“Pero mira, ahí está Mario Briceño Iragorry, ese es el lugar perfecto para hacer la entrevista y tomar la foto”, dijo Beatriz Briceño Picón, al ver la foto de su padre en la entrada del auditorio «Domingo Miliani” de la Casa Carmona del Núcleo Universitario Rafael Rangel (Nurr), donde se llevaría a cabo el conversatorio: «CXX años de historia de Mario Briceño Iragorry», en ocasión de celebrarse 120 años del natalicio de este insigne trujillano.
Con la imagen de su padre al fondo y sentada en los cómodos muebles ubicados en el pasillo –entre preguntas y repuestas- se colaron las anécdotas de su visita al estado Trujillo “este viaje me lo saqué del corazón, porque lo habíamos planificado el año pasado, cuando veíamos que ya se aproximaban los 120 años del natalicio. Incluso, en el Palacio de las Academias en Caracas se iba a hacer un homenaje pero mi hermana mayor y yo nos enfermamos y por las manifestaciones ocurridas en el país no pudimos programar nada. No sabíamos qué pasaría en septiembre”.
Añadió que desde la directiva del Iutembi le preguntaron -“Beatriz ¿Qué has pensado?”. “Y les respondí: bueno, si ustedes organizan algo yo me comprometo a ir. Sabiendo que tengo ochenta años cumpliditos, cumplo 81 en noviembre, no sé si puedan ser muchas más las veces en las que pueda volver a viajar sola. Sentí la urgencia de venir, de ahí la precipitación de muchas cosas, incluso olvidé mi celular, lo dejé cargando. Pero pienso que he vivido casi toda la vida sin celular, qué importa que vuelva a Trujillo sin el”. (risas).
“Estoy bien y no me presagio otra cosa pero no puedo pensar que en cinco años voy a estar en las mismas condiciones. Aunque yo acumulo juventud y no años, hay que ser realista y este es un momento estelar, porque el país necesita unidad y creo que papá es un hombre que representa la unidad de Venezuela, no como posición política, sino el espíritu de unidad del país, porque él fue un hombre que pensó a Venezuela en grande, la quiso y es querido por todos”, expresó.
En ese momento aprovechó para recordar lo ocurrido en el 2010, cuando se desapareció la biblioteca personal de su padre, tras la toma del Centro de Historia. “No sé dónde están las cosas, no sé si eso está en el río o está debajo de la cama de alguien. (…) Creo que eso es propio del crecimiento de los pueblos, ha pasado en Europa y América, pero el pensamiento de MBI trasciende las pretensiones que en un momento determinado tengan los políticos que quieran deshacer su historia. Su álbum de diplomas debe estar en el río, tampoco sé qué pasó con el palo con el que le pegaron en Madrid cuando hubo el atentado de muerte durante su exilio en el año 54”, cuestionó.
Sin resentimiento y con su rostro iluminado ofrece una perspectiva diferente sobre la vida y obra de su padre, al responder las siguientes preguntas:
– ¿Por qué el pensamiento de Mario Briceño Iragorry sigue vigente en la Venezuela del siglo XXI?
La historia y la búsqueda de la identidad nacional siempre fue su norte y todavía es una tarea pendiente en el país. Su pensamiento realmente puede darle mucho aliento a quienes en este momento se propongan rescatar el alma de la patria, que es historia, tradición, encuentro, cultura…Él le dedicó toda su vida a Venezuela. Todo su esfuerzo literario estaba dedicado a buscar en el país los valores.
Yo repito lo que dicen los estudiosos, pero como comunicadora y lectora, me doy cuenta que hay cosas nuevas y muy buenas en sus libros porque el sentido de laboriosidad y los valores que necesita el pueblo venezolano están en la obra de Mario Briceño Iragorry.
Nos hemos dedicado a ir hacia adelante incursionando en las nuevas tecnologías, pero si yo no conozco mi pueblo, mi gente, de dónde vengo y a dónde voy, eso me impide interpretar los procesos históricos y descubrir la historiografía del país.
– Ante la situación país ¿Cree que debe haber un mayor compromiso de los trujillanos en representar esa trujillanidad y rescatar la nación?
Claro que sí, eso es innegable. Aquí tenemos un Núcleo que depende de la Universidad de Los Andes. Se debe amalgamar para lograr ese objetivo. Además, hay mucha gente e instituciones como el Diario de Los Andes que se empeñan en trabajar en ese sentido. Es necesario hacer un esfuerzo por superar las cosas mezquinas que a veces aparecen en las ciudades pequeñas.
– ¿Cree que Mario Briceño Iragorry ha recibido el tributo que merece por parte de los trujillanos?
Mira, ha habido momentos, por ejemplo en el centenario, se hicieron cosas importantes. Se celebró un congreso y todos los del Núcleo trabajaron mucho. Pero realmente hay que sembrar a Mario Briceño Iragorry en la escuela. Cuando ocurrió el problema con sus detractores, una de las cosas que más me dolió fue cuando me dijeron: sabes que hay unos viejitos alrededor de la plaza Bolívar llorando porque les dijeron que Mario Briceño Iragorry los había engañado. Eso me rompió el corazón. Por eso creo que hay es que sembrarlo y sin ideologías políticas.
¿Pero quiénes hicieron eso? No puedo decir que fueron los del Gobierno, sería injusto, pero lo hicieron los cronistas del momento con un afán de destruir su propia historia y con el apoyo del gobernador de ese entonces, Hugo Cabezas.
Los oficialistas me dicen que son iragorrianos y yo les digo: comprométanse con todo porque si ustedes dicen ser iragorrianos porque mi papá era antiimperialista, debemos analizar el antiimperialismo desde la perspectiva de Mario Briceño Iragorry (…).
– Imaginemos que MBI visite Trujillo ¿Qué impresión se llevaría?
Yo soy creyente y pienso que desde la vida eterna está viendo el escenario de Trujillo. Creo que su papel no es volver, sino darle fuerza espiritual al pueblo trujillano para que se reencuentre consigo mismo y nos dejemos de la partidocracia, esa serie de valores que están perturbando la vida de Venezuela.
Los estudiantes y profesores deben darse a la tarea de ir más a fondo y de preguntarse ¿Qué es lo que tenemos que imitar de MBI? Seguramente no sea su arcaizante lenguaje porque no pega en esta época. Pero vamos a leer “El Caballo de Ledesma”, “Tapices de historia patria”, “Mensaje sin destino”, “La hora undécima”, “La traición de los mejores”, vamos a acercar el espíritu de Mario Briceño Iragorry como una luz para rehacer la solidaridad, fraternidad y trujillanidad (…) si los árboles tienen buenas raíces van a crecer más.
– MBI murió cuando usted tenía 21 años, ¿Qué nos puede comentar sobre él como hombre familiar?
Una de las cosas que nos enseñó eran las tertulias familiares. Era un hombre que estaba pendiente del país y del mundo. Siempre pensaba en las injusticias y lo que le hacía daño a la humanidad. Me transmitió ese fan de trabajo, no descansaba, escribía, sufría muchísimo y tenía mucha ansiedad por hacer muchas cosas. Nunca lo vi perdiendo el tiempo.
Se levantaba a las 4 o 5 de la mañana a escribir. Podía dar los cien bolívares que tenía en la casa a quien más lo necesitaba. Era un hombre de comunión diaria, un cristiano cabal. Creo que en el mundo cultural del siglo pasado no hay un hombre de tanta altura como el que es practicante, porque quienes tienen altura intelectual han dejado la fe y los que tienen mucha fe a lo mejor no tienen altura intelectual. No diremos que es el único, pero sí uno de pocos.
Nunca ambicionó bienes ni dinero solo servía al país a través de lo que Dios le había dado, que era una pluma que no sé cómo no se agotó. Resulta insólito ver todo lo que escribió papá siendo tan enfermo, habiendo ocupado tantos cargos públicos, con una familia numerosa y sin dinero, no sé cómo le dio para tanto. Me gustaría en la vida eterna…aunque no me hará mucha falta saberlo, cómo le rindió el tiempo, en 60 años dejó 29 volúmenes y un gran aporte en diversos géneros literarios.
“Lo que se hereda no se hurta!”
Beatriz Briceño Picón continúa el legado intelectual de su padre como destacada periodista egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), hispanista y licenciada en Artes Liberales por la Universidad Complutense de Madrid y Universidad de Navarra (España), directora ejecutiva de la Fundación Mario Briceño Iragorry desde 1983, exdirectora del Gabinete Asesor de Relaciones Públicas de Madrid Garp (1965-1973), así como columnista de los periódicos El Universal y el Diario de Caracas.
Frase
“El problema de Venezuela es ser un país tan rico que no supo administrar su riqueza. En este momento está viviendo de los ingresos generados por el tráfico de drogas, la entrega de zonas a explotadores, lo que nos hace morir de sed de espíritu”.