Cartas | Fuente única | Por: Juancho Barreto G.

 

Juancho José Barreto González /proyectoclaselibre@gmail.com

Quizá podemos sintetizar la carta anterior en la siguiente frase: La interpretación y la comprensión necesita “tiempo para manifestarse”. Es inverso éste al tiempo de producción del mensaje, de su traslado a la recepción por un auditorio. La “revolución satelital y tecnológica” permite, o genera, velocidad en la trasmisión, pero, debemos observar que, cada fuente se considera única y genera conexiones con el capital simbólico común en ese auditorio, lo cautiva, captura y reorienta a la membrana simbólica del mundo hiperreal, funcionando, así como mapa de la realidad, no como la realidad. El capital simbólico pierde su centro de producción, se hace flexible y vertiginoso. La fuente única trata de utilizarlo, aprovecharlo, para producir una lectura convincente y atractiva, flexible, polisémica pero reducida a la intención de la fuente entendida aquí como, así de sencillo, el lugar donde se fabrican los significados. La empresa tecnológica, con instrumentos compartidos con la fábrica aludida, y con la mano de obra cibernética, difunden sin cesar sus productos en las ruedas de los mercados de la comunicación. Este criterio está fundado en el comentario de uno de mis lectores: “Diría que, desde hace unos años para acá, esa velocidad ha dado la sensación a las personas de creerse con la verdad, “verdad” que llamo absoluta, muchos operadores de esta verdad sufren una enfermedad, la enfermedad de la única fuente”. Continúa diciéndonos que “La información es tomada por estos operadores de la verdad absoluta y la vuelven su verdad, son unidireccionales, son peligrosos porque son muchos y son ignorantes”.

Este punto de vista, mejor dicho, esta perspectiva sobre la inmensa membrana de mensajes creada y recreada, producida y reproducida con técnicas cibernéticas permite observar su carácter unilineal.

Todo se porta de una manera semejante. Así, las formas técnicas predominan y canalizan las formas simbólicas. La sensación es resultado doble: 1.- Creerse con la verdad y, 2.-Hacer creer esa verdad. Así llegamos a la “verosimilitud” cibernética, creo en ella y hago creer, produzco la creencia. El mapa virtual parece la realidad, pero ya no es ella misma, es una creación. Hace creer, pero no hace pensar como lo propone el discurso reflexivo y artístico. Lo ideal es eliminar el paralelismo o invertirlo: Hacer pensar para creer, interrogar, revisar, voltear patas arriba la caja de resonancias y pareceres.

Aprender a interrogar y responder reflexivamente, no desde el ángulo del espectáculo: “hacer creer que se sabe mucho y manejamos la información”. Esto es, el espectáculo predomina, idiotiza. Nos mantiene expectantes, racionalmente entretenidos frente a todas las pantallas, desde las más antiguas hasta las ultramodernas. En fin, un trabajo de lenguajes. Pero el paso de la expectación a la interpretación puede devenir en tragedia, debemos enfrentarnos al decir real sobre la realidad. Este decir real no recupera la realidad, pero la dice más, aumenta el sentido, la poliglotía se mueve generando otros sentidos liberados de las ataduras de la producción. No quedarse en la cueva del mensaje”, sacarlo a la luz, donde, dando tumbos, nos dice mucho más. La cueva platónica se convirtió en una malla especial, sólida, perfecta, la cultura impuesta. Pero, otro pero profe. Será posible plantearse, entonces, una cultura que nos libere de la membrana simbólica que, como dermis, cubre el cuerpo del mundo, despótica y tiránica en manos de quienes se consideran los dueños de la fuente única. Queda en el aire de las palabras la pregunta…

 

 

 

 

 

 

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