<Ciertas personas pasan gran parte de su vida anticipando la desgracia y se preparan para la catástrofe: perder el empleo, un accidente, una enfermedad, la muerte de alguien próximo, etc. Otras al contrario viven en la indiferencia total. Ellos consideran que no hay que ocuparse en la cotidianidad de esas cosas, que eso es mórbido y patológico…> Luc Ferry. Aprender a vivir, p11. (El original en francés)
En la conversación frecuente de los venezolanos de hoy la idea del texto de Ferry siempre aparece: ¿Quién podía imaginar esto? De allí que revisando bibliografía conexa encontré un suplemento del diario Últimas Noticias, Caracas 7 de agosto de1994, No. 1368, con un artículo de mi recordado maestro Miguel Ron Pedrique: Intelectuales Supernumerarios, dedicado a Pedro Duno. El texto guarda su actualidad para esta Venezuela en ruinas. Dijo allí el maestro Ron lo siguiente: <En una bella conversación con el filósofo Agustín Martínez con su acostumbrado buen humor me decía que Pérez Bonalde, uno de esos tantos aventureros venezolanos trotamundos, en este caso, un poeta de no pocos logros y un finísimo traductor de Edgar Allan Poe y Heine, decía que el problema de Venezuela era, al menos individualmente de una elemental solución: irse al carajo y no regresar. El amigo filósofo de marras no sabía la afilada daga que me hundía en el corazón. He luchado toda mi existencia en la incierta búsqueda de una identidad…>. He tenido la oportunidad de releer ese trabajo y lo encuentro como un espejo donde las imágenes macabras son cotidianas como para darle la razón a cada persona que se marcha lejos, como espantada de lo que se nos vino encima. Transitar las calles ya no es placentero, es una aventura de riesgo sobre lo que encontraremos, mucho más cuando sabemos que otros lugares del globo tienen otro rostro social. Allí está la pregunta clave: ¿Qué me identifica hoy como venezolano? ¿Cuáles valores privilegiamos? Ron Pedrique dice allí cómo siendo de izquierda votó por lo que él denominó el último ciudadano ilustrado: Rafael Caldera. Ignoraba este intelectual que tal ciudadano con sus políticas iniciaba la consolidación de nuestra precariedad social y política. Allí banqueros junto a una élite dominante y oportunista sentaron las bases para ese huracán destructivo denominado Socialismo Bolivariano. Lo demás vino por añadidura de nuestra cultura del <deme lo mío>. No teníamos una bola de cristal, ni pitonisas, ni encuestadores serios, apenas algunas frases de Olavarría, Castro Leyva y Carlos Andrés Pérez. Todo vino con ruido y fanfarria, con gritos y alaridos, con basura en las calles; es decir con los símbolos de la ruina. El petróleo seguía saliendo del pozo para nutrir la máquina del capital, los bachaqueros, la corrupción sin límites, los usureros, la impunidad planificada, los burdeles del Miss Venezuela. Cómo no recordar al poeta Miguel Hernández y su frase: <Rastrojos de difuntos> con la que terminamos alienados, sin solidaridad visible, nadando en la miseria física y espiritual. Incluso lo cínico-perverso de la borrachera electoral produjo un pastor repartidor de sancochos y un sargento prometiendo dolarizar la economía. Aquí diría Leoncio Martínez Leo <Venezuela es monte y culebra>. ¿Cómo asimilar con juicios cercanos al argumento serio que siendo una nación rica en aquello que algunos países ricos no tienen seamos la mejor muestra de lo que no se pudo prever?, tal como indica el texto inicial del Tópico. Sin un proyecto alternativo a esta pesadilla no encuentro mi identidad, la tengo perdida, pues no me representa lo que me daña la existencia feliz. Así de simple amigo lector. Por supuesto, hay teorías en juego explicando lo que pasa con su respectivo modelo ético: oportunismo, utilitarismo, pragmatismo, autoritarismo. Todas son visibles en las conductas de los miembros de la sociedad, incluso ese que habla en nombre de un Dios buscando el voto. Saque sus conclusiones.
@CamyZatopec