Sao Paulo, 5 ene (EFE).- Dos días después de ser ingresado en un hospital de la ciudad brasileña de Sao Paulo, el presidente Jair Bolsonaro fue dado de alta este miércoles y estimuló a su salida teorías conspirativas sobre el atentado que sufrió en 2018 y que le ha acarreado problemas intestinales desde entonces.
«Continuamos trabajando, vuelvo a la normalidad. Vamos para adelante», afirmó el mandatario ultraderechista en una atípica rueda de prensa en el interior del Hospital Vila Nova Star, poco después de recibir el alta médica tras superar una nueva obstrucción intestinal.
Bolsonaro permanecía en esa clínica privada de la capital paulista desde la madrugada del lunes, cuando interrumpió sus vacaciones en el estado de Santa Catarina (sur) para desplazarse en avión hasta Sao Paulo por unos dolores abdominales.
Los médicos constataron que sufría una obstrucción abdominal, le pusieron una sonda nasogástrica e inició una dieta líquida, a la que ha respondido de forma satisfactoria.
Esta ha sido la segunda hospitalización del gobernante brasileño en los últimos seis meses por el mismo motivo. En julio de 2021, también pasó cuatro días ingresado y, como en esta ocasión, se curó sin pasar por el quirófano.
PROBLEMAS ASOCIADOS AL ATENTADO DE 2018
El doctor Antonio Luiz Macedo, jefe del equipo médico que atiende al presidente, dijo que el estado de salud de Bolsonaro es «normal» y le recetó una «dieta especial» durante una semana y «paseos», «sin ejercicios muy intentos».
Asimismo, Macedo, que interrumpió sus vacaciones en Bahamas para seguir de cerca la evolución del jefe de Estado, asoció esos problemas de salud al atentado de 2018, cuando un enfermo mental dio al entonces candidato presidencial una puñalada durante un acto de campaña electoral.
Desde entonces, el líder ultraderechista ha pasado por cuatro cirugías en el abdomen.
El autor de ese ataque, Adélio Bispo, fue declarado inimputable por la Justicia debido a sus trastornos mentales.
Aun así, Bolsonaro volvió hoy a promover teorías conspirativas sobre el atentado, llegando a acusar a la izquierda del mismo, y celebró la reapertura del caso para esclarecer si Bispo actuó sólo o fue auxiliado por terceros, lo que ha sido descartado por la Policía Federal en dos procedimientos previos.
«No salió de su cabeza (por Bispo). Para mí no es difícil resolver el caso. Ahora bien, va a salpicar a gente importante», insinuó, sin aportar evidencias.
Bolsonaro también cargó contra aquellos que quieren «politizar» el «intento de asesinato» que sufrió y contra los que lo acusan de usar sus estancias en el hospital con fines políticos, para movilizar a una masa social de apoyo que languidece a pasos agigantados al calor de la crisis sanitaria y económica causada por la covid-19.
«Me retiraron 600 ml de líquido, gases… Ahora quieren llevarlo para el lado de la política y dicen que me estoy victimizando. Es una broma, ¿no?», se quejó.
Este último pasaje por el hospital se produjo en un momento en el que estaba recibiendo críticas por parte de la oposición y la prensa por no acudir a las zonas afectadas por las graves inundaciones ocurridas en el noreste del país y continuar con sus vacaciones.
«Hemos hecho cosas fantásticas estos días que difícilmente otro Gobierno haría. El presidente no tiene vacaciones y quien lo diga es malvado», aseveró.
UN AÑO DECISIVO
Bolsonaro retomará a partir de ahora la agenda de un 2022 que será crucial para su futuro político, con las elecciones presidenciales en octubre, cuando aspirará a la reelección.
Sin embargo, todas las encuestas de opinión divulgadas hasta la fecha lo sitúan lejos de un nuevo mandato de cuatro años.
El claro favorito para esos comicios es su mayor adversario político, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien obtendría más de un 40 % de los apoyos frente al 20 %-25 % de Bolsonaro, según esos sondeos.
Bolsonaro también mencionó hoy al líder progresista para atacarlo por recabar entre bastidores apoyos de partidos parlamentarios «a cambio de ministerios, bancos oficiales y empresas estatales», si gana los comicios.
«Son luchas por el poder, ese el problema al que nos enfrentamos» pero «nosotros tenemos gente competente para vencer los obstáculos», apuntó para después enorgullecerse de no haber cerrado «ni un bar» durante la pandemia, que ha causado la muerte de 620.000 brasileños y cuya gravedad niega.