Actitudes ante la desgracia de otros 

 

Hay diversas reacciones ante la desgracia de otras personas. El historiador francés Daniel Halévy (1872-1962) en el año 1909 publicó una biografía de Friedrich Nietzsche (1844-1900). El 27 de agosto de 1883 hubo la tremenda erupción del volcán Krakatoa en Indonesia y su amigo Paul Lanzky (1852-1935) le leyó las noticias y Nietzsche exclamó entusiasmado: “¡Qué hermosura, dijo a Lanzky, doscientas mil personas destruidas de un solo golpe!. Es magnífico. He ahí cómo debería terminar la humanidad; cómo terminará algún día” (1). El 23 de febrero de 1887 hubo un fuerte temblor en Niza (Francia) donde estaban ambos, y Nietzsche expresó a Lanzky: “su deseo de que una ola gigantesca suprimiese cuando menos a Niza y a sus habitantes. Pero – le hizo observar Lanzky – también nosotros quedaríamos suprimidos.”¡Qué importa! Respondió Nietzsche” (2). En el caso de que esta anécdota sea verídica, es difícil de interpretar, aunque quizás refleje la desdichada vida personal de Nietzsche.

 No obstante, otros autores han aseverado que ‘todas’ las personas se alegran con la desdicha de otros. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) en su obra: ‘Naturaleza Humana’ (1650) asevera que las personas experimentan placer al contemplar desde una posición segura el peligro que corren otros en medio de una tempestad en el mar, en una pelea o cuando dos ejércitos se enfrentan. Hobbes dice que hay deleite porque nos recuerda que estamos seguros, pero también reconoce que hay piedad que ocasiona pesar. Sin embargo concluye: “Pero el caso es que predomina con mucho el deleite, tanto que los hombres se sienten satisfechos, por lo general, de asistir como espectadores a la miseria de sus amigos” (Cap. IX, Sección 19). Esto que dice Hobbes es falso porque ninguna persona normal puede sentir satisfacción por la desdicha de un amigo.

Por otra parte, el escritor ruso Fedor Dostoievski (1821-1881) en su obra ‘Crimen y Castigo’ (1866), en uno de sus episodios narra que el personaje Semion Marmeladov anda borracho por la calle y es arrollado por un carromato tirado por caballos. Lo llevan ensangrentado y moribundo a su casa, y los vecinos se aglomeran para observarlo, pero la esposa Katerina Ivánovna les dice que se vayan y Dostoievski dice: “los inquilinos se fueron retirando uno tras otro hacia la puerta con la rara sensación de complacencia que se da siempre, incluso en los seres más allegados, ante la desgracia repentina del prójimo, sensación de la que no se libra nadie, ni siquiera experimentando el más sincero sentimiento de compasión y condolencia” (Segunda Parte, Cap. VII). 

Por otro lado, el filósofo y economista escocés Adam Smith (1723-1790) en su obra: ‘Teoría de los Sentimientos Morales’ (1759) plantea un caso hipotético: El gran Imperio de China con todos sus millones de habitantes ha sido tragado por un terremoto. Smith asevera que un europeo humanitario durante un rato lamentará lo sucedido a ese desdichado pueblo. Pero al poco rato seguirá con su vida normal igual que antes. No obstante, el más mínimo percance que sufra en su vida personal le ocasionará una perturbación más grande. Si él fuera a perder al día siguiente su dedo meñique, esa noche no podría dormir. Entonces Smith plantea lo siguiente: A una persona le proponen que no perderá su dedo meñique siempre y cuando consienta en que se sacrifiquen las vidas de esos cientos de millones de personas. Smith asegura que todos preferirían perder su dedo meñique para salvar a todos esos seres humanos. Smith asevera que nuestros sentimientos pasivos son siempre sórdidos y egoístas, pero la razón, los principios y la conciencia, son capaces de vencer esos impulsos egoístas. Smith insiste en que es la conciencia y el amor de lo que es honorable y noble, la grandeza y la dignidad y la superioridad del propio carácter, lo que hace que las personas sean capaces de renunciar a sus intereses más grandes en aras de lograr los intereses aún más grandes de los demás, y que sean incapaces de hacer el más mínimo daño a otro para lograr el más grande beneficio propio (véase Parte III, Capítulo III). Lo que dice Adam Smith es muy bonito y en cierto grado es convincente, pero es muy discutible que todas las personas responderían como él dice…¿Qué piensa usted amiga lectora o lector?.

 

NOTAS: (1) Pag. 384 en Daniel Halévy ‘La Vida de Nietzsche’. Emecé Editores (1944). Buenos Aires. (2) Ibidem    

 

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