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Wafi Salih, la poeta oficiante del haikú I Por: Ramón Rivas Sáez

Valera bicentenaria, protagonistas (12)

por Ramón Rivas Sáez
28/09/2020
Reading Time: 2 mins read
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Esta escritora de origen libanés nació en Valera el 05 de junio de 1965; muy pronto su familia radica en Barquisimeto, donde sus padres dedicados al comercio de telas se asientan y luego se ramifican a tierras zulianas.

En la capital larense, Wafi Salih se forma; ingresa en la UPEL; allí se gradúa en Castellano y Literatura, marcha a la ciudad de Trujillo, cursa la maestría en Literatura Hispanoamericana en el Núcleo Universitario Rafael Rangel de la ULA. Antes había iniciado su carrera literaria al publicar su primer libro de poemas Los cantos de la noche, que edita la ULA-Mérida en 1995.

En ese libro, Wafi Salih se revela con una poesía breve, transparente que la vincula estrechamente con el tradicional haikú, la poesía japonesa que reúne en textos mínimos encanto y  sabiduría, que ya en América Latina había experimentado el mejicano Juan José Tablada.

Salih continúa su paciente labor literaria, y luego entrega su poemario Las horas del aire, que edita la UNEXPO de Barquisimeto, con nuevos kaikú. En un texto que dedica a su madre,  Soham de Salih, canta su “Ascensión”,  “En su infinitud de lumbre estallando en lo más profundo de la noche La totalidad dispersa entre las llamas Me descubre en ti Donde el latido de tu risa es la más alta entrega”.

La pulcritud de su fiesta verbal hace de la poesía de Wafi Salih, un estallido de levedad, producto de la contemplación y la reflexión que la conduce por una palabra henchida de sonoridades y descubrimientos del ser.

Estos dos primeros libros sorprendieron gratamente a los escritores Adriano González León y David Alizo, ambos nacidos en Valera, quienes le auguraron un brillante porvenir literario.

En 2002, la UCLA publica su poemario Pájaro de raíces que prologa Luis Alberto Crespo, quien celebra que la valerana en su obra “retiene la fragilidad, lo efímero, lo que vive pierde presencia y su figuración reside en la palabra del poema, solo allí devuelta a su nada”.

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En un texto, Tortuga, dedicado a su profesor el poeta Pedro Cuartín, Wafi Salih, cuaja, en “Una piedra tallada de secretos lanzada lentamente al infinito frágil y resguardada como un pedazo de Dios caído”, es un canto universal al tránsito vital que se evapora en un instante.

En 2006, Monte Avila, la editorial del estado recopila tres libros de Salih que reúne bajo el título Huésped del alba; destacan allí además los poemarios A los pies de la noche y Caligrafía del aire. El haikú adelgaza aún más, se torna leve, apenas una brizna de palabras, dan a la escritura una posesión más rigurosa del lenguaje; la reflexión se adentra a espacios más exigentes en el que el silencio es protagonista.

En el prólogo el poeta y ensayista Antonio Urdaneta, ubica la poética de Salih de esta manera “ un haikú  es un ser espiritual”, e indica,  “Lo son en si mismos , plenos y cabales, la copla el romance, el soneto, el soplo pemón y teúrgico que da el taren, contiene el grande y pequeño súbito, una revelación y una identidad y un atavío de historia”.

Tags: OpiniónRamón RivasáezTrujillo
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