Argenis Betancourt. Pero así la vida es más sabrosa / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

Siempre recuerdo mi pasado y en esa regresión me estaciono en mi niñez y qué puedo decir. ¡Bueno!, yo tuve una niñez feliz. Nací en Campo Alegre, pero estando muy chiquito, mis padres decidieron mudarse para La Cejita. Mi padre Rafael Antonio Betancourt y mi madre Elba María Navarro, ella era de Coro.

El pueblo era muy distinto, una población en evolución; recuerdo que todas las calles eran de tierra, al ir pasando los años las fueron asfaltando. La primera fue la avenida Monagas, después la Bolívar, que son las vías principales de La Cejita, luego la José Manuel Briceño, la avenida Cruz Carrillo, en donde está el sector La Coleta.

Una característica bien importante de la gente que ha vivido ahí es que han sido muy alegres, siempre jugando dominó, bingo, barajas, celebran en grande los carnavales, la navidad, buena música hasta la madrugada, incluso hasta hoy, en parte se mantiene esa tradición para darle un calificativo.

Los juegos de mi muchachada eran el trompo, las metras, los volantines. Confieso aquí entre nos, yo era muy malo para esas piques. No me atrevía a picar una troya, seguro que perdía en el primer tiempo mi trompito. Eran unas competencias de trompo que recorrían todo el pueblo. Salían unos trompos grandes que los llamaban “vacorro”, se cobraban los quinios. Justamente desde la Coleta partían esas troyas, la guerra era también a muerte. Muchos salían de su casa con el trompo y llegaban sin el, porque había caído en el recorrido del camino, la Semana Santa era la buena época para el trompo.

Recuerdo que comenzaron a modernizar el pueblo instalándole los servicios de agua potable, aguas servidas, por las calles abrieron grandes zanjas y cuando venían esos torrenciales aguaceros pues se llenaban de agua, esas fueron nuestras primeras experiencias bañándonos en rústicas piscinas, entre lo que era agua y fango. Pero así la vida era más sabrosa, cosas de muchachos.

Inicié mis estudios de primaria en la Escuela Julio Sánchez Vivas, a los doce años di mi primer discurso, era la conmemoración del 24 de julio, el día del natalicio del Libertador. Hablé un poco de los rasgos bibliográficos de Bolívar. Recuerdo que finalicé diciendo que “Bolìvar había muerto como un pobre Cheo”. De acuerdo a la tradición cejitense, la categoría “pobre Cheo”, significaba el hombre en completa decadencia, en donde prevalecía por encima de todo la pobreza absoluta. A pesar de todo, los aplausos no se hicieron esperar.

Hago una remembranza con mucha insistencia en la década de los sesenta, la presencia del padre español Jesús Ligero Ligero, quien venía de Málaga. Verdaderamente que era un personaje inmenso, un hombre progresista y al mismo tiempo de temple. Él cambio el destino de este pueblo, en donde la patrona es Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, una advocación mariana inmensa.

Si mal no recuerdo, él fue director de turismo, nos formó en el teatro con varias obras, del teatro de oro español. Entre ellos Lope de Vega que representa el teatro clásico español, un gran exponente de la comedia del siglo XVII, con un nuevo arte, además de ser un poeta lirico, épico, festivo y popular de gran pluma. Al igual se hizo con algunas obras de Pedro Caldero de la Barca, creador de comedias para la corte. También nos enseñó a través del teatro la riqueza intelectual de Francisco de Quevedo y Villegas, un auténtico humanista, produjo una poesía satírica y filosófica entre otros escritores de ese ciclo que en este momento no recuerdo.

La plaza Bolívar y la iglesia eran el centro de atención, el día de efemérides, siempre se recordaba como atención y orgullo nacionalista que era parte de un valor integral de la persona humana. Las fiestas de nuestra patrona era una semana de regocijo en nuestra fe, de cada uno de nosotros, que era el sentimiento del pueblo y conducido por un personaje de esta estampa, pues era un significado de unión pueblerina.

En las fiestas patronales que se celebran en la semana del ocho de diciembre invitaban a la banda distrital de Valera, porque el Municipio Antonio Nicolás Briceño, capital La Cejita, pertenecía al Distrito Valera. Ellos venían a tocar unos conciertos en la plaza y un grupo de muchachos nos parábamos cerca de los músicos que ejecutaban los instrumentos de viento y nosotros comenzábamos a chupar cítricos, pues esta travesura incomodaba a los músicos, por lo tanto nos sacaban del concierto.

Estas fueron las bases cuando me fui para Carcas a la Universidad Central de Venezuela, por año estudié teatro con maestros como: Humberto Arcelia, Gustavo Rodríguez, un señor, un hombre basto en estas lides, un hombre de mundo y de mucha cultura. El director del teatro era Nicolás Curiel. Nos dictaron: Historia del teatro. Expresión corporal. Actuación. Drama. Al mismo tiempo estudiaba cuarto año de bachillerato en el liceo Pedro Emilio Coll de Coche. Anteriormente estudiaba en el liceo Rafael Rangel en Valera.

Solamente estuve en Caracas un año, por razones económicas tuve que retornar a mi pueblo y al Rafael Rangel para continuar los estudios de bachillerato, en donde obtuve el título. Al poco tiempo ingresé a la Academia Nacional de Policía Científica, lo que fue la PTJ. Me titulé en la segunda promoción de detectives, entré a la PTJ. Trabajé en Caracas, Maracaibo, Punto Fijo, Mérida. Un trabajo que me gustaba mucho, muy dinámico y peligroso, echando plomo parejo. Me retiré porque me lo pidió mi familia, prácticamente fue una orden de mi padre.

En una oportunidad me abajé de una patrulla, en Mérida, en el centro de la ciudad, donde quedaba la Facultad de Derecho, en aquella escuela colonial inicié mis estudios de Derecho. Tuve grandes profesores, más que profesores maestros. Imagínese usted que filosofía del derecho la dictaba un filósofo de la talla de Lino Arias Bustamante, para ese tiempo escribiendo el libro número noventa. Todo un pensador transmitiendo las corrientes de pensamiento de las distintas etapas de Grecia, Roma, el medio evo, la modernidad y así hasta nuestros días.

Entre otros que recuerdo están: Luis Elvano Zerpa Díaz, Amadis Cañizales, Humberto González Berti, Magaly Carnevali de Camacho. José Mendoza Angulo, yo fui preparador en su materia, al tiempo llegó a ser rector de la ULA. Cuando ingresé como abogado, la universidad me dio la oportunidad de quedarme impartiendo clase, pero preferí regresar a Trujillo a ejercer mi profesión, que fue lo que hice toda la vida en cuanto al derecho.

Con el tiempo dicté clase en el Instituto Universitario de Tecnología del Estado Trujillo (IUTET), ahí estuve veinticinco años y logré el nivel de profesor titular. Hice una especialización en Derecho Procesal por la Universidad Católica Andrés Bello, luego una maestría en Educación Superior por la Universidad Valle del Momboy y finalmente el doctorado en derecho por la Universidad del Zulia.

La vida hoy está difícil, muchos son los cambios que he visto en este recorrido, vivimos días de incertidumbre. Pero eso sí, frente a la adversidad la presencia de Dios, la fe es la fuente del optimismo. Por ello celebro como nunca cada nuevo día que comparto con mis semejantes. La actividad más cotidiana que hago es el ejercicio de caminar con mi bastón en mano al estilo del Padre Abraham, con los años encima pero con esperanza y luz, como ella, inmensa…

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