Quiero aclarar que la presencia de Michelle Bachelet en Venezuela no fue producto de ninguna invitación gubernamental, así el gobierno lo quiera hacer ver de esta manera. Bachelet vino para completar la investigación que inició hace ya cierto tiempo, sobre la supuesta violación de los DDHH en el país por parte del gobierno de Nicolás Maduro. Una comisión de su despacho ya venía trabajando intensamente: visitando cárceles, procesando denuncias, contactando con diversas organizaciones sociales y con funcionarios del Gobierno Nacional. Ya se había elaborado un informe preliminar, que se hizo del conocimiento público y que los opositores extremistas viscerales debieron haber leído, aunque no se refieran a ello. Es muy curioso. Gritaban y exigían la presencia de la ONU en Venezuela, para que detectara las violaciones de la “tiranía” en materia de DDHH, pero cuando se presenta la Alta Comisionada de la ONU a tales fines, despotrican, la descalifican y rechazan sus apreciaciones y declaraciones.
La Sra. Bachelet no vino a reconocer ni a declarar Presidente a Juan Guaidó. Ésta no era su función. No era Almagro quien venía. Era una persona seria, profesional, respetuosa del Derecho Internacional y de sus convenciones, representante de la ONU y por tanto apegada a las posiciones de este organismo. La ONU no ha reconocido a Guaidó como Presidente de Venezuela, para la ONU, gústenos o no, el Presidente de la República es Nicolás Maduro, pues es quien controla el territorio venezolano y el aparato de Estado. Es una estupidez, por lo tanto, haber pretendido que Bachelet llamara a Juan Guaidó “Presidente encargado”. Lo llamó como tenía que llamarlo: Presidente de la Asamblea Nacional. Además, Michelle Bachelet no vino a Venezuela a facilitar el diálogo entre la oposición de la AN y el Ejecutivo, ni a terciar entre ambos, ni mucho menos a colocarse del lado de nadie. Vino a culminar su investigación sobre el estado de los DDHH en el país, lo cual hizo con gran seriedad y profesionalismo.
Su visita constituyó una presión importante hacia el gobierno, aunque la Alta Comisionada no vino a presionar a nadie. El gobierno fue consultado para que se pudiera realizar la visita, lo cual es lógico y apegado a las normas internacionales. Sólo a un Almagro se le puede ocurrir llegar a la frontera de un país y tratar de penetrar a como dé lugar. Maduro tuvo que acceder a la intervención de Bachelet, no le quedaba otro remedio. Pero la ex Presidente de Chile no sólo se reunió con el gobierno, sino lo hizo con prácticamente todo el mundo, incluso con los familiares de las víctimas de supuestas violaciones de DDHH. Y no se conformó sólo con ello, sino que solicitó y logró la liberación de un cierto número de presos políticos, lo cual ya es un reconocimiento del gobierno a la existencia de los mismos. Además, dejo en el país a dos representantes suyos, como una suerte de supervisores de su oficina, quienes podrán visitar cárceles, recibir denuncias y actuar en función de que se respete el debido proceso y los DDHH.
Sólo gente muy obtusa, muy fanática, puede en este momento decir que la visita no fue importante y que hubiere sido mejor que no se diera. Ahora, pensar que todo está en manos de lo que diga el informe definitivo de la Alta Comisionada es una gran equivocación política. El informe puede ser muy contundente y demostrar la existencia de graves violaciones de DDHH; puede incluso responsabilizar a Nicolás Maduro de estas violaciones. Pero si la oposición sigue en manos de la dirección de la Asamblea Nacional, y ésta sigue poniendo la torta en sus ejecutorias, como lo hizo con la cómica del 30 de abril y como lo acaba de hacer con el golpe por Skype recientemente descubierto, no habrá informe que salve a Venezuela de seguir en la situación en que se encuentra.