Juancho José Barreto González*
La comprensión de lo que nos pasa y de lo que nos ha pasado y sus condiciones y complicaciones tiene que ver de manera directa con las formas usadas para la comunicación entre nosotros donde predominan las que vamos a llamar en esta carta “formas dramáticas”. Primero, necesariamente, debo sostener el concepto de “casa invadida”: El lugar habitado rodeado de interconexiones invasivas, a través de cables visibles e invisibles (cultura satelital) donde se nos constituye como un objeto o cuerpo colonizado que recibe instrucciones de todo tipo para desenvolvernos en la vida cotidiana. No se trata de transformar la vida sino de condicionar nuestra adaptación a un sistema global bipolar (un lado atacando al otro lado, un viaje lingüístico y psicológico contra el otro que termina siendo y es visceral). Aquí asoma el antídoto romántico contra el odio: el amor.
Desde la casa invadida nosotros somos actores-espectadores de un drama que otros construyen sobre nosotros. Este “otros” es un otro compulsivo que intenta dirigir nuestra atención y nuestras respuestas de acuerdo al lado de la cultura bipolar en que se está. Ya no se trata de ideologías, no es un problema de visiones de mundo y sus representaciones, sino, además de esto si lo hay, se trata de condicionarnos de tal manera que, nuestra conducta “actúa desde ese drama donde cumplo un papel que ya deseo cumplir como contribución estereotipada y reproductiva del precitado espectáculo rigurosamente virtual en la realidad dramática representada”. (Aquí vale indicar la desfachatez ideológica, la idea pobre y la lucidez del liderazgo aristocrático, creído como el único capaz de sacarnos de la crisis).
Síntesis: En la casa invadida no somos felices, ni siquiera somos. La casa es símbolo del mundo invadido. Desde sus inicios, la guerra daña el sembradío del otro, sus modos de existencia. La crisis del sentido del mundo, la casa se quiebra, se fuga. “A nosotros no nos tocará la crisis del capitalismo” y sobrevinieron todos los tormentos, también las crisis de las revoluciones. Crisis de las crisis de la casa mundo, crisis humana, crisis de la naturaleza, de los ojos que ven al mundo, Se impone el drama de la crisis, nada catártico.
Propositivos: Habitar la casa libre. Entra la tormenta, pero no tumba la casa. Salgo de ella y voy al origen de la tormenta climática y humana. “Siembro un pequeño árbol en mi corazón/ al crecer mi corazón crecerá con el árbol y tendremos/ ambos/ raíces terrenales/. No quiero avanzar más, quiero quedarme aquí, en este lugar, y conversar, No quiero influir en nadie, quiero conversar, hacer catarsis, desmontar el drama.
Propioceptivos: Adueñarnos de nuestras emociones y de nuestros lenguajes comprometidos con el lenguaje de la vida. Bajar acá abajo, vernos acá, en la profundidad del hogar humano, donde la raíz del corazón y del árbol se alimenta.
Reivindico, vuelvo a ser siendo. Pienso y desconcentrado retiro la vista del drama. Ustedes, los del poder del drama, invaden la casa, invaden el corazón, invaden al árbol. Allá matan, aquí convencen, más allá se niegan a sí mismos, bestias bárbaras del poder tecnificado, viralizado, dramático, teatro de la decadencia humana.
Desde la casa invadida me rebelo, me revelo otra vez y tantas veces. No trato de convencer, interpreto. Mastico la información como mastican las vacas el pasto. Ya se leer y escribir, hablo una lengua propia, mastico y digiero los sentidos de la vida, mastico e invento una mezcla para el nuevo hogar, la nueva casa con el techo infinito, libre de la ruta de los misiles, futurista.
*proyectoclaselibre@gmail.com
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