Por Carolina Jaimes Branger
Siempre recuerdo a mi querido amigo el Rabino Pynchas Brener. Lo tengo presente por su inteligencia, su valentía, sus enseñanzas. Lo pienso a menudo por su clarísima visión de la situación venezolana. En el año 2002 el Rabino me dijo “mi querida Carolina, aquí la situación económica puede resolverse en un lapso relativamente rápido, lo mismo que la política. La social tomará más tiempo, pero también se resolverá. La que tomará mucho más tiempo –y no sé si se resolverá- es la crisis de valores. La crisis venezolana es fundamentalmente una de valores”.
Y esa crisis de valores cada día escala alturas inusitadas. El viernes pasado una joven que conozco bien salió con su pareja a comprar los útiles escolares de su hijita de 12 años. Iban en moto, cuando una comisión de la Policía Nacional Bolivariana los detuvo. Constataron que los papeles estaban todos en regla, y a pesar de ello les dijeron que la moto quedaba detenida. Ellos, atónitos, preguntaron por qué. “Porque tenemos hambre… Si no nos traen comida, la moto “se va para la v…” y no se pongan cómicos”. Como corolario, un montón de groserías más. La pareja tuvo que ir a una panadería cercana a comprarles dos panes de guayaba que les costaron 120 bolívares, que tuvieron que restar de lo que llevaban para comprar los útiles de la niña.
El abuso de autoridad en Venezuela es insoportable. Y quien se queje, va detenido. Los policías tienen hambre y quienes tienen que comprarles comida son unos pobres transeúntes que corren con la mala suerte de caer en sus redes. Y así en todo. Cada día conocemos más historias de robos, matracas, amenazas, desfalcos y abusos de poder. ¿Y cómo no va a ser así si de la supuesta clase “alta” -ésa que recibió educación en los mejores colegios- salieron los bolichicos, unos ladronazos responsables de muchas de las muertes que hoy llora el país?…
La descomposición social es apabullante. Difícil pensar cómo se va a resolver semejante situación. Aquí no hay paz con la miseria, como reza el dicho. La falta de empatía, aunada al cinismo y en muchos casos a la ignorancia y la necesidad, son unas bombas de tiempo. Parafraseo al poeta Andrés Mata: “un valor que se va… ¡cuántos se han ido!”… ¿Será que alguna vez van “a volver más duraderos y menos dolorosos que el suplicio” que hoy vivimos?
@cjaimesb