Bariedades (Los bares no tienen edad)
Gonzalo Fragui
En Mucutuy, junto a la casa donde nací había una capilla a San Benito. Nadie sabe quién la hizo. Lo cierto es que allí de niños jugábamos a escondernos detrás del altar de madera que se estaba apolillando.
Pero nosotros no éramos los únicos visitantes de la capilla. También iban las esposas desesperadas que pedían a San Benito que les quitara el trago a sus maridos. Y no le ponían velas sino que le dejaban botellas de miche.
Otro visitante era Atilano, un albañil al que apodaban Careloco porque él le decía Careloco a todo el mundo, incluso a San Benito .
-Hola Careloco, saludaba.
Careloco desde que se hizo hombre bebió todos los días de su vida. Era un hombre consecuente. Pero, como a veces no tenía dinero para beber, visitaba a San Benito y, con la familiaridad de un amigo, le pedía:
– Careloco, préstame una botella de miche.
Se la llevaba y se la tomaba, pero nunca hizo trampa. Cuando tenía dinero compraba la botella y se la devolvía a San Benito.