Cuando abrí las primeras páginas de la novela “Volver a Escuque” no pude sino seguir leyendo casi sin parar, como no lo hacía con un solo libro desde hace mucho tiempo. La había tenido en mis manos y la perdí, de manera que se la encargué a mi paisano Marcelino Briceño, famoso librero dueño de la Librería Rayuela de Mérida, la que queda en la entrada del mercado principal de la Ciudad de los Caballeros.
Es la historia novelada de Antonio Luis Cárdenas Colmenter, o más precisamente de la familia Colmenter, desde su madre Blanca Inés, hasta los antepasados alemanes aventados de su tierra por las guerras allá en 1808 y llegados a Escuque en 1827. Una historia que recorre un camino de 179 años de apasionantes aventuras, casi todas inspiradas en hechos reales y otras perfectamente ensambladas en tiempos y lugares, para obtener un texto cautivador.
Su autora es María Iholanda Rondón González, nuera de Antonio Luis, de quien quizás aprendería la maestría que tiene en la exquisita redacción de los paisajes, aunque todo en la novela es de gran calidad y logra arrebatarle a uno la libertad de pensamiento para fijarlo en lo que ella magistralmente va narrando, combinando los tiempos, hilvanando anécdotas, describiendo tragedias y fortunas, dibujando costumbres y, aún más allá, recordando duros episodios históricos que parecen no haber impedido que la humanidad sigua repitiendo los mismos errores, una y otra vez.
Es parte de la odisea de los inmigrantes que llegaron a Trujillo desde Europa, la mayoría italianos, pero también españoles, portugueses, árabes y alemanes como estos que cambiaron de apellido al llegar a La Guaira, para hacerse venezolanos. Venezuela le ofrecía la esperanza de una vida mejor, pero estas tierras andinas además un clima perfecto, gente trabajadora y educada, sanas costumbres. Lo suficiente para ser felices. Todo eso lo encontraron en Escuque y sus alrededores.
“Volver a Escuque” es además una seductora referencia a una de las mejores épocas de Trujillo: los tiempos del café. Y quien quiera saber cómo era la vida de las haciendas, las diarias labores, los tiempos de cosecha, el trajín de los fogones, las noches tranquilas o los días de fiesta en el pueblo encuentra aquí las hermosas crónicas. Igualmente el impacto mundial del café trujillano y hasta adonde llegaban los frutos de estas remotas tierras en aquellos tiempos tan lejanos a la globalización de hoy.
“Volver a Escuque” es tornar la mirada a los buenos tiempos de estas tierras trujillanas. Cuando era cierto que “el mejor modo de hacer negocios es el modo honesto” como les diría el tío Ludwing a los hermanos Peter y Franz y a sus esposas Karola y Margueritte al subir al barco en el cual partirían a estos lugares que amarían por siempre.