Escribo para la comprensión, no para la vieja guerra. Para la comprensión entre los hombres, es decir, entre los seres humanos no importando su condición u origen, total, para la comprensión entre los terrícolas, no para su matanza, no para los verdugos de hombres. Al hombre de la comprensión lo coloco, es mi decisión, por encima de los verdugos de la vida. Creo que, desde mi primera conciencia, he dado mi palabra, he puesto mi palabra al servicio de esta búsqueda. Pero, ahora lo digo con vehemencia, hemos sido víctimas de proyectos de guerra asociados con los proyectos de control planetario o simple control del mercado y de la vida. La guerra, en todas sus proporciones, ha sido y será la base de la cultura bipolar, oriunda de finales de la II guerra mundial, cuando dos grandes potencias se dividen el planeta como si fuese una torta. Este evento genera sobremanera la competencia por el dominio de la biosfera planetaria, cuyos instrumentos y técnicas conducen a lo que hoy entiendo como “el mercado común de las víctimas”, registrado en sus tragedias y espectáculos en cualquier pantalla cibernética. En este aspecto global, debo insistir, la doble pandemia del miedo, no es un ataque furtivo de la naturaleza sino, peor aún, una acometida, una arremetida por el control de la vida, de los cuerpos vivientes, de todo lo que se mueve. Controlar tal movimiento es una competencia de la vieja nueva guerra, controlar el mercado común de las víctimas donde millones de humanos tienen la tarea de que millones de humanos vivamos bajo este control.
Al bajarnos de este vehículo cibernético y pisar calle o camino, tal sistema de controles nos muestra su funcionamiento en “la vida cotidiana controlada”. Puedo introducir entonces la interrogante sobre el funcionamiento de este bipolar movimiento de conjunto en la vida común, donde tal funcionamiento se traduce en cotidiano, en invisible, en sensiblemente funcional. Si no asomamos esta interrogante a la reflexión cotidiana es imposible reconocer y superar las ideologías del dominio que en nombre de todo su abecedario ideológico prometen salvar, darle seguridad a nuestro enclenque cuerpo humano. Un sistema de dominio superdotado, de hombres poderosos, luchan para protegernos, se miran entre sí y planean sus estratagemas para irse reacomodando a pesar de sus contradicciones superficiales. (En este momento debo introducir un párrafo específico: Todos los proyectos de izquierda y derecha han sido orientados hacia el capitalismo como técnica de dominación y control. De allí la imagen poco ortodoxa de “todos formamos parte del mercado común de las víctimas”).