La soberbia de algunos de nuestros políticos la hemos pagado muy cara en Venezuela. Sin embargo, el “¡yo, yo y yo!” continúa a la orden del día. “¡Yo, yo y yo soy el único que puede remediar esto!”. “¡Yo, yo y yo soy la única que sabe qué hacer en esta situación porque los demás son unos idiotas!”. “¡Yo, yo y yo soy el candidato ideal!”. “¡Yo, yo y yo soy la que va a ganar estas elecciones, aunque haya veinte candidatos más!”. No tengo que seguir en la retahíla, lo hemos vivido muchas veces. Me encanta una cita de C.S. Lewis que dice: “Las personas soberbias siempre miran hacia abajo a las personas y a las cosas. Por supuesto, si miran hacia abajo, nunca podrán ver a quienes tienen por arriba”.
Desgraciadamente, esa soberbia que ciega a pocos, friega a muchos. Pagamos justos por pecadores, pues. Por eso me resulta incomprensible que en momentos cuando la unidad es imprescindible y el discurso abstencionista toma más fuerza que nunca, sea justamente cuando más candidatos se presentan a las elecciones de alcaldes, porque “¡yo, yo y yo!”. Todos creen que van a ganar. Y la triste realidad es que ganará el candidato chavista, tal vez con 15% de los votos o menos, en municipios donde antes jamás hubieran ganado, sólo porque “¡yo, yo y yo!” no puede ver más allá de sus narices y cree que la multitud se volcará a votar por él (o por ella). Malas noticias, compatriota: ni habrá multitud votando y los pocos que irán a votar diluirán sus votos entre todos los “¡yo, yo y yo!”. El final de la historia ya lo hemos vivido varias veces. Y nadie aprende. Ni ustedes los soberbios con su “¡yo, yo y yo!” porque están seguros de que van a ganar, ni los abstencionistas con su “con este CNE no voto”. La soberbia, leí alguna vez, es la máscara de las propias faltas. Los soberbios no ven sus defectos y cuando alguien se los hace ver, por lo general apartan de su lado a esa persona, porque prefieren a los aduladores que les aplauden todo. No estoy diciendo nada nuevo. Todos sabemos a qué me refiero y a quiénes me refiero.
En Venezuela hay que arreglar todo. Reconstruir todo. Rehacer todo. Y ese proceso empieza por ponerse en los zapatos del otro. Por reconocer la otredad. Por poner de lado el “¡yo, yo y yo!” y aceptar que hay otros que también pueden, que también quieren y que hay que unir voluntades y trabajos. Leí que en Baruta los candidatos piensan ponerse de acuerdo para lanzar un candidato único y los aplaudo. Espero que los otros hagan lo mismo en otros municipios. Porque si siguen con su “¡yo, yo y yo!”, quien va a ganar es “él, él, él” o “ella, ella, ella”, los chavistas que nadie quiere, pero que como son los únicos candidatos de su partido serán los flamantes alcaldes o alcaldesas, para continuar el proceso de destrucción institucional y moral del país. ¿No hemos sufrido lo suficiente como para darnos cuenta de que esta ecuación es tan diáfana como que dos más dos son cuatro?
La soberbia también tiene que ver con la corrupción. Porque los soberbios no creen que las leyes fueron hechas para ellos, sino para los simples mortales. Fernando Savater apuntó que “la soberbia es el valor antidemocrático por excelencia. Los griegos condenaban al ostracismo a aquellos que empezaban a imponerse a los demás. Creían que así evitaban la desigualdad entre los ciudadanos y protegían el equilibrio social».
¿Vas a seguir con el “¡yo, yo y yo!” o te atreverás a pasar a la premisa de “nosotros, nosotros, nosotros”?
@cjaimesb