En mis andanzas por esas calles de Dios, le pido al Creador que si hay chance en otra vida de uno decidir dónde quiere nacer, que me manden para Valera… Esta ciudad tiene una magia rara, es atractiva, sabrosona, todo lo tenemos cerca, los cerros están juntos, por eso debe ser que al valerano le gusta el compartir una sana conversa, una guachafita para gozar a lo grande.
Ay, mi madre
Averiguador como mi gente no hay dos: en una oportunidad me había tomado unas cervecitas celebrando el cumpleaños de un amigo. Iba subiendo por la urbanización Lasso de la Vega, frente al Colegio de Hembras, observo unas 50 personas reunidas, en lo alto de un edificio se escuchaban gritos, golpes, y sacadas de madre, mientras en la calle, un viejo Chevrolet de la PTJ (policía científica) permanecía con sus cuatro puertas abiertas de par en par.
Me le acerqué a “Pedro el carnicero”, y le pregunté, ¿Epa, y qué es lo que pasa aquí?, pedrito, con mucho dramatismo, respondió:
-Unos ladrones se metieron a robar en la fiesta de 15 años de la profesora González, los invitados al fiestón los desarmaron y le están cayendo a golpes hace un buen rato.
-¿Y este gentío que está en la calle, que hace?
-Están esperando que la PTJ, baje a los ladrones para verles las caras y saber si son conocidos?
-Aquello me pareció una gran injusticia, los “averiguadores” peleándose el mejor puesto para saber quiénes eran los choros que estaban llevándose la golpiza de sus vidas. Más rápido de lo que espabila un ciego, me subí al techo del vehículo de los policías y comencé a dar brincos y brincos. En segundos, el lugar quedó más solo que la capilla del cementerio municipal.
Me imagino, que el gentío entró en pánico, pensando, si en ese momento los funcionarios aparecían, observaban lo que estaba pasando con la patrulla, entraban en cólera, y les daba por arremeter contra aquel gentío… Ja, ja, ja, ja. La gente se quedó con las ganas de verle las caras a los ladronzuelos de siete suelas.
El Chingo Eliodoro
Un sábado de farra, estaba con mi amigo, el chingo Eliodoro, tomándonos unas frías en un famoso bar frente al cementerio de Valera. A eso de las 12 de la noche se formó una trifulca de señor mío. Eliodoro, como amante de la paz entre los hombres de buena voluntad, se metió en la refriega para separar a los concañeros que peleaban… Mejor que se hubiera quedado tranquilo como el “Hijo de Josefa”.
Le han dado una “coñaza” que casi se le “quita lo chingo al hablar”. Se me acerca y me dice: “Alfredo, acompáñeme para la PTJ, voy a denunciar estos “desgraciados” por desfiguración de rostro. En solidaridad, lo acompañé al recinto policial que estaba ubicado en la calle 9, cerca del hospital central. Llegamos a las 12 y 30 de la noche, y despertamos a un funcionario que estaba echando “un camarón” sobre una silla. El tipo mal encarado, pregunta:
-¿Qué quieren ustedes? A Eliodoro, casi no se le entendía lo que hablaba, pero al fin se le escuchó manifestar:
-Vengo a denunciar a unos bandidos, por desfiguración de rostro…El PTJ, notó la borrachera del denunciante, y más bravo que buhonero en día de lluvia, le increpó:
-Mire amigo, en Valera todos nos conocemos. Usted ha tenido desfiguración de rostro toda la vida. Y cuento 3, para que se vaya de aquí “yaaa”, o lo meto en el calabozo para que pase la borrachera… No nos quedó más remedio que marcharnos para donde Doña Carmen, a degustar las mejores arepitas mata perros de aquella Valera de hace 45 años.