Cartas | Juntos pero no Revueltos | Por: Juancho José Barreto González

 

Con muchas dificultades, sobre todo por la falta de espacios para la conversación «sobre nosotros», hemos venido trajinando con la propuesta de encontrarnos en condiciones de dignidad para despejar los escombros que no nos dejan ver hacia el futuro. Todo depende, en términos de conciencia, de cada uno; y en términos de poder, depende de la ruptura de las ecuaciones de poder dominantes entre los factores que lo detentan.

Vale preguntar, mi querido lector invisible, ¿qué poder tienes para cambiar las cosas, alterarlas, llevar la casa y sus corotos a un mejor lugar? Realmente, insistamos en preguntar desde la historia contemporánea, hemos cambiado las relaciones, somos otros mudados a una mejor casa. Funciona la República en la vida cotidiana o somos seres atrapados por una cultura ideológica que al parecer se mueve en función de conservar el poder en las manos de los dueños herederos de la maquinaria (¿?)…

Para superar el trauma de la guerra civil entre venezolanos debemos convertir la conversación en el instrumento hermeneuta idóneo para la comprensión entre nosotros. Paradójicamente puede invertirse la consigna aquella, no fortuita de «No tenemos papel toallet pero tenemos patria«. La política venezolana se ha convertido en cuantiosas rutas de las distintas cosiatas para conspirar contra la unión verdadera de una comunidad nacional que hoy luce realmente atolondrada e ilusionada en la recuperación de su capacidad consumista reduciendo al mínimo su compromiso con un futuro independiente.

Unos y otros juegan a la cosa nostra y al control de la población en el conflicto bipolar orientado hacia el 2024. Veámoslos en su corre, corre, mientras la realidad real duele en los tuétanos de los venezolanos que aparentemente orbitan en la metafísica política de esta cultura cosiática.

No juguemos a estos teatros de guerra, juntos pero no revueltos. Tenemos el derecho histórico de pertenecer a la movida liberadora y creativa para romper los grillos que han secuestrado nuestra inquietud y nuestra lealtad a Venezuela.

Hay mucha tela que cortar, debemos tener mucho cuidado con las tijeras que usemos, no deben ser la de unos y otros, debemos orientar el asunto a una nueva cultura política dinamizadora de la reunión franca para una cotidianidad curativa de tanto mal que nos aqueja. Debemos inventar la nueva existencia con sentimiento humano, no consumista y liberador para salirnos del juego malévolo de un centro y una periferia dominante y manipuladora de las necesidades inmediatas y de nuestras ilusiones.

El sistema mismo está en crisis, con sus valores y todo. Nos arrastra a su laberinto. Usted y yo tenemos el poder creativo de salirnos de él. Inventamos o nos morimos de rabia.

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