Por: Antonio Pérez Esclarín / pesclarin@gmail.com
Nunca he comprendido ni aceptado el llamado de los principales líderes de la oposición a que no vayamos a votar. Lo hicieron en las pasadas elecciones de gobernadores y legisladores y lo siguen haciendo ahora, aunque con menor énfasis, con las elecciones de alcaldes y concejales. Pero ¿cuáles fueron los logros de la abstención en las pasadas elecciones que entregó todas las gobernaciones menos una y la inmensa mayoría en la asamblea, sin necesidad de tener que recurrir al fraude?¿Vamos a repetir ahora el mismo error y entregar también todas o casi todas las alcaldías? Confieso que pasan los días y cada vez comprendo menos la estrategia de los que siguen afirmando que no hay que ir a votar. Sobre todo porque yo no veo que el llamado a no votar esté entusiasmando y movilizando a la población, sino que más bien la está desanimando y haciendo que pierdan la confianza en el voto, en la política, y en los políticos. ¿Qué nos proponen los que nos piden que no votemos? ¿Qué nos quedemos en la casa a presenciar de nuevo y resignados cómo el mapa de Venezuela se tiñe de rojo y autoengañarnos diciendo que triunfamos porque triunfó la abstención, aunque los frutos se los lleven otros? Y entonces, ¿qué hacemos? ¿Lamentarnos una vez más de que no hay condiciones objetivas para elegir y comprobar de nuevo que no supimos traducir el descontento de las mayorías y su dolor y desconcierto en una propuesta que nos mantenga movilizados y cultive la esperanza? ¿De qué sirve afirmar que Maduro tiene el 86 % de rechazo si se mantiene en el poder? Pareciera que toda la estrategia se centra en lograr que cada vez más países reconozcan que no es legítimo este gobierno, pero siguen sin hacer nada, y en endurecer las sanciones económicas que, más que acorralar a Maduro y a los suyos, las sufrimos las mayorías pobres y le dan al Gobierno una excusa para culpar a dichas medidas de los problemas, el hambre y miseria. ¿Acaso esperan que haya una explosión social que sólo empeoraría los problemas y alimentaría el odio y la venganza? ¿O siguen pensando que el impredecible, racista y ególatra Trump va a sacar al gobierno de Maduro por la fuerza sin cobrárselo a Venezuela bien caro, como nos tratan de convencer los vendedores de ilusiones que, desde el extranjero siguen llamando a no votar y tratando de sembrar esperanzas que ser convierten en frustración al no traducirse en nada?
En las zonas populares donde yo vivo y me muevo, la inmensa mayoría de las personas quieren salir de Maduro (cada vez me cuesta más encontrar a alguien que lo defienda), pero están desconcertados por la invitación a no votar y a seguir esperando un cambio que no llega mientras sus condiciones de vida empeoran cada vez más. Y el desconcierto se transforma en pesimismo, resignación, desconfianza de la política o en bravura que nadie orienta.
Yo no convalido el fraude del 28 de julio, pero sí voy a votar el 27. Voy a votar porque aunque las elecciones se siguen realizando de un modo turbio y fraudulento, el voto es el arma principal de los verdaderos demócratas y yo no voy a renunciar a él. Yo pienso cumplir con mi derecho y mi deber; allá con su conciencia los tramposos, los manipuladores y los que vienen utilizando las elecciones para lucrarse y acabar con la democracia. Yo al menos, no voy a librarles del peso de la culpa. Voy a votar porque no quiero apoyar la mentira que tratan de venderle al mundo de que ellos son mayoría y que el pueblo apoya masivamente unas políticas que nos han traído hambre, escasez, migración y enfrentamiento. Voy a votar porque pienso que la pelea hay que darla en todos los terrenos y no podemos entregar los espacios conquistados, especialmente los espacios cercanos en los que convivimos y ejercemos directamente nuestra ciudadanía. Voy a votar porque no renuncio a la esperanza y pienso que la lucha por la dignidad, la libertad y la democracia merece la pena aunque parezca estéril y se pierda. Voy a votar porque no quiero que lleguen al poder personajes sin méritos, puestos a dedo, que viven la política sin ética, como obediencia servil y como medio de alimentar sus intereses egoístas y mezquinos. Por eso, voy a votar por candidatos que han demostrado cercanía y preocupación por el pueblo sencillo y que han hecho de la política un medio de resolver los problemas de la gente y de vivir su vocación de servicio.
El país está muy mal y negar la gravísima situación, minimizarla o culpar siempre a otros, no va a contribuir en nada a superarla ¿Acaso es falso que Venezuela, en vez de ser un país de acogida, se ha convertido en un país de adioses, y que son más de ocho millones los que se han ido y otros piensan irse, huyendo del hambre, la imposibilidad de comprar las medicinas, los pésimos servicios , la inseguridad y porque no ven aquí futuro para ellos y para sus hijos? ¿Acaso ignoran que la inflación sigue pulverizando al bolívar y que, con salarios congelados y verdaderamente mínimos y a pesar de los aumentos en los bonos, es imposible vivir dignamente en Venezuela, y cada vez más personas sobreviven de las divisas que les envía algún familiar que tienen en el extranjero?
La gran mayoría de los venezolanos queremos una salida democrática y electoral, y a pesar de las dificultades no podemos renunciar a ella. No queremos que vengan los marines ni que intervenga alguna potencia extranjera en definir nuestro futuro. Los militares deben cumplir con el papel que les señala la constitución y que juraron defender. Somos nosotros los que debemos resolver nuestros problemas, y hacerlo de un modo coherente con lo establecido en la Constitución que sigue vigente en Venezuela.
Voy a votar y añoraré las enormes colas de hace prácticamente un año cuando soportábamos el fuego de Maracaibo con unos ojos cargados de una esperanza y una alegría más fuertes que el cansancio y el calor.
Comprendo que hay muchas razones para no votar, y respeto a los que no lo harán. Pero por favor, como verdaderos demócratas, respetemos la diversidad y dejemos de llamar traidor, alacrán o vendido al que piensa y actúa de un modo diferente. Es la hora de la reconciliación y la verdadera unión, de buscar salidas negociadas entre todos, de superar los prejuicios y los fanatismos, de anteponer los intereses de la República sobre las ambiciones personales. La gravísima situación del país no aguanta más divisiones, peleas personalistas ni chantajes o promesas falsas.
@antonioperezesclarin
www.antonioperezesclarin.com
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