Queridos todos,
Se nos fue el Maestro. Se nos fue sólo físicamente. Su legado vivirá por siempre entre nosotros y tocará generaciones futuras aquí y en todo el mundo. La influencia de un buen maestro -dijo Derek Bok, quien fue presidente de Harvard- dura por toda la eternidad. Por eso les escribo, para expresarles mi tristeza, devoción y admiración por la partida de alguien a quien quise, respeté y admiré tanto, a alguien que me privilegió con su amistad. No tengo que explicárselos, porque sé que ustedes piensan de igual manera. Ahora tienen que seguir transmitiendo lo que aprendieron de ese genio que los guió, que los enseñó, que los iluminó.
Quisiera que El Sistema continuara siendo lo que el Maestro concibió y consolidó. Estoy convencida de que es la obra de mayor envergadura, la verdadera revolución en la historia de Venezuela y en muchos lugares del mundo donde se ha implantado. Está en manos suyas que siga siendo lo que ha sido hasta ahora: el remedio contra la mediocridad, ese cáncer que se ha expandido por toda nuestra patria. Y ésa es una enorme responsabilidad y un gigantesco reto, más en la situación por la que pasa Venezuela hoy. Ustedes que estuvieron cerca de él tienen el testigo en sus manos. Conocen la prédica del Maestro. Sus métodos y metas. Su orden impecable, sus niveles de exigencia, su perfección. No pueden bajar ni un milímetro esos estándares. Se lo deben al Maestro, se lo deben a ustedes mismos, se lo deben al país.
Cuando José Antonio Abreu fundó El Sistema, Venezuela era el país con la mayor clase media de América Latina. La idea era que mediante la inclusión a través de la música, esa clase media creciera y se fortaleciera. Desgraciadamente todo cambió para mal. Todo menos El Sistema, que continuó su vertiginoso ascenso a cumbres nunca vividas en nuestro país. El círculo virtuoso de valores se extendía hacia toda la familia de sus integrantes. No podemos permitir que la marginalidad gane esa batalla. Es una lucha titánica, pero se puede, con todas las herramientas que el Maestro Abreu les legó.
El día que murió el Maestro Abreu mi amiga Sofía Herzberg me envió una historia bellísima que quiero compartir con ustedes. Tal vez la conozcan, pero en estos momentos vale la pena recordarla:
“En ciertos lugares del mundo, existen playas que después de que baja la marea, quedan cubiertas por millones de estrellitas de mar, totalmente indefensas, ya que todavía no han desarrollado su caparazón. Su delicada piel no soporta el calor del sol y terminan muriendo.
Un día, en la playa, un niño se agachaba a cada momento, recogía las frágiles estrellitas y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Una persona “normal” hubiera pensado que hacía algo que no tenía sentido, porque debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca se podrían devolver todas. Además, esto mismo sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. Alguien se lo comentó.
Pero el niño sonrió, se inclinó, tomó una estrellita de mar y mientras la lanzaba de vuelta al mar, dijo:
– Para ésta sí tuvo sentido… para ésta y ésta también.
Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento eran cientos. Se podía escuchar desde lejos un coro que decía: «Y para ésta… y ésta…»
Ahora les toca a ustedes recoger las estrellas. Uno de los primeros artículos que yo escribí fue sobre la obra de José Antonio Abreu. Y desde entonces he escrito mucho sobre él, sobre ustedes, sobre las orquestas y los coros. Creo firmemente que ése es el camino. Por favor, ayuden al país a transitarlo.
@cjaimesb