Por Ramón Rivasáez
El poeta que se doctoró en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y publicó un solo libro de poemas, se dedicó a investigar sobre la obra de dos notables aedas venezolanos, Rafael Cadenas y Eugenio Montejo, sobre quienes escribió enjundiosos trabajos que hoy son textos de obligatoria consulta en las escuelas de letras de universidades nacionales.
Aníbal Rodríguez Silva, Maracaibo, (1952-iden 2016), arribó a la ciudad de Trujillo invitado a dictar clases en la Maestría de Literatura Latinoamericana en el NURR, después de realizar la maestría en la especialidad en la ULA-Mérida, luego efectuó su doctorado en la UNAM, país en donde logro editar su único libro de poemas Memoria de escriba, ediciones El Armitaño México 2001.
Este poeta-filósofo en su obra ensayística aborda a Rafael Cadenas bajo la óptica de la lectura hermenéutica en su trabajo El poema como imposible, ediciones de la ULA, 2000, una mirada diversa y compleja acerca del arte poético de quien este año fue nominado al Premio Nóbel de Literatura por la totalidad de su trayectoria literaria.
En cambio sobre Eugenio Montejo, a quien calificó como uno de los autores más originales de la lengua castellana, divide su obra en tres grandes espacios los libros de poesía, donde destacan bajo su firma Algunas palabras, 1976; Terredad, 1978; Trópico absoluto 1982; Alfabeto del mundo 1986; Adiós al siglo XX, 1992; Partitura de la cigarra, 1999; entre otros; la segunda parte es su colección de ensayos La ventana oblicua, 1977; El taller blanco, 1983-1995; y escritura apócrifa u oblicua como prefería denominarla, El Cuaderno de Blas Coll,1981, 83 y 98; el libro de sonetos El hacha de seda, 1995, firmado por Tomás Linden; Guitarras del horizonte,1992, suscrito por Sergio Sandoval; Chamarrio, 2004, firmado por Eduardo Polo, y otros autores como Lino Cervantes, aún no editados.
De acuerdo al investigador y filósofo, la obra de Montejo debe ser estudiada “como un todo”; no parcialmente. Afirmó que su poesía se complementa con sus ensayos, mientras la escritura oblicua o apócrifa “refleja como un espejo de agua la imagen de su poesía y de su poética”. Observó Rodríguez Silva que Montejo “ha elaborado una red de voces y máscara en la cual la poesía y la poética se ponen en diálogo”. Sentenció “poesía y poética se funden en la escritura”.
El filósofo advirtió que “muchos de los ensayos de Montejo son a la vez una poética; de la misma forma, algunos de sus poemas son a la vez práctica y teoría poética”. Indicó que “la escritura oblícua o apócrifa es una de las formas en que se manifiesta la particular poética” del complejo escritor que residió por años en Portugal.
Se trata, asentó Rodríguez Silva, “de una práctica y una teoría del oficio del poeta de escribir en estos tiempos de penurias y pérdida de lo sagrado”.
En su trabajo de doctorado en la UNAM el poeta y filósofo que laboró en el equipo del poeta Rafael José Alfonzo, y colaboró en las páginas literarias del DLA, escribió una tesis en torno a la obra de arte en Hans George Gadamer, línea de investigación orientada a la relación entre poética y hermenéutica y la deconstrucción de Jacques Derrida y sus seguidores a partir de la lectura de estos filósofos acerca de la obra del poeta Paul Celan. En fin, su preocupación central fue enfocarse en el análisis y la discusión sobre el intrincado universo de la poesía, alberca de la cual sorbió grandes tragos esclarecedores en el mundo de la investigación literaria.
Aníbal Rodríguez Silva, fue miembro del laboratorio de Investigación Arte y Poética de la ULA-Trujillo hasta su lamentable fallecimiento en el 2016 en su ciudad natal