No es un asunto de edad, si vota o no, si está dentro o está fuera. Es un asunto de ser, de impulsarse desde sí mismo, sacudir telarañas cibernéticas, ideológicas, sencillamente ser. Esta decisión está dentro, se mueve con los ríos internos de la vida, con los fracasos, con el tiempo ido dado como perdido, el tiempo roto. «Somos el ganchicho para hilar soledades y desbaratar falsas compañías/ para fundar nuevas cosas e inventar la última mudanza de un pueblo a un mejor lugar».
La revuelta anímica, la revolución anímica la llama mi viejo amigo universitario Luis Alfonso Aguilar. Hago lo que está a mi alcance para levantar el espíritu de Trujillo/ pájaro multicolor venido del gigantesco Bucare. Abrir las alas, no tener el dilema de inventar. Inventar es ser en el vuelo, atreverse en una nueva dirección.
Este invento aéreo puede derrotar cualquier aparato politiquero, lo sabemos. Con el espíritu de la gente, cuando se anima, nadie puede. Con el gentío en peregrinación admirable, levantando perezosos e incrédulos nos elegiremos, firmaremos el 21 de noviembre El Nuevo Tratado de la Dignidad Trujillana.
No es la ONU ni el presidente, ni el ungido ni el urgente, es usted y su presente. A esto lo llamo «Elegirnos como pueblo», animarse, animarnos, amarnos en el alma, armarnos de ánimo, tener valor, levantarse, recuperar el río, hacerlo nuestro, nuestra es la sed, nuestra debe ser el agua. Revuelta, vuelta nueva, revuelo, reorientar las agujas tejedoras del tiempo.
Levantarnos desde la tristeza más grande, desde la infelicidad, desde la noche de hambre, desde la mañana triste. Levantarnos sin promesas y sin muletas, simplemente levantarnos, lavar las manos y las palabras, buscarnos en el ánimo, buscar la tierra y el agua, levantar la mirada, orar, cantar haciendo, hacer e hilar manos y lenguajes, enamorarse de lo que haremos haciéndolo, ir a la misma habitación de la reflexión-reunión, hilar amaneceres, hilar amor de los seres, hambrientos de futuro, sedientos de nubes para hacer llover y sembrar el tiempo de las semillas guardadas en el vientre de los pueblos.
Dice el viejo sombrerudo, cuando el sol se va el viento seca la ropa. Ventea viento ventea, sopla fuerte. A los bandidos y mentirosos, sopla viento, lo llevaremos a un lugar de la casa. También tendrán su chance para aprender a vivir sin robar al vecino. Aprender a secar sus trapitos al viento y no al sol. A respetar a Trujillo, si no, a «devolverse por el caminito que los trajo».
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