La celebración del Día del Amor me brinda una excelente oportunidad para insistir en la necesidad de aprender el amor. Muy pocos piensan que el amor es algo que hay que ir aprendiendo poco a poco a lo largo de la vida. La mayoría da por supuesto que el ser humano sabe amar espontáneamente. Por eso se pueden detectar tantos errores y tanta ambigüedad en el mundo misterioso del amor. Hay quienes piensan que el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado y no en amar. Por eso se pasan la vida esforzándose por lograr que se les ame. Para estas personas, lo importante es ser atractivo, resultar agradable, interesante, hacerse querer. Hay quienes confunden el amor con el deseo. Todo lo reducen a encontrar alguien que satisfaga su deseo de compañía, afecto o placer. Cuando dicen “te quiero”, en realidad están diciendo “te deseo”, “me gustas”.
Cuando le preguntan a Jesús : « ¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Jesús no duda: Lo primero de todo es amar. La última palabra la tiene siempre el amor. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. Es la savia de la vida, la clave de nuestra vida personal y social, el secreto último de nuestra felicidad. Pero el amor no se improvisa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se aprende y se contagia.
Para aprender el amor, la primera tarea es aprender a escuchar. Tratar de comprender lo que ocurre en la intimidad de la persona que se ama. Sin esa escucha sincera de sus sufrimientos, necesidades, alegrías, sueños y aspiraciones no es posible el verdadero amor.
Lo segundo es aprender a dar y también a recibir. No hay amor donde no hay entrega generosa, donación desinteresada. El amor es lo contrario a apropiarse del otro, utilizarlo, aprovecharse de él. ¿Cómo puede decir alguien “te amo” y después maltratarte, engañarte, utilizarte, abusar de ti? Pero el amor consiste no sólo en dar sino también en recibir. Amar es ser lo suficientemente humilde como para estar dispuesto a recibir del otro su ternura, su entrega, su palabra, su don, sin representar el papel del que nada necesita; es acepar con gusto lo que te brinda, sin exigir que te dé lo que no puede o no quiere darte.
El amor abraza pero no retiene; no genera dependencia sino que da alas a la libertad. No manipula, no se aprovecha, sino que está pendiente de buscar el bien de la otra persona, aunque ello suponga esfuerzos y acarree sufrimientos. Porque el amor afirma la existencia de la persona amada, busca también su crecimiento y perfección. Por eso alienta y colabora para que viva mejor y sobre todo sea mejor, como camino para alcanzar la plenitud y la felicidad.
Quien ama de verdad no sólo ayuda a ser mejor al otro, sino que se esfuerza cada día por ser más bueno para así poder ser un mejor regalo para la persona que ama. Más que regalar cosas, se regala él, regala lo mejor de sí mismo: su tiempo, su atención, su sonrisa, su escucha, su vida. Lo mejor que pueden hacer los novios por sus novias, los esposos por sus esposas, los padres por sus hijos, los amigos por sus amigos, los profesores por sus alumnos, los ciudadanos por su país, es esforzarse por ser cada día mejores.
Por último, amar exige aprender a perdonar. Aceptar al otro con sus debilidades y su mediocridad. No retirar rápidamente la amistad o el amor. Ofrecer una y otra vez la posibilidad del reencuentro. Devolver bien por mal.
@pesclarin
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