Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com
En reunión secreta con su consejo nacional imaginario, nuestro candidato aceptó impulsar dos medidas iníciales. La primera, una ley de la moneda nacional. Precisaría esta ley la igualación del Bolívar al dólar.
La segunda medida, consistiría en reformar el artículo 109 de la constitución nacional que garantiza la autonomía universitaria. Se cambiaría lo de estudiantes y profesores por “la comunidad universitaria integrada por profesores activos y jubilados, estudiantes de pregrado y posgrado, egresados, empleados y obreros activos y jubilados”. El sistema autónomo de cada universidad le otorgaría y daría proporcionalidad a los distintos autores para democratizar las relaciones y, desde allí, reconfigurar una ética de utilidad pública de la educación universitaria.
Dos propuestas para imaginar el valor justo de la moneda y dinamizar la autonomía de las instituciones que deberían ser el centro de la sabiduría y el conocimiento, de la cultura de la nación. Pero, no hay nación, ni moneda ni autonomía.
Recorre las calles interiores de la república enclenque. Propone el lugar de los lugares, y sostiene una conexión emocional, cognitiva y espiritual con sus consoñadores. Esta palabra significa compañera o compañero de sueños. Una causa sin sueños está perdida.
“Manos” le invita una taza de café y le dice necesitamos una definición clara de las técnicas para la reunión necesaria e imaginar la nación. “Cerebro” se acerca y recuerda el papel del estudio y la interpretación para un intelecto colectivo que sepa y pueda trazar las estrategias simples y complejas y garantizar la vida de los seres vivos, la convivencia en la diferencia.
Un pueblo atrapado en las formas y lenguajes de la dominación y el control ideológico es incapaz de soñar. Aquí “Conciencia” propone, toda activa ella, un proyecto desde abajo, la hondura, el hueso de la historia para entender que nos perdimos en un laberinto y nos acostumbramos a topar siempre con la misma piedra. En este ínterin, “Manos” se pone su otra mano sobre la quijada y se dice a sí misma “yo puedo moverla”. Agrega un poco de imaginación y se comenta “el alrededor de la piedra es un camino satelital…”
Parece interesante retirar el cálculo de la política, esa especie de “cuando nos favorece lo hacemos, cuando no, no”.
Las elecciones son sinónimo de carrera, corriendo no se conversa. El consejo general de la imaginación debe realmente crear los instrumentos para que conversemos. Al parecer, en el fondo, ningún candidato real nos convence, “No compito con ellos, dice mi candidato imaginario. Ellos lo intentan a su manera, es lo que tenemos, pero no es suficiente”.
Conversamos mucho esta tarde del martes. La brisa movía las cortinas casi transparentes de las ventanas. Desde un lugar los lugares, sostiene el poeta Thomás. Le agrego “la casa es la primera línea de la cultura”. Si, una línea imaginaria, movible, débil, flexible, se mueve con nosotros.
Una antropología de nuestra casa imaginaria pudiera servir de enlace para reconocer nuestra identidad personal y la capacidad de sentirse como en casa. La perdida de sentido de los lugares, sentirse “extraño” en ellos o simplemente ahogarse en costumbres que atienden a la utilidad del momento y no a la dimensión humana de la existencia. Acá recalco nuevamente la necesidad de la “propioceptiva”: adueñarme de mi propia existencia, de mis manos, de mi cerebro y de mi corazón.