Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)
Actualmente vivimos situaciones muy difíciles por la hiperinflación y entonces nos angustiamos todo el tiempo pensando en el futuro y no somos capaces de vivir plenamente el momento presente. No obstante, diversos autores han insistido en aprender a vivir el momento presente.
El gran poeta alemán J.W. Goethe (1749-1832), en la Segunda Parte de su famosa obra: ‘Fausto’ (1832) narra el encuentro entre los amantes Fausto y Helena de Troya. Ella se siente confundida, pues ha sido transportada en el tiempo desde la antigüedad hasta la época de Fausto, pero él le insiste en que olvide el pasado y se concentre en el presente. Así en una parte de su conversación Fausto dice: “El espíritu no mira ni adelante ni atrás, sólo el presente…” y Helena agrega: “Es nuestra felicidad” (Acto III). El filósofo francés Pierre Hadot (1922-2010) señala que Goethe describe la capacidad de los enamorados para sumergirse en el presente y vivirlo intensamente, olvidándose del pasado y el futuro, del lugar, y de toda distracción ajena a su pasión amorosa (1).
Goethe en otras ocasiones también insistió en la importancia de vivir el presente. Así, en su carta a Zelter, de fecha 19/10/1829 asevera que el hombre moderno ha perdido la capacidad de vivir el presente, pues continuamente vive pensando en el futuro. En esa misma carta dice que en la antigua Grecia sí se sabía vivir el momento presente. Ese instante ‘preñado’ de significado se vivía en toda su riqueza, lo cual era plasmado en el arte, como las esculturas (2). En la antigua Grecia esa capacidad de aprovechar el momento presente en todas sus posibilidades se designaba con el término: ‘Kairos’ (del griego ‘aptitud’). Por ejemplo, un buen general sabe cómo atacar en el momento oportuno. Igualmente, los escultores griegos fijaban en el mármol el ‘kairos’ más significativo de la escena que trataban de revivir (3). De manera similar, en su obra: ‘El Diván Occidental-Oriental’ (1819), en la sección titulada: ‘El Libro del Copero’, Goethe de nuevo de refiere a ese: “Espléndido sentimiento del presente” (4). En su tragedia titulada: ‘Egmont’ (1788) Goethe insiste en el mismo tema. Así, en el Acto II se dice: “¿Vivo solamente para pensar sobre la vida? ¿Debo inhibirme de disfrutar el momento presente, como si estuviera seguro de tener el próximo momento, y entonces malgastar también este último en afanes y angustias inútiles?…¿Me ilumina el sol hoy, para que yo me ocupe de lo que ocurrió ayer? ¿Me puedo dedicar a adivinar y combinar lo que no se puede adivinar ni combinar: El destino del día venidero?”. Asimismo, en uno de sus poemas escritos entre 1800 y 1832, titulado: ‘Regla para Vivir’ dice: “¿Te propones llevar una vida placentera?/ No te angusties por lo pasado (…) Regocíjate en el presente sin cesar/ No odies a nadie/ ¿Y el futuro?…Déjalo por cuenta de Dios” (5). Finalmente en su ‘Elegía Marienbad’ (1795) dice: “Aprendimos poco de lo que nos sucedió ayer/ Y nos es prohibido conocer lo que pasará mañana/ (…) Por eso, haz como yo: Con sabiduría gozosa/ ¡Atrapa el instante con los ojos! ¡No lo postergues!/ ¡Apresúrate! Corre a recibirlo con vitalidad y benevolencia/ ¡Sea para la acción, para el gozo o para el amor!” (6).
Otros autores también han insistido en aprender a vivir el momento presente. Por ejemplo, el filósofo romano Cicerón (106-43 A. de C.) en su tratado: ‘Del Sumo Bien y del Sumo Mal’ dice que las personas insensatas: “no gozan de los bienes presentes, esperan sólo los futuros; y como estos no pueden ser seguros, se consumen entre angustias y temores, y se atormentan todavía más cuando tardíamente comprenden que en vano han anhelado el dinero, el dominio, las riquezas o la gloria. Y así, no consiguen ninguno de los deleites cuya esperanza los inflamaba para sufrir muchos y grandes trabajos” (Libro I, 18, 60-61). Asimismo, el filósofo estoico romano Séneca (aprox. 5 A. de C.-65) recomendaba evitar recuerdos ingratos y las angustias por el futuro: “Existen dos cosas que es menester cortar: El temor a lo futuro y la memoria de las molestias pasadas, porque éstas ya no me conciernen y el futuro aún no me concierne” (‘Carta Moral a Lucilio’ número 78). El emperador romano estoico Marco Aurelio (121-180) también recomendaba algo similar. Así en sus ‘Meditaciones’ dice: “Si tú separas de tu pensamiento (…) todo lo que has dicho o hecho en el pasado, todo lo que te mortifica respecto al futuro (…) y te dedicas exclusivamente a vivir la vida que estás viviendo, es decir, el presente, tú podrás vivir todo el tiempo que te quede por vivir hasta tu muerte, en calma, con benevolencia y serenidad” (Libro 12, sección 3).
Por otro lado, el notable poeta romano Horacio (65-8 A. de C.) planteaba cosas muy similares. Así, en una de sus ‘Odas’ dice: “¿Por qué, llenos de afán, hacemos tantos proyectos cuando la vida es tan breve? (…) Que el alma, gozándose con lo presente, deteste preocuparse por lo que viene más adelante” (Libro II, 16). En otra de sus ‘Odas’ dice: “Mientras estamos hablando, habrá escapado el tiempo. Por lo tanto aprovecha el día y fíate lo menos posible del día que vendrá mañana” (Libro I, 11). La famosa expresión ‘Carpe Diem’ (aprovecha el día) que emplea Horacio en esta Oda, es una invitación a tomar conciencia de la vanidad de muchos de nuestros deseos para el futuro, la presencia permanente de la muerte, la unicidad de la vida, y la unicidad del instante presente. Igualmente, en una de sus cartas Horacio dice: “Cree que cada nuevo día que amanece será el último para ti: Entonces cada hora inesperada te llegará como un delicioso regalo” (1). También podemos citar en otra de sus ‘Odas’: “Dueño de sí mismo y satisfecho vivirá aquel que pueda decir cada día: Yo he vivido…” (Libro III, 29).
Mi apreciación es que indudablemente es muy importante aprender a ‘vivir plenamente el presente, y también aprender a erradicar pensamientos mortificantes inútiles tanto respecto al pasado como respecto al futuro. Pero eso tampoco puede convertirse en un escapismo ante la realidad o una actitud irresponsable de vivir cada día sin considerar las consecuencias de lo que hagamos para nuestro futuro. Debemos aprender a discriminar: ¿Cuáles aspectos de nuestras vidas futuras podemos ponderar y controlar y cuáles no?…Porque es absurdo angustiarnos ante factores imponderables o incontrolables del futuro. No obstante, dentro de lo posible, sí tenemos que tomar las previsiones que podamos tomar.
NOTAS: (1) Pierre Hadot (1995) ‘Philosophy as a Way of Life’. Blackwell. Pag. 220 (2) Ibid, Pag. 220 (3) Ibid. Pag. 221 (4) Ibid. Pag. 220 (5) Pag. 286 en ‘Goethe. Selected Verse’. Introduced and Edited by David Luke. Penguin Books (1964) (6) Pag. 231 en Pierre Hadot, Op.Cit.