Por: Carolina Jaimes Branger
Un video publicado por Karen Brewer-Carías en su cuenta de Instagram @karenexplora, llama la atención sobre lo sucedido a una cachorrita tamandúa -también conocida como osa melera amazónica, pariente de los osos hormigueros grandes- de apenas dos meses de vida y dos kilos de peso, que fue agredida por un grupo de jóvenes que le cayeron a patadas y pedradas. El hecho ocurrió en el Parque Nacional Waraira Repano, el Ávila, en Caracas. A pesar de haber sido atendida por la veterinaria Grecia Márquez de la Fundación Plumas y Colas en Libertad, lamentablemente no hubo nada que hacer. Sufrió muchísimo, defecó con sangre, probablemente por hemorragia interna, y finalmente murió. Ya van tres animales víctimas del salvajismo en lo que va de año. A un rabipelado lo dejaron tetrapléjico a palos y a un puercoespín le dieron un palazo en la cabeza.
El oso melero es una especie nativa de diversas regiones de América del Sur, incluida Venezuela. Aunque no se encuentra en peligro crítico de extinción, el maltrato hacia cualquier espécimen silvestre suscita preocupación no sólo por las implicaciones éticas y legales, sino también por el impacto en la biodiversidad local, justamente lo que denuncia Karen. Porque nada logramos si sólo insultamos a los agresores. Por supuesto que sería justo que las autoridades inicien una investigación para identificar a los responsables, determinar las circunstancias que rodearon el ataque y darles un castigo ejemplarizante para que las carencias en la educación y valores de quienes los perpetran se subsanen. Pero más allá de ello, este suceso ha originado un amplio debate sobre la necesidad de fortalecer las políticas de educación y concientización sobre el respeto a la fauna silvestre. Hay que fomentar una mayor sensibilidad hacia los animales y su entorno, porque los actos de violencia contra la vida silvestre afectan a los ecosistemas, incluso hasta por una razón egoísta: nosotros, los seres humanos (¿o debería decir humanos e inhumanos?), formamos parte de ellos.
Muchos han expresado su repudio ante el incidente y se han hecho eco del llamado a la comunidad para colaborar en programas educativos que promuevan el respeto y la protección de la fauna local y cómo nos beneficia. Desde que vi el video, no he dejado de pensar -con dolor- en la pobre e indefensa cachorrita. Cada ser vivo merece ser tratado con dignidad y respeto.
El maltrato animal es una preocupación ampliamente reconocida a nivel global. Este fenómeno incluye desde acciones deliberadas de crueldad física -como en el caso de la tamandúa- hasta la negligencia en el cuidado adecuado de los animales. Hace pocas semanas vi la noticia de un perro que había fallecido de hambre y sed, porque su dueño se fue de viaje y lo dejó solo. Por supuesto, las leyes y regulaciones sobre el trato hacia los animales varían significativamente entre regiones y culturas, lo que puede influir en cómo se perciben y se manejan estos casos. Pero creo que en cualquier parte del mundo la educación y la sensibilización desempeñan un papel crucial en la promoción de prácticas respetuosas hacia los animales, y muchos defensores de sus derechos abogan por una mayor implementación de programas educativos y campañas para generar conciencia sobre el tema.
Acompáñanos a minimizar el sufrimiento animal, a conocer más sobre la biodiversidad y a fomentar prácticas que promuevan el bienestar de todas las criaturas vivas. ¡Comparte el video!
@cjaimesb
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