Por Ramón Rivasáez
Cuando se tiene el privilegio de escuchar a este venerable trujillano, nacido un 13 de septiembre de 1929 en la comunidad de San Juan de la Cruz, municipio Rafael Rangel, pensamos en el poeta Fernando Paz Castillo, a quien vimos pasear su sabiduría por las esquinas caraqueñas de Miseria a Velásquez a la salida de la casa del escritor o acabamos de leer a «París era una fiesta», de Hemingway; saborear sus anécdotas con su primo Adriano González León.
En verdad, fue un lujo el encuentro con Argimiro Briceño León, quien a punto de arribar a 92 años, de una existencia rica en experiencias al lado del autor de País portátil, nos ofrece esa relación familiar con uno de los escritores venezolanos que hizo de la palabra una fiesta interminable de poesía y legó una obra, tanto poética como narrativa, a la que debemos acudir una y otra vez por las innumerables sonoridades que brotan de su imaginación prodigiosa e incontenible.
Estar cerca de Adriano era una especie de clase magistral de literatura que él dictaba a diario, con su gracia y donaire con la elegancia innata que recibió de los dioses; era como un Rubén Darío, ese niño prodigio que deslumbró a los europeos que le conocieron. Bien, Argimiro Briceño León, acompañó al Nene durante casi toda la vida de este ilustre valerano, mejor dicho de este escritor hispanoamericano que perteneció al «boom latinoamericano».
Volviendo a Argimiro y cómo conoció a su primo, al hijo de su tía Nicolasa León, contó que él vivía en el campo petrolero de San Lorenzo del entonces distrito Baralt, estado Zulia, cuando su padre César Augusto le dijo:»vamos para que conozcas a tus primos».
Mi primera impresión de Adriano fue la de un niño impecablemente vestido, un pequeño patiquín, de una despierta imaginación; me dio la bienvenida con una broma, me soltó ésta, «te vas a comer este helado con envoltorio incluido». Argimiro, por supuesto, le hizo caso, era una barquilla que compró en el Alto de Escuque, que era donde él vivía con sus hermanos Gonzalo, Marina y Cira, desafortunadamente, todos fallecidos.
Contó Argimiro que él tenía ocho años cuando conoció a Adriano y evocó que acudió con el futuro novelista a ver la primera proyección de cine en el pueblo de El Alto de Escuque, donde en una improvisada sala, en completa oscurana, colocaron una sábana blanca y allí vio su primer filme que recuerda fue una producción de la tierra de Agustín Lara y Amado Nervo.
Desde entonces, los primos se hicieron inseparables; estudiaron juntos e ingresaron en la UCV, Adriano concluyó sus estudios de derecho, pero Argimiro fue conquistado por Gonzalo González León,(hermano de El Nene); Francisco Prada y Antonio Pérez Carmona y publicaron el vocero » Fragua» que aparecía en Valera en la clandestinidad contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; durante estos años, Argimiro fue confinado a Barquisimeto por el gobernador de la dictadura Atilio Araujo, a raíz de un romance que sostuvo con una bella valerana.
Recordó Argimiro sus amistades de su estancia valerana en Pedro Malavé Coll, Raúl Burgos del Moral y el poeta Aquiles Valero Monzillo, con quienes se paseaba por la plaza Bolívar y se cruzaron con una bellísima lugareña que luego fue famosa en el país. Posteriormente al caer la tiranía el verbo encendido de Domingo Alberto Rangel y Américo Martín le motivaron a optar por la insurrección, hasta que la realidad le convenció de su equívoco y siguió cerca de su primo, El Nene, quien acababa de ser designado primer secretario de la embajada de Venezuela en Argentina.
En Buenos Aires, contó Argimiro, Adriano González León conoció a Jorge Luis Borges e incluso discutieron en una ocasión cuando el autor de El Aleph, quiso apabullar con su sapiencia al venezolano, y éste le hizo algunas observaciones. Adriano fue al teatro Colón con Miguel Ángel Asturias a escuchar a Borges en sus concurridas conferencias, recordó Argimiro.
En ese entonces, Asturias era embajador de Guatemala en Argentina y por esos días Adriano publicó su libro Las hogueras más altas, prologado por Asturias que, con los años, fue premio Nobel de literatura. En Buenos Aires, Adriano contrajo matrimonio con la periodista Mary Ferrero, con quien se vino a Venezuela al concluir la misión diplomática del embajador José Nucete Sardi.
En Venezuela, Adriano se dedicó a sus clases en la UCV e inició su novela que le dio celebridad universal, País portátil, cuyos originales envió en 1967 a un concurso en España, narró Argimiro.
Al enterarnos del veredicto, marchamos a Barcelona, Adriano, Mary Ferrero, Miguel Otero Silva, María Teresa Castillo, Margot Benacerraf, y yo , entre otros, y al arribar, me llevé la gran sorpresa, al acto de entrega del premio de novela Seix Barral, asistía el cónsul de Venezuela, mi padrino Mario Pérez Arjona, quien era de Boconó; pero además estaban a la ceremonia Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Barral y el exquisito cantante catalán Paco Ibáñez, con quien tuve el honor de cantar al alimón rancheras y tangos, relató emocionado.
Después Adriano, Mary Ferrero y yo tomamos el tren para Génova, Viareggio; en Florencia, El Nene, me aconsejó «toma un puñado de tierra de la cuna de Lorenzo de Medicci porque aquí nació el Renacimiento, El humanismo del mundo». Después en Venecia tomamos una góndola que, por cierto, fue chocada por otra que tripulaba un mercader de verduras y al llegar la patrulla marítima, la sentencia, fue, la colisión la perdió el que transportaba las vituallas, menos mal, repuso Argimiro.
Después en Roma, Argimiro reconoció que, gracias a sus dotes de cantante de tangos y rancheras le abrieron el corazón de varias romanas que se rindieron a sus galanteos lordbayroneanos.
En Madrid hizo lo mismo en la cotizada sala de espectáculos Las Morerias, lugar frecuentado por celebridades como Ava Gardner, Marlon Brando, Frank Sinatra, Sofía Loren, Hemingway, Muhammad Ali, Chaplin, Kissinger, Charlton Heston, Claudia Cardinale, entre otros.
Pero, volviendo a Argimiro, Ud, nació un 13 de septiembre, coincidiendo con la fundación de AD; tiene amigos dentro de las filas blancas?
Cómo no, hice una bonita amistad con dos de sus dirigentes, José Vargas, presidente de la CTV y con Manuelito Peñalver.
¿Con CAP, no?
Claro, trabajé en el INCE con Álvaro Aranguibel, por algún tiempo, por allí salió publicado el poemario La distante comarca de Rómulo Aranguibel, un bello libro; sobre el presidente Pérez es necesario reivindicar su nombre, por una obra fundamental para Venezuela el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, un programa que no tuvo parangón en el mundo de la educación pública. Sólo por esa iniciativa pasaría como un gran presidente, otra fue la creación del Sistema Nacional de Orquestas que puso a Venezuela a la par de las naciones del primer mundo; la nacionalización petrolera; un estadista a quién no se le ha reconocido sus aportes al país.
¿Sobre la actual situación, cuál es su criterio?
Ante tanta felonía, Venezuela tiene una respuesta que recorre las calles con valentía, dignidad y honestidad es, sin duda, María Corina Machado, que durante los últimos veinte años, ha demostrado su verticalidad, sin doblegarse ante la satrapia y los vende patria.
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