Gabriel Montenegro
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A casi tres años de la desaparición física de nuestro fraterno amigo, colega, compañero y hermano Onésimo Antonio Caracas Camacho, o simplemente » Necho», evocamos muchos de nuestros gratos momentos junto este hombre y personaje trujillano; un ser humano de recio temple en su carácter pero de un corazón grande, amoroso, sincero y noble.
Con » Necho» compartí por más de cuarenta años, no solo en estas lides periodísticas, sino en muchos momentos inolvidables de deporte, hermandad, bohemia y de inolvidables cuitas familiares.
Onésimo Caracas se caracterizó por la defensa de la amistad sincera. Odiaba la hipocresía, el descrédito, la deslealtad y la falta de solidaridad.
Fue además un hombre sin medias tintas, que expresaba sus opiniones y posturas sobre cualquier situación de una manera abierta y franca.
Aunque tenía sus problemas personales como todos, no era muy dado a revelarlos, sin embargo por nuestra cercanía fue abierto a contarme muchas de sus infidencias y decepciones, por las cuales tuvo marcado sufrimiento.
Otorgaba » Necho» su amor sincero, sin pensarlo dos veces y en realidad solo le toleraba frases hirientes a quienes en realidad tenía verdadero afecto.
Una de sus anécdotas con este servidor ocurrió en ocasión que con su inseparable Nissan Patrol de color verde, realizábamos diligencias inherentes a nuestro trabajo reporteril.
Era un día caluroso y al culminar nuestras labores se me ocurrió proponerle refrescarnos con un par de cervezas; solo un par de ellas porque no contábamos con mucho dinero en ese momento.
Llegamos a la hoy desaparecida Fuente de Soda y Restaurant » El Padrino» y mientras el llamaba al mesonero yo aproveché para ir hacia la vieja «Rock-ola», donde introduje par de monedas y seleccioné varios temas musicales de la época ( años 80). Entre los temas elegí la a canción » El peso del pecado» de Fernando Tousent, además de las infaltables «Rama seca» y » A la sombra de aquel árbol» de las Hermanitas Calles.
Cuando comenzó a sonar la pieza de Tousent, algo cambio en » Caraquita», quien me dijo: » No Monte, no nos vamos todavía que yo tengo algo de dinerito guardado como reserva. Andá y me ponés de nuevo » El peso del pecado».
Lo cierto es, que cuando ya llevábamos más de diez espumosas cada uno, «Necho» rompió en llanto y me reveló que esa canción era la favorita de una mujer a la cual amó mucho en su época de joven.
Desde ese día, cuando yo quería bebér, buscaba los lugares donde colocarán esa melodía y por supuesto Caracas era el que pagaba. Una que le gané.
Ese era «Caraquita», el ser humano noble y sensible que ocultaba su verdadera personalidad detrás de una supuesta coraza de dureza y recio carácter.
Junto a Francisco Graterol Vargas, a sus hermanos Gerardo » Lalo» Caracas y Emiro ( ambos también fallecidos), pasé momentos inolvidables, al igual que junto a sus cinco grandes amores, además de sus padres hermanos; su primera mujer Decxi, su esposa Leticia de Los Santos de Caracas y sus hijas amantísimas, Ana Gabriela, el «buche» Anderson y Andreina, todos ellos la verdadera pasión de su vida según él mismo me revelaba muy discretamente.
Hoy cuando estamos a las puertas de los tres años de aquel aciago día, cuando se acostó a dormir una noche y no despertó, quiero elevar una plegaria al Altísimo por su alma buena, bajo la promesa de volvernos a encontrar, para darle ese fuerte abrazo de amor, admiración y respeto que siempre le prodigué; elementos que mantengo inalterables hacia un amigo al cual quise y quiero mucho.
Dios te bendiga «Necho» y gracias por existir para nosotros.