Me levanto temprano a escribirte esta carta. La oración «No, me voy de la guerra» ya giraba en mí desde la tarde de ayer al lado de la reflexión o las vueltas cotidianas del pensamiento (Pienso y existo). Nos preocupa y nos ocupa la vida. Si soy dueño de mi vida es porque he desarrollado, sobre todo, la capacidad de decirme y decirte desde la posibilidad de comprendernos. Si esto es así estaríamos frente a un logro muy importante.
Pero, hace bastante ya, alguna vez, se nos metió en la cabeza una voz que nos ordenaba «déjate de tonterías, mátale y quédate con lo que tiene». Más adelante nos dimos cuenta que los esclavos eran magníficos guerreros para conquistar nuevas tierras y esclavos. Es la historia del «Ego conquisto», en fin, la historia del poder. A estas alturas del partido terrícola, siguen avanzando unos contra otros en magníficas naves de guerra que siguen oscureciendo el horizonte de la vida planetaria. Escúchalos atentamente, a unos y a otros decir, con absoluta vehemencia, como si fuesen dueños «de ese horizonte oscurecido», con sus rostros compungidos e iluminados con grandes lámparas mediáticas, «Si, nos vamos a la guerra, nosotros nos vamos a la guerra contra ellos… y haremos que nos obedezcan».
Nos convertimos en inventores de trampas para cazar y aniquilar al ser humano. También, menos mal, hemos inventado otras formas «pacíficas» para la convivencia entre las que cabría mencionar la indolencia y la ignorancia.
Desde la Segunda Guerra Mundial somos víctimas de un forcejeo planetario entre potencias por la propiedad del planeta. Como siempre, la guerra entre ellos significa una guerra entre nosotros. Y ahora más: los medios de comunicación, con cobertura satelital desde hace muchos años, son la bomba mata conciencia humana para obligarnos a ser soldados esclavos y héroes de la guerra interpotenciaria y terrícola. Este destino no es ineludible, debemos enfrentarlo y superarlo. No es un imposible decirnos y hacer posible este «No» que da título a esta carta: «No, me voy de la guerra».
«El hombre cósmico mira a su casa planetaria y parafrasea unos versos del poeta: Mi táctica es quererte/ mi estrategia es la vida».
Quisiera recuperar para su relectura, las páginas 9 y 10 del Libro Casa Doble. Memorias breves de una casa amenazada (2020) para la mejor comprensión de este trágico asunto: “En este país (en este mundo podríamos decir ahora) predominan los reporteros de guerra, los políticos de guerra. No podía ser de otra manera. Es el resultado de la elevación de la curva de la cultura bipolar, resumida esta como la presión constante entre dos fuerzas incapacitadas para la convivencia.
Semejante presión esquizofrénica contamina todo el sistema de relaciones sociales y lo conduce a su bloqueo, a su alteración en la medida que copa los escenarios de la cotidianidad (…) y lo va sustituyendo por el binarismo dominante gobierno-oposición que, desproporcionadamente, genera, mejor dicho, autogenera condiciones de aberración ideológica para su configuración sistemática, bajo los esquemas de propaganda de guerra, del enemigo interno (y externo) y la reproducción estratégica del esquema de “guerra fría” para restablecer los códigos sustanciales del conflicto entre antiguas y nuevas potencias.
El antídoto es la reflexión personal y colectiva. No irse a las primeras y llenarse de prejuicios tipo “hay que volverlos polvo”. Aquí reside el problema: la bipolaridad cuenta con un conjunto de incapacidades que le permite jugar su juego, justificar la perturbación, la sanción, la aniquilación o el quiebre del otro. La mediación ha sido sustituida por el cálculo. Esta cultura de la perturbación sólo es posible por la posesión de los canales mediáticos para masificarla, meterla en la mente y el espíritu de los seres humanos: la mediática, los medios, casi todo se ha convertido en artillería de la bipolaridad. El resto queda como un necesario adorno para su configuración sistemática, es decir, simbólico. En su identidad narrativa esquizofrénica, el ente bipolar se mira al espejo y exclama ¡Yo soy mejor que tú! Sólo ve al espejo, sólo ve a su doble y termina creyéndoselo.
La comunicación entre las distintas formas de la cultura humana, formas asociativas y expresivas, entre los distintos modos de producción y de pensamiento nos muestran la galería de otras posibilidades. La comunicación, la mezcla, el enlace polisémico de las formas plurales de vida, formas con derecho a coexistir, evita de alguna manera nos orientemos por criterios impuestos y se los impongamos a los demás. Pues bien, si la cotidianidad comunicada entre distintas formas asociativas y expresivas de la cultura es sustituida cada vez más por la condición bipolar, esta es capaz de bloquear a aquella y llevarla a su aniquilación. Lo cotidiano se llena de incertidumbre, esta lo rebasa, lo vuelve hostil. El germen de la guerra entre nosotros.”
Afortunadamente, quiero insistir en esta carta de hoy, “No, me voy de esta guerra”.
inyoinyo@gmail.com
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