Nacido en el bucólico pueblo de Jajó, Municipio Urdaneta, del estado Trujillo, Willy Aranguren, se dedicó a la investigación de las artes plásticas de la mano de Juan Calzadilla, su maestro y amigo e hizo un trabajo que recogen no menos de 15 libros publicados y otros inéditos, producto de una ardua labor que desarrolló a lo largo de su existencia.
Aranguren nació el 26 de junio de 1953 y falleció en Barquisimeto el 6 de junio de 2011; realizó sus primeros estudios en el liceo Rafael Rangel de Valera; graduado en la ULA –Mérida en educación, marchó a Pennsilvania, USA, donde cursó maestría en bibliotecología con énfasis en artes plásticas; a su regreso a Venezuela perteneció al equipo técnico fundador de la Galería de Arte Nacional (GAN); del Museo de Barquisimeto y de la Universidad Yacambú del estado Lara, donde residió por largos años.
Docente universitario, investigador, documentalista, museólogo, y crítico de arte, doctor en educación, Aranguren, fue el descubridor del pintor Rafael Antonio Pino, un merideño que realizó retratos de los próceres de la independencia e imágenes religiosas que guardan templos e iglesias de los estados Mérida, Lara y Zulia. Un pintor desconocido que vivió entre 1840 y 1906, tallista cuya obra está representada en un cuadro sobre las ánimas que alberga la Catedral de Maracaibo y otra pieza, un retrato ubicado en el Museo Lisandro Alvarado de El Tocuyo. Este personaje fue presidente del estado Mérida durante 50 días en 1866.
Willy Aranguren, coordinador y curador de más de 50 exposiciones en Venezuela y autor de aproximadamente 50 trabajos de investigación de las artes plásticas en el país; muchas veces por iniciativa propia, sin respaldo oficial, fue incansable en su tarea de difundir a los creadores de diferentes regiones; su pasión le condujo a un apostolado amoroso por el rescate del trabajo plástico de infinidad de artistas del común.
De él, afirmó Juan Calzadilla, “Como crítico de arte y documentalista de primera línea, él ha realizado una labor extraordinaria para la recuperación de los patrimonios artísticos del país, una labor que en cualquier parte que no sea Venezuela sería ampliamente reconocida. El agudo instinto con que Aranguren maneja las cronologías de arte que duermen en archivos y hemerotecas o en los espacios de la memoria colectiva perdida, contando con la destreza y veteranía del acucioso investigador que es él, ha desembocado en incursiones muy afortunadas y esclarecedoras para las historias regionales, por una vía que contribuye enormemente, como en el caso del imaginero Rafael Antonio PIno, de quien nada se sabía antes que Aranguren lo descubriera, a la formación de una base de datos sólida donde insertar el horizonte delas tradiciones regionales que, después de todo, son también nacionales”.
Sobre Willy Aranguren es justo reconocer que en Lara, su trabajo se vio entorpecido y obstaculizado por la incomprensión de algunos personajes que, de manera aviesa, pretendieron
constituirse en censores o piedras en el camino de este trabajador del arte que, desinteresadamente, se ofrendó a la pasión por resaltar la obra creadora de nuestros artistas ignorados o echados al olvido por nulidades que gozan de cierto poder circunstancial. Aranguren quiso entrañablemente a Valera, donde tenía a sus amigos, entre ellos el poeta Antonio Pérez Carmona; fue un seguidor cercano de la poesía de Ramón Palomares, su maestro en Mérida, y del pintor y médico Carlos Contramaestre, entre otros.