacia adelante, la posibilidad, el desafío, lo inconcluso. La ética del utopo o de la utopía es nunca olvidar lo que sueño hacia adelante, insistir. Si se aleja, advierto la distancia, si se acerca, me exijo más pasos para mejorar. Sueño, insistencia y distancia, búsqueda constante que a veces se distrae en las esquinas.
Se desplaza el camino con nuestros pasos, el camino camina con nosotros. No hay desvío sino bifurcación, laberinto, dar vuelta, ser nuestro propio satélite. Buen día, es decir inicio bueno del día, la culminación estará por verse, pero sabemos que mañana será otro día continuación de este. Es inicio, vuelta al inicio de mañana. Se ensancha, juega a la pelota, rebota, acierta o yerra, pero sigue en el juego, baja, sube, se encarama en los árboles y mira las nubes. Baja, y pica con el pico que pica, hace camino y camina a nuestro lado.
Nos hace falta mucha utopía. Reptiles del pragmatismo somos usuarios del desconcierto, trabajamos la rutina para repetirla mañana, horario vacío, repetición. El sueño despierto es creativo, se opone al trabajo esclavo. El sueño despierto despierta la utopía y la pone a cantar, no a sacar cuentas. El capitalismo y sus esclavos de todo tipo son manicuristas, retocan, refiguran sus funciones y se mantiene vivo en cuerpo y alma. Sus creencias, sus políticas, sus neuronas y funciones le quitan el espíritu al cuerpo y al alma. Sus sueños se convierten en fantasías masturbadoras. Un país, una universidad, una escuela, un cuerpo sin sueños y utopías, da lo mismo, regresa para repetirse, copia y se copia a sí mismo, siempre se muda al mismo lugar, repitiendo, copiando, lacerando su espíritu.
Se flagela en sus pecados y cada vez cree menos en sí mismo. Copia su muerte y se promete cada vez resucitar. Estos son caminos para repetirse, para jalarse hacia atrás diciendo que es hacia adelante. Progreso, bendito progreso. Una fotografía enseña los huecos tapados con los símbolos fanáticos de este círculo vicioso. Poros llenos de insensibilidad llamada espectáculo, temporalidad, ilusión, fantasía. La rutina tiene su gorro lleno, lo mismo cada vez, bendiciones, maldiciones, dependencia mental. Las neuronas son unas mercancías procesadas.
Salirse de aquí, de allá y del más allá. Crear un campo humano de los sueños propios, comunes y poco comunes. Abrirse camino a través de ellos, moverse, salirse de lo otro dominante para crear creando. Usted y yo nos cruzamos en el sueño y nos decimos “hay que comenzar de nuevo”, caminemos, temprano para que amanezca.
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